Desde ahora, me pueden considerar su halagador (in)fiel… - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Desde que conocí el contenido del programa del tercer concierto de la temporada otoño de la OSA, se generó en mí una malsana expectativa por dos razones fundamentales: la presencia de Guadalupe Parrondo y el que se tuviera que interpretar la Novena Sinfonía de Shostakovich: ¡no me lo podía perder por ningún motivo! 

 

Explico las razones del segundo supuesto: corría el mes de octubre del año de 1972, cuando en la cabina de transmisión de “Radio Universidad de Guanajuato” tuve la oportunidad de hacer la presentación de “La Canción de los Bosques”, Op. 81 de Dmitri Shostakovich (que por cierto, tiempo después me enteré que no es una de sus mejores composiciones, pero igual “me alucinó”), y puedo decir que, a partir de ese momento, se inició un “proceso de enamoramiento” con la obra total del citado. 

Transcurrido cierto tiempo y a partir de un desarrollo emocional y la consecuente posibilidad económica, me di a la tarea de adquirir -y por ende escuchar- la mayor parte de las composiciones de Shostakovich, por lo que puedo asegurar que al día de hoy, conozco y he disfrutado de por lo menos el 85% de las mismas (de un total documentado de 147 Opus): sus sinfonías y conciertos, cuartetos de cuerdas, música de cine, obras para piano, óperas, “divertimentos”, en fin. 

A su vez, me he documentado en algunas de sus biografías, como las escritas por Krzysztof Meyer y Bernd Feuchtner y, sobre todo, con la producción multimedia realizada por la empresa discográfica Chandos, “Cultural Heritage Series, Vol. 1”, así como la propia existente en algunos de los compactos en mi poder. 

Pues bien: necesitaba ya y otra vez tener en mi poder una versión “en vivo” de cualquier composición del citado autor ruso. Y realmente la tuve. Aún pues con esta información básica (por aquello de que es necesaria la especialización hoy en día, para poder destacar en cualquier campo profesional), puedo sostener que la versión que se hizo el pasado viernes por la OSA, de la “Sinfonía No. 9 en Mi Bemol Mayor, Op. 70”, fue más que aceptable. Explicaré el por qué. 

Tal sinfonía, que se suponía se convirtiese en la “Supernovena Sinfonía” (por la referencia ineludible de la “Novena de Beethoven”), se convirtió con el tiempo en la “anti novena”. ¿Y por qué tal exigencia? “Nadie” había querido enfrentarse con Beethoven: ni Schubert (que ni siquiera supo que escribió su novena, porque no numeró sus sinfonías en vida, solo las “escribía”), ni Bruckner (porque falleció antes de terminar lo que se suponía fuese la suya, y fue concluida por otros), ni Mahler (que se autoengañó dándole el número diez a la que compuso); por lo que se suponía que Shostakovich sí lo haría por el momento histórico que se vivía: 1945, “la derrota de los malos”, el nuevo régimen ruso (con fuertes “lazos sentimentales” con Occidente, sobre todo París), la figura de Stalin: todos los elementos dados para la apoteosis. 

Pero Shostakovich dijo NO. 


Con el paso del tiempo, más de 60 años después y fuera de la anécdota político-histórica, tenemos frente a nosotros una obra estupenda, de pura recreación y divertimento, claramente mostrada en la versión a cargo de la OSA, en una noche tardía para, ahora sí, homenajear a Haydn, quien estuvo presente en forma plena, tanto en la primera parte del programa, como en el primer movimiento (Allegro) de la “anti novena”: Exposición-Repetición-Desarrollo-Reexposición y Coda, la clásica forma de sonata o modelo inicial haydniano para la estructura sinfónica; y luego, todo el drama Tchaikovsky en el segundo (Moderato) y las ineludibles referencias a los citados Beethoven y Mahler del tercero, propuesto en tres tempos: Presto, Largo y Allegretto. 

Es más que evidente que ahora, la sinfonía en cuestión propone una diversidad de “lecturas” (precisamente por ello, lo valioso de la misma) y así los márgenes de “acierto-error” se disminuyen , por la libertad que se le otorga al intérprete al abordarla. 

En consecuencia, ¡bravo! por la versión que se nos mostró: así sí los quiero. 

El concierto dio inicio con la “Obertura y Música del Monte de Venus”, de Richard Wagner, a la que no le puse mucha atención por lo ya expuesto: supongo que sonó bien. 

Y después de ello, la ENORME presencia de Guadalupe Parrondo: ¡que magnífica versión nos regaló del “Concierto para Piano en Re Mayor” de Franz Joseph Haydn! El conocimiento pleno de las intenciones del autor, su enorme capacidad técnica, su inmejorable disposición para agradar, su perfecta comunicación con los integrantes de la OSA, el apoyo justo y exacto de Román Revueltas: todo en su lugar. 

Y si a ello le agregamos que para el evento nos tocó un público respetuoso… ¿Por qué no mantener siempre tal nivel? ¿Y valía la pena el encore? Esa noche más que en anteriores. Y se nos regalaron dos auténticas joyas: el “Malgre-Tout” de Manuel M. Ponce (con el inconfundible sabor local que hoy más que nunca extrañamos y con ese envidiable manejo de la “mano izquierda”, como los buenos toreros), y el “Golliwog’s Cake Walk” del “Rincón de los Niños” de Claude Debussy. Otra vez ¡bravo! 

Por cierto, ¿alguien puede programar un concierto a “piano solo” con Guadalupe Parrondo? ¿Acaso no lo merecemos, con el pretexto de los festejos con motivo del aniversario de la ciudad o del “Festival de las Calaveras”, en lugar de sus “asquerosos” eventos gruperos, que aún no sé porque la autoridad municipal permite su realización? 

¿Ya ven que sí son capaces de hacernos disfrutar a plenitud la música de concierto? Que no sea la única vez. Tienen mucho que ofrecer por delante… 

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