“Ay nomás pa´ que vean como somos en México, reciclamos payasos en políticos, la basura en novelas, las charolas y el mantel en traje de cabaretera”, dijo Astrid Hadad cuando se encontraba cambiando de vestuario en el mismo escenario al que llegó, que fue sobrio antes de que ella apareciera. El escenario se llenó de luz con esos sus rasgos característicos, los ojos rasgados y profundos, el rostro ovalado, su voz fina pero siempre acompañada de la irreverencia de su lenguaje que no cae chocante.
Eran cuatro sillas y unos pocos instrumentos, no había más, todo lo que faltaba ella lo traía en la vestimenta y en su corazón. Los colores propios de México fueron los primeros que aparecieron en el traje de Astrid Hadad que al final de la primera interpretación cambio de vestuario, como lo había prometido ya fue una vestimenta por pieza musical.
El deleite de escuchar su capacidad para argumentar, criticar, la conciencia y el conocimiento que tiene del país en el que vive hicieron reír en más de una ocasión a los presentes, sino porque Marthita Sahagún tenía ya puesta la mesa, porque las telenovelas son pornografía y porque mientras la gente se preocupa por las “nalgas de Alejandra Guzmán nos meten por el culo el 2 por ciento y ni quién se dé cuenta”.
Entre canción y canción habló de la autorización del maíz transgénico que es una mierda producida por todos lados y que ahora transgredió las fronteras de México igual que la comida chatarra de las transnacionales.
El encanto de Astrid está en su capacidad de transformarse y seguir siendo la misma, a la que el gobierno le tiene miedo por la capacidad que tiene para hablar sin miedo de lo que pueda suceder porque finalmente como lo había dicho ya por es una ciudadana libre ante todo. Sin duda no dejó pasar el tema de la educación y la cultura donde los gobernantes quieren que seamos un “triste y jodido” país sin educación ni cultura.
Con facha de trajinera de Xochimilco cantó a una mujer ladina y antes de empezar dijo “tanto amo a la prieta que he de morir por la prieta si esta me sigue aprietando” y le cantó a un amor, a una mujer que se fue pero antes de hacerlo le dejó un buen sabor de boca el mismito que canta y de ahí es de donde salieron esos versos.
“Las mujeres mexicanas somos el sostén de este país, somos generosas, tenemos siempre una sonrisa”, así la tuvo Frida Kahlo durante toda su vida y a pesar de todos los sufrimientos físicos y emocionales que le hirieron el corazón ella se mantuvo hermosa, con temple y con sus alas para volar en lugar de pies.
Como homenaje a esta artista plástica interpretó “El Venadito” acompañada con uno de sus trajes donde tenía plasmada una de las pinturas de la Kahlo que representaba precisamente un venado con flechas por todo el cuerpo.
Como le ha pasado a otros artistas al venir a Aguascalientes, ella percibió una excesiva calma en el público que la estaba pasando muy bien y cuando la cantante intentó anunciar que estaba a punto de despedirse, inmediatamente se levantaron voces como para impedir que esto sucediera porque querían seguirla escuchando y viendo.
Sus vestimentas majestuosas mantuvieron a las personas a la expectativa, cada vez que iniciaba una nueva pieza musical, la anunciaba, desaparecía por unos momentos y luego regresaba para provocar una cara de sorpresa o una carcajada sonora en honor de la forma, los colores, el sentido y la creatividad de cada uno de sus atuendos.