A mi amigo Ricardo Rodríguez Vargas, economista de suficiente formación académica que complementa con un alto sentido de compromiso social.
El panorama que actualmente muestra la sociedad mexicana, podría ser difícil de entender para muchos analistas sociales, dado que ante tantas situaciones sin aparente respuesta y solución, parece campear un esquema de aceptación tácita, sustentado en la imposibilidad de encontrar una luz al final del camino.
La inmensa mayoría de los mexicanos está absorta ante tantas malas noticias, no sólo las que les da una mediocre clase política, que se encuentra atrapada sin poderle decir nada, o al menos nada entendible; sino que en estos momentos, ya no se avizora la eventualidad de empezar a localizar algunos resquicios que le permitan esperar que la situación que actualmente se vive en el país cambie.
Se ha generalizado una actitud de no reparar y preocuparse en los elementos que contextualizan la realidad social, y vivir mejor en la idea de que “como las cosas no van a cambiar, para qué me preocupo”, y esto nos puede llevar a situaciones insospechadas, que pudieran devenir en estados de riesgo social, sin tener que mencionar la palabra “estallido social”, cuán lejanos estaremos de que sucedan “caracazos”, y de que la gente empiece a asaltar camiones con mercancías en las calles, sin tener que esperar que los medios de comunicación , nos quieran hacer creer que esto sucede por ser alentado por la delincuencia organizada.
Mientras que el gobierno federal hace llegar su propuesta de paquete presupuestal a la Cámara de Diputados, y comienza a hablar de la necesidad de una mayor carga impositiva para todos (2% a alimentos y medicinas y el incremento al ISR), y de que esto se hará para combatir a la pobreza, la gente tiene claro que las cosas empeoran día con día y de que la canasta básica ya se convirtió en la canasta vacía, por los cruentos aumentos que han tenido todos los productos que la constituyen; los artífices de esta propuesta, han pretendido hacer creer a la población que ellos también sufrirán recortes y estrechez económica, y lo ejemplifican con la desaparición de secretarías de Estado, sin que esto realmente manifieste una voluntad de reorientar las políticas públicas, que a fin de cuentas es lo que podría solucionar la situación nacional.
Ante este escenario, es increíble constatar que el Gabinete de Comunicación Estratégica se aventuró a realizar una encuesta nacional sobre el impuesto de 2 por ciento al consumo generalizado, cuya recaudación se dice “sería para aplicarse en exclusiva a los programas de combate a la pobreza”, y lo más patético es que pretenden interpretar los resultados de la misma. Los resultados son los siguientes:
A la pregunta de si se está de acuerdo o no con el impuesto referido, la respuesta fue:
6.4% está de acuerdo,
92.6 está en desacuerdo.
“Si los recursos de ese impuesto estuvieran destinados a combatir la pobreza”
86% estaría de acuerdo,
11% estaría en desacuerdo.
Y la última pregunta fue si la tasa sugerida de 2 por ciento es alta, razonable o baja:
39.6% cree que es alta,
45 % que es razonable.
Con estos resultados que seguramente el gobierno federal tratará de interpretar para terminar diciendo que son los políticos quienes no hacen su trabajo, en especial los diputados de oposición, y que son ellos los culpables de no hacer realidad las “propuestas calderonistas”
Como lo cité desde un principio, estamos en un régimen de conformidad, del cuál esperemos que podamos salir pronto, o en verdad lo lamentaremos