Me niego a tener Miedo - LJA Aguascalientes
22/11/2024

La semana pasada, durante una entrevista se me preguntó si consideraba factible que el en paquete fiscal de 2010 el gobierno mexicano pudiese recurrir un aumento al precio de los combustibles –gasolinazo-, y de la electricidad además de la aplicación del IVA a alimentos y medicinas. Respondí que sí consideraba a esta administración pública capaz de ello, aún a sabiendas de esa medida rasgaría aún más el tejido social. ¿Estarían mis palabras contribuyendo a enrarecer aún más el ambiente de temor ante el incierto futuro que hoy se vive? La creciente ola de violencia, la evidencia de que las cosas van de mal en peor, me confirmaron que es preciso recuperar la unidad y confianza mutua, aunque para ello sea necesario evidenciar trapacerías y decir cosas que se han callado, para evitar más dolor y temor.

Me baso en una serie de acontecimientos de la historia nacional reciente, ligados a experiencias personales, que me permitieron presenciar el proceso de la descomposición económica, social y política que vivimos. Como verás, estimado lector, en el desarrollo de esta reflexión que llevará más de una entrega semanal, concluyo que la única solución a la crisis actual es que como colectivo humano nos neguemos a participar en el juego de sombras que ha perpetrado una hasta ahora poderosa oligarquía que, combinando dinero, distractores mediáticos y miedo, nos extrae consistentemente la energía vital. Negarse a participar en este juego, es un imperativo categórico para la supervivencia social, pero implica la necesidad de ver a los actores detrás de las máscaras.

En 1994, habiendo muerto Colosio y antes de que su partido pudiese nombrar un sucesor como candidato presidencial, una línea de mando que, pasando por la casa presidencial provenía de más lejos, designó a Ernesto Zedillo como candidato. Un mes antes de que fuera asesinado, coincidí con Luis Donaldo en el aeropuerto internacional de la ciudad de México. Mi admiración por la inteligencia y compromiso social de este colega formado en el ITESM y la poco aristocrática Universidad de Pennsilvania, opacaban cualquier preferencia partidista de entonces que nos pudiera separar. En una corta y amable conversación me transmitió su inquietud y tristeza, pero me confirmó una postura de compromiso y convicción social que en nada coincidía con el dogmatismo neoliberal harvardiano que caracterizaba al sexenio por concluir.

Conocí a Zedillo en 1988 cuando, en mi calidad de Director de Estudios Económicos de la “American Chamber of Commerce”, lo invité a impartir una conferencia a instancias de la sorprendentemente elogiosa recomendación de su jefe inmediato en el Banco de México, Miguel Mancera. Pulcro, callado y tímido, la personalidad del creador y Director General de FICORCA (fideicomisos de cobertura de riesgos cambiarios) se escondía tras una gran mente lúcida, clara y calculadora educada en Yale, universidad que hermana antiguos linajes con Harvard. En la conferencia, Zedillo nunca pudo ocultar el pavor escénico que le hizo sudar y temblar. Con ese carácter y el aval de Yale, cuando se le designó candidato presidencial supuse sería más dúctil para implementar la política económica que favoreció a las dinastías bursátiles financieras nacionales y de los grupos internacionales para la extracción de la riqueza de México a través del plan Puebla-Panamá. El severo deterioro social se anestesió con los juegos mediáticos del asesinato de Ruiz Massieu, “la Paca”, “el cráneo de Muñoz Rocha”, la pala, el bat y la huelga de hambre y autoexilio de Salinas. Se distrajo tanto a la sociedad que no se enteró cuándo le endilgaron el rescate carretero y la monstruosa deuda del FOBAPROA en 1998.

En septiembre 1997, el Congreso de la Unión se había conformado con mayoría opositora al régimen. El G4 (grupo parlamentario efímero integrado por PAN, PRD, PVEM y PT) demandó la transparencia de las deudas fraudulentas que a partir de 1995 había asumido el FOBAPROA, una profunda reforma fiscal y un nuevo reglamento del Banco de México. Participé como Secretario Técnico de Política Económica del Grupo Parlamentario del PAN en la conformación programática del G4, que con la habilidad política Muñoz Ledo como presidente de la Mesa Directiva del Congreso, se perfiló como “la versión mexicana de los pactos de la Moncloa” y la vía para un régimen parlamentario.

En diciembre de ese año, la presidencia del PAN, a cargo de Felipe Calderón, giró la orden a sus diputados de votar a favor del paquete fiscal presentado por Hacienda, contraviniendo los acuerdos del G4. Ese apoyo y el posterior rescate bancario abrieron la puerta del PAN hacia “Los Pinos” y a algunos gobiernos estatales. Invitado posteriormente a estudiar en Harvard, Calderón podría ser considerado custodio de los intereses del proyecto neoliberal que, ante cualquier disyuntiva, preferirá aplicar “gasolinazos” que cuestionar los beneficios de la plutocracia nacional e internacional. Profundizaré más sobre este asunto que tanto atañe a la realidad actual, en otra ocasión.


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