ace días me puse una nariz de payaso; no fue sólo para ocultar mi tremenda nariz, sino porque fue la única solución para poder sobrevivir a la adversidad y, para mi sorpresa, hoy entiendo que también lo hice para no dejar de ser niña. Mi guía del curso me dijo: te pondrás una máscara mágica que hará que todos te sonrían aunque tú no hagas nada, logrará que puedas hacer muecas o tirarte al piso sin miedo, lograrás hablar todas las lenguas, inclusive las que carecen de palabras y, lo más importante, hará que salga de ti la verdadera payasa que llevas dentro. Quizá me puse una nariz roja, para reírme de mí, de ti y de nosotros, para salvarme de la ridícula tragedia que me aquejaba o quizás simplemente para llorar por nuevamente reír.
Y es que el ser humano, sobre todo el adulto, ha perdido la facultad
de reír. ¿Reír… por qué? Porque sí, es necesario. Estudios han
comprobado que la risa es una medicina que oxigena al cerebro, contrae
los músculos y los fortalece, estimula al sistema inmunológico y reduce
las sustancias que a nivel bioquímico nos generan estrés. Simple, reír
recupera el entusiasmo. Y ¿qué hacer para lograrlo?; pues una formula
fácil es acudir a los especialistas.
¿Quién será?, ¿un mago? No exactamente. ¿Un malabarista? A lo
mejor, ya que hace malabares con bates, pelotas y todo lo que se le
ponga a mano. Posiblemente sea un payaso, pues después de todo tiene
una nariz roja y hace tonterías, como escupir agua o casi comerse una
silla. Quizás un acróbata, un funambulista, un cuenta cuentos con un
guión sin palabras en el cual debe hacer lo imposible por contar un
viaje a un lugar inexistente; también es un comediante, mimo o
bailarín. Y es que hacer reír es un oficio y un arte; otros países lo
han entendido con eventos tales como el Festival Internacional de Risa
y Humor de St. Gervais (Mont Blanc), o el Primer Festival de Payasas
(en Andorra); y no en balde existe (para variar en el Primer Mundo) una
escuela especializada (el British Circus School) o negocios
multimillonarios donde apuestan a retar a los adultos y serios humanos,
a pensar ¿que sería si hubiera un mundo donde todo fuera posible?,
donde los viejos fueran jóvenes y los reyes payasos como es el caso del
Circo Soleil; o también tenemos el caso de Slava, que reunió lo mejor
de su repertorio en su producción «SnowShow», mismo que nos visitó hace
poco y que ha ganado el premio Time Out y el premio Oliver al mejor
espectáculo de entretenimiento.
El payaso es un creador, un provocador de risa, sensaciones y
emociones. El payaso nos hace reír, sentir y reflexionar con su visión
del mundo y sus intentos de posarse por encima de sus fracasos. Nos
muestra su vulnerabilidad sin tapujos. Es el niño que todos llevamos
dentro, que no tiene tabúes, que disfruta jugando y que quiere ser como
los adultos aunque nunca pueda conseguirlo.
Lo que el payaso busca (su principal motivación) es ser amado;
quiere que el público lo ame, quiere que sean sus amigos. Siempre
intenta parecerse a los demás, pues cree que así lo aceptaran y lo
amarán; es como un niño que quiere ser adulto.
Dice un experto clown: «todos tenemos un payaso dentro». Lo digo
después de haber hecho la siguiente reflexión: «
los niños entre 1 a 4
años son puros payasos y tienen incorporadas de forma natural las
principales consignas del clown. Todos fuimos niños, luego todos fuimos
payasos. Lo que ocurre es que luego crecemos y empezamos a ponernos
máscaras, a edificar muros para protegernos de lo externo y, al
defendernos, escondemos nuestra vulnerabilidad, y olvidamos en
definitiva… aquello que fuimos: inocentes, vulnerables, torpes,
curiosos, tiernos, tercos, espontáneos, sin sentido del ridículo,
entusiastas, juguetones, emotivos…
En su origen, el clown era multidisciplinar, o sea que además de ser
payaso solía ser acróbata, músico, malabarista, etc. De hecho, gran
parte de los payasos de circo empezaron siendo artistas de otras
especialidades y, al hacerse mayores y no poder realizarlas, acababan
convirtiéndose en payasos. El payaso, de nariz roja (llamado Augusto)
es ingenuo, torpe y estúpido, y todo le sale mal. También le llaman
Tonto. Es extravagante, absurdo, pícaro, liante, sorprendente,
provocador. Representa la libertad y la anarquía, el mundo infantil.
Vestido de cualquier manera, lleva una característica nariz roja
postiza y grandes zapatos. Siempre arruinará el número que el clown de
carablanca trata de hacer. Llegará tarde, o demasiado pronto, o armará
un lío con cualquier cosa. Si tocan una pieza musical, el Augusto
siempre se equivocará, desafinará, o irá a destiempo. A pesar de ello,
en general el Augusto siempre gana; es decir, siempre arruina lo que el
carablanca trata de hacer y siempre acaba perseguido por éste. Su
contrapunto es el clown. El original era aquel de cara blanca el cual
representa a la autoridad también llamado Blanco, Carablanca, Pierrot,
Enharinado y Listo; solía ir maquillado de blanco y enfundado en un
elegante vestido brillante. Su apariencia era fría y lunar,
representaba la ley, el orden, el mundo adulto, la represión; era
serio, y poco amigo de bromas.
Actualmente el clown ha cambiado y se ha especializado más en la
parte cómica. Ya no existen tanto los clowns multidisciplinarios como
antiguamente, aunque todavía hay algunos. El clown actual no tiene las
mismas características, y de alguna forma se ha tendido a mezclar entre
clown- bufón. El clown tradicional trabajaba con arquetipos más
universales como el tropezón y el «quiero y no puedo», pero el actual
incluye, además de estos, más arquetipos sicológicos y juega más con
las emociones del público, proponiendo también situaciones cotidianas
con las que el público se identifica.
Y la magia es que el payaso no interpreta lo que le pasa, lo vive y
reacciona a cualquier impulso externo (es un desinhibido por
excelencia), y con su nariz roja y desafiante, se ríe de los
descalabros, del desorden y las desbandadas existenciales que de alguna
forma siempre nos acompañan, a lo mejor hechas en parte para aprender a
reír. ¿No sabe reírse a carcajadas por doce horas continuas?, pues
inscríbase a un curso de técnica clown (así se le conoce en el mundo
teatrero, no es por privilegiar a palabra sajona) y verá lo fácil que
es lograrlo, gozando además de todos los beneficios y, en el inter,
regale sonrisas en vez de malas caras y coopere para que el mundo sea
más agradable.