El show fallido - LJA Aguascalientes
16/11/2024

Al gobierno usurpador le falló una vez más la puesta en escena del simulacro de seguridad nacional que Genaro García Luna, titular de la Secretaría de Seguridad Pública,  montó en el aeropuerto de Cancún para mostrarle al mundo la “eficacia” del Estado Mexicano en materia de terrorismo en momentos en que era necesario y urgente desviar la atención del pueblo por los pésimos resultados obtenidos en el combate al narcotráfico y particularmente para mitigar el rechazo nacional al paquete económico presentado al Congreso  por el secretario de Hacienda, Agustín Carstens.

Sólo una empresa de aviación  como Aeroméxico, ligada al FOBAPROA y
a la evasión fiscal pudo prestarse  a la farsa terrorista  que tuvo en
las primeras horas los resultados esperados ante la expectación mundial
por conocer el perfil del “comando terrorista” que pidió hablar con el
presidente de la República, acaso para poner a prueba la  “capacidad
negociadora” del gobierno ilegítimo.

El sesudo operativo para rescatar con vida a los 104 pasajeros que
nunca se enteraron del “acto terrorista”  hasta que la aeronave tocó
tierra y la tripulación les informó del “secuestro”, tuvo un grotesco
desenlace tragicómico por las razones expuestas por el solitario
“terrorista” quien resultó ser un pastor y cantante de origen boliviano
enviado por Jehová para anunciar desde tierras mexicanas, la última
revelación divina que habría de salvar a la nación de amenazas del
demonio. El temido “secuestrador” transformado en una estrella más de
Televisa, desmintió con micrófono en mano, traer consigo una bomba
explosiva afirmando que sólo utilizó unos botes de Jugo Jumex con
tierra, adornados con foquitos de colores, artefacto que sirvió para
“asustar” a las fuerzas de seguridad nacional que cedieron a las
pretensiones del “secuestrador”  evitando con ello el estado de terror
que “amenazó” la estabilidad social de la nación mexicana. Así, la
inteligencia policial mexicana, “sepultó la amenaza terrorista”
mostrando a México como un país más victimado por el terrorismo y así
justificar, la reforma al Código Penal Federal, que en su artículo 139
sanciona el “terrorismo”, pero “criminaliza la protesta social”
haciendo posible que luchadores sociales sean acusados de terroristas y
condenados hasta por cuarenta años de cárcel a todos aquellos que se
involucren en movimientos sociales o políticos con tal apasionamiento
que pueda confundirse con excesiva violencia.

En México, el “terrorismo” no forma parte, de la problemática
nacional como lo pretende hacer ver el gobierno calderonista.  Las
marcadas desigualdades sociales, los deteriorados e inoperantes
sistemas públicos de salud y educación, la inocultable corrupción de la
función pública, los enormes huecos legales de una democracia formal
impugnada, la ofensiva del crimen organizado que no guarda relación
alguna con organizaciones terroristas, el evidente retroceso en materia
de derechos humanos y el escandaloso régimen de privilegios fiscales a
favor de los que impusieron a Felipe Calderón, son los verdaderos
problemas que requieren de reformas  a las leyes en lugar de estar
pensando en el terrorismo.

Cuánta razón tuvo Miguel Ángel Eraña, constitucionalista de la
Universidad Iberoamericana, al afirmar que el artículo 139, “debe ser
nuevamente analizado, porque no sólo se favorece la persecución
política, también se le da manga ancha al Estado, por medio de sus
instituciones de seguridad política como el Cisen, para intervenir en
las investigaciones, al prever la penalización de la protesta social,
que en cualquier país es un derecho fundamental de la democracia y la
libertad de expresión”.

El show fallido del gobierno usurpador nos hizo recordar lo que el
Virrey  de Lacroix sostuvo en el siglo XVIII, al decir que los
mexicanos nacimos para callar y obedecer, no para ocuparnos de los
altos designios de la política.

La reforma al artículo 139 del Código Penal Federal ni es precisa,
ni concreta y abre la puerta para que cualquier protesta social sea
considerada por el Estado como un acto de terrorismo, delito que aún no
ha sido tipificado por la Organización de las Naciones Unidas. Mientras
tanto, el show del gobierno usurpador tendrá que continuar, no sabemos
hasta cuándo.


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