Yo leo - LJA Aguascalientes
15/11/2024

A eso suelen reducirse las alarmas: a cosas que siempre han sucedido, normales en una lengua viva, y hablada por tantos millones.

(Antonio Alatorre)

 

El refrán “más vale tarde que nunca” aplica también a los libros. Fuera de las modas (“todos a leer a Murakami”) o de las obligaciones (“hay que leer a Cervantes”), la mayoría de los volúmenes nos esperan. Quizá junto a la cama, quizá en una biblioteca. Quizá en el librero de un amigo, quizá en una librería de viejo. O, menos probable, en una donación inesperada.

Los 1001 años de la lengua española suena a table book lleno de hermosas ilustraciones (del tipo “los 1001 discos que hay que escuchar antes de morir” y tonterías semejantes). Y, en efecto, la primera edición, una auspiciada por Banamex, el texto nació como acompañamiento para las imágenes históricas. Después, dado lo interesante del texto, nació una más humilde en forma de texto simple en 1998. Y, al final, una (hasta ahora) última edición en la “Biblioteca para la actualización del maestro” en el 2003.

Antonio Alatorre es, sobre todo, un maestro, en el sentido steineriano de la palabra que asciende, en, por ejemplo sus artículos filológicos más académicos a alturas donde es difícil seguirle, y que explica deleitando, al más puro estilo clásico, como en este caso en que se empeña en escribir la biografía no de un personaje sino de una lengua. Porque “los individuos capaces de exhibir una historia continua de su familia a lo largo de tanto tiempo son relativamente raros. Pues bien, eso que es raro en la historia de los individuos es, en cambio, frecuentísimo en la de las instituciones sociales: el derecho, las religiones, las costumbres, las artes, todo lo que solemos llamar fenómenos culturales. Y de estos fenómenos, los que tienen la más larga historia continua son las lenguas del mundo”.

Desde estas palabras de la introducción Alatorre va llevando al lector de la mano, en un lenguaje accesible que para nada descuida la exactitud, por una historia tanto, aunque suene redundante, histórica, explicando las circunstancias políticas y sociales de cada evolución en el idioma como lingüística con ejemplos amenos y fácilmente recordables para una conversación de café en que se hace el silencio.

Una de las cosas más interesantes del libro es que cuanto más alejado está el lector de la época histórica que trata, más profundiza, dando una lección de historia y de lenguas vivas, aunque ahora ya nos parezcan muertas, que van cambiando y evolucionando. Del indoeuropeo, perfectamente explicado en apenas unas páginas a los mil cambios que va sufriendo el latín hablado. Divide, muy inteligentemente, el castellano, denominación que explica por qué usa (aunque en el capítulo final usa y titula “español), en nacimiento, consolidación y apogeo, un apogeo que dura tres capítulos extensos y amenos.

Es difícil elegir, ante la tentación de quedarse con todo y de que cada lector es un mundo, qué destacar o  qué capítulo señalar como fundamental, aunque como opción puramente personal resultan apasionantes (son más una novela que una historia de la lengua) los tres subcapítulos seguidos que tratan “el nuevo mundo”, “humanismo y antihumanismo” (“la más controvertida de todas las de la era moderna, la más conflictiva, o sea, la más apasionante”) y “España y Europa”. Y, por supuesto, el placer de volver a leer una de aquellas jarchas de principios del idioma: “¿Qué faréi, mamma? / Meu al-habib est ad yana”. O sea, “¿Qué haré, mamá? / Mi querido está a la puerta.”


Ya nos son 1001 años, pero siguen siendo ciertos. Y todo con el valor de quien sabe que su objeto de estudio es, sobre todo una lengua viva. “y no hay el menor peligro de estancamiento en una uniformidad académica. La novela de lengua española de hoy prodiga palabras y construcciones ajenas a los usos académicos, pero vivas en las distintas partes del orbe hispanohablante. Y la poesía, escrita a menudo en una lengua desprovista de referencias geográficas, está sin embargo muy lejos de la sosa indiferenciación de que soñaron los casticistas. La literatura española goza en los tiempos actuales de muy buena salud.”

Las cuatro de la madrugada

De Wisława Szymborska. “Hora de la noche al día. / Hora de un costado al otro. / Hora para treintañeros. // Hora acicalada para el canto del gallo. / Hora en que la tierra niega nuestros nombres. / Hora en que el viento sopla desde los astros extintos. / Hora y-si-tras-de-nosotros-no-quedara-nada. // Hora vacía. / Sorda, estéril. / Fondo de todas las horas. // Nadie se siente bien a las cuatro de la madrugada. / Si las hormigas se sienten bien a las cuatro de la madrugada, / habrá que felicitarlas. Y que lleguen las cinco, / si es que tenemos que seguir viviendo”.

Banda sonora

Para lo que tú quieras / ya sabes que puedes contar conmigo. // Cuenta conmigo / cuando estés rodeado por enemigos, / cuando nadie te llame, / cuenta conmigo. (“Deseando una cosa”, Los Planetas).


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