¡Vamos a ganar! (V) - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Otto Granados entregó Notaría a Armando López. 

Atrás quedó el servicio diplomático del profesor Olivares, del grupo UPA (Unidos por Aguascalientes), la democracia efectiva de Felipe y desde luego Don Roberto Díaz y su gestión en COPARMEX. 

La concesión del servicio de agua potable, el alza al predial, la situación económica nacional, la división de los priistas, el veto al programa radiofónico de Ferriz  al entrevistar al “Mosco” así como algunos aciertos de la oposición; entregaron como resultado  la unificación de sectores mayoritarios de la sociedad que al grito de “a mí  no me echen la culpa, yo no voté por el PRI” o el “acepta lo que te dan, pero vota por el PAN”  aquel 6 de agosto de 1995, al acudir a votar, instauraron la alternancia en la entidad. 

Fernando Gómez trató de ser un presidente municipal eficaz, sus compañeros  de partido y competidores por la sucesión se encargaban de presentarlo como un representante del montón, los dardos eran enviados desde la legislatura federal, desde  algunas subsecretarías y de los sectores excluidos de la “nueva generación”. 

Enrique Pasillas al término del proceso solicitó la dirigencia de su partido encontrando una férrea oposición del círculo cercano al mandatario, el razonamiento de Pasillas era lógico,  partir del capital político existente e iniciar la recuperación como  han hecho los partidos modernos, sin embargo el celo sucesorio pudo más y el candidato al que vencieron sus propios compañeros decidió poner tierra de por medio. 

Los que se quedaron a la vieja escuela de “no importa lo que quede, pero lo que quede que sea mío”, iniciaron la guerra por los despojos, unos formados con los “Fernandos” y algunos más desde el CEN  con sus sectores y desde la subsecretaría de asuntos religiosos donde el profesor Enrique había colocado al notario Armando López. 

Los siguientes tres años transcurrieron entre la irreverencia de Alfredo y la intolerancia de Otto, ambos con sus razones, sus estilos, motivaciones y la sociedad en medio. 

Alfredo era aún antes de asumir, “el candidato natural del PAN al gobierno del estado”, Granados debatía entre sus afectos fraternales, sus intereses y su forma de influir en el gran dedo elector. 

El gobierno priista fue avasallante en su lucha mediática contra el Mosco, éste se refugió en la sociedad, contra la obra material del estado; el mandatario municipal se confortó presupuestalmente en la “obra humana”, en los Miércoles Ciudadano, en los Comités de Colonos, en el Programa de Acción Compartida, en el 080, en la ciclo policía, en el relleno sanitario, los camellones,  los parques y jardines arreglados como nunca, la catrina, los festejos por el aniversario de la ciudad, la descentralización en delegaciones, etc… El PAN y su gobierno se acercaron a la población, el priato  se concentró en  la sucesión. 


Acción Nacional y sus militantes utilizamos el discurso del cambio que durante tantos años fue anhelo colectivo transformado en grito de campaña, desde 1939 hasta el 2000 cuando se nos acabó el cambio y terminamos peleándonos entre nosotros mismos, – esa es otra historia-. Volviendo al tiempo inicial de la alternancia los futurólogos decían que difícilmente Alfredo aguantaría la presión asfixiante de Granados quien cada vez apretaba más al gobierno capitalino. 

Otto acudió al congreso local a la ceremonia de clausura del periodo de sesiones, el discurso oficial  fue consensuado, lo diría un perfil que de “No a la confrontación”, es decir, “ni Mijangos, ni Fernando Herrera” -vetados por el ejecutivo-,  entonces convencimos al coordinador de cambiar el discurso y denunciar públicamente y en su presencia el golpe de estado que desde el titular del ejecutivo estaba fraguando contra el alcalde Reyes. 

  La reacción del ejecutivo fue agresiva, – nos llenó, en sesiones consecutivas, las gradas del palacio legislativo de reventadores para lavar  “la afrenta”-. Los grupos priistas en la Ciudad de México ajenos a Granados lo descalificaron en Gobernación y no porque les conviniera defender la causa panista, pero sí abonar a su propia causa de grupo confrontado contra el gobernador a quien minaban un día sí y otro también solicitándonos frecuentemente información “pues las cosas no podían seguir así” -argumentaban como buenos samaritanos-. 

Entre tiros y tirones, oficios y oficiosos, apoyadores interesados y desinteresados  llegó la elección de 1997. Otto empujaba por Óscar González para el segundo distrito tratando de hacerlo el candidato del centro, Fernando Gómez para el tercero que era el distrito que más le acomodaba al PRI  y que en este caso sería para el presidente local del partido y por la zona rural se empujaba a don Augusto Gómez como una concesión al sector campesino. 

López Campa solicitaba apoyo a don Arturo Núñez. 

Al fin el centro definió que por el uno iría el “campesino”, Óscar González, por el dos Armando López y  por el tercero Fernando Gómez. 

En el PAN las presiones de la alcaldía querían inhabilitar al presidente del CDM, Benjamín Gallegos,  -a quien destapé para evitar cualquier sanción, pues era evidente que el “Bronco” no era lo que puede llamarse muy disciplinado y menos prudente, las condiciones de aquel tiempo me llevaron  a promoverlo y hacerlo candidato junto con otros panistas-. A él le compitió José Luis Gutiérrez, asesor en ese entonces de Felipe González. El distrito dos era el más favorable para el PAN y por ese compitieron. En el tercer distrito propusimos a Ricardo Magdaleno quién venía de la CMIC y de colaborar en COPARMEX con el hombre de 5 de mayo. En el uno, el más difícil para el PAN se propuso a Gonzalo Tristán oriundo de Cosío. 

Los priistas no quedaron satisfechos de su selección: 

“Gracias gobernador, me acaban de informar del partido que voy a ser candidato por el segundo y sé que sin tu ayuda no hubiera sido posible” socarronamente cuenta Armando López le comentó por teléfono a Otto quien amablemente correspondió: -Qué bueno que el partido sabe escoger. En cuanto llegues me buscas para iniciar de inmediato pues los “amigos” tienen que ganar-. 

En esa campaña el gobernador del PRI encarceló a unos compañeros que tuvieron la osadía de repartir propaganda que cuestionaba su administración de manera numérica,   “ULTRAJES A LA AUTORIDAD” fue el delito imputado e inventado. 

De la misma manera el “Bronco” fue exhibido como un delincuente. 

Ambos acontecimientos llenaron de simpatías al PAN y de animadversión al PRI  y su gobierno que se negaba a la aceptación de la alternancia como forma de convivencia política. 

El PRI ganó dos distritos, el uno identificado como el rural y otro en la capital -el tres- por escasos seiscientos votos. 

El PAN ganó el segundo con el “amigo” Benjamín y perdió el otro amigo Armando. 

Previo al año electoral local el PRI aún parecía tener mayoría, ganó contundentemente el uno, perdió el dos por un poco más de dos mil votos y tenía el tres por un poco más de seiscientos, el saldo aún era favorable. La carrera por los últimos cien metros iniciaba en el PRI. El servicio diplomático y su aceptación rendirían frutos posteriormente. 

El escenario empezó a complicarse para el gobernador con su partido, el plan “B” empezaba a ser necesario. En el PAN las cosas de la lucha fratricida del alcalde con el ejecutivo no dejaron remanente para el presidente municipal. Ricardo Magdaleno hizo una buena campaña dadas las condiciones pero no alcanzó, terminamos pagando el derecho de piso.


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