En la experiencia como investigador de Ramiro Velázquez, patentar los resultados de sus trabajos de investigación ha resultado “tortuoso”, pues se trata de procesos muy largos y caros, que saturan aún más la carga de trabajo.
Actualmente, en conjunto con la Universidad Panamericana (UP), el especialista en robótica, tiene iniciados los procesos de patente de aparatos como el “Tactobook” (La Jornada Aguascalientes, lunes 8 de junio de 2009, página 14) y otros dispositivos de apoyo para invidentes y débiles visuales. Son sus primeras patentes ante el Instituto Mexicano de Propiedad Intelectual (IMPI).
Explicó que en primer lugar, debe presentarse ante el gobierno una descripción detallada de los antecedentes y el proyecto en sí, lo cual dijo entender, pues debe corroborarse que en ningún otro lugar del país o del mundo exista algo igual, cosa que todavía prolonga más el proceso, que ronda el año de duración.
Lo anterior, aún teniendo todo el papeleo requerido.
En cuanto al costo, lo último que supo, dijo –él se encarga más de la parte académica-, es que la patente de un producto cuesta entre 85 mil y 100 mil pesos; éste es el principal obstáculo que vio, pues ante los escasos recursos que se destinan a investigación, “si me dicen paga 80 mil pesos, pues la verdad prefiero explotarlos académicamente o darlo a conocer académicamente, que patentarlo”.
Velázquez Guerrero indicó que la patente es una protección comercial y la mayoría de quienes se dedican a la investigación científica tienen un interés netamente académico y de utilidad social, por lo cual la actitud del entrevistado podría tenerse como general.
Por otro lado, afirmó, hay universidades que patentan las creaciones de alumnos y profesores, conservándoles el crédito, para venderla a quien esté interesado en una producción industrial, lo que ayuda a proteger el trabajo intelectual invertido en cada invento.
Por lo anterior, si los trámites a nivel nacional resultan engorrosos, muy difícilmente un científico aspirará a una patente de carácter internacional.
Ramiro Velázquez reconoció el arduo trabajo que implica la investigación previa a otorgar una patente; consideró adecuado que las universidades las manejen en cuanto a producción industrial, pero también vio la necesidad de agilización de los procedimientos que se llevan a cabo en el país y sobre todo la reducción de los costos.