Joven autor hidrocálido concluye su primera novela, mientras estudiaba - LJA Aguascalientes
16/11/2024

Hace poco más de un año que Gustavo González concluyó sus estudios universitarios: comunicación, en la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA), con un énfasis en la publicidad y casi inmediatamente ganó una beca del gobierno estatal para estudiar un diplomado en Negocios Internacionales en China.

Luego de un trabajo que comenzó en México y que concluyó en ese país; este joven aguascalentense recién terminó su primera novela y espera que CONACULTA lo apoye para su publicación; mediante correo electrónico y chat, concedió una entrevista a La Jornada Aguascalientes.

La Jornada Aguascalientes (LJA): ¿De qué trata la novela?

Gustavo González (GG): de esa paradójica porción de realidad que enmarca el futuro de las nuevas generaciones. Es la promesa de la reinvención en medio de un panorama que se encuentra atascado en una realidad intermedia. Son las historias de ocho típicos jóvenes que confluyen en sus diferencias y se autodestruyen en sus coincidencias; es acerca de la vida misma y cómo la interpretamos; de actitudes, pero meramente de sentimientos y la manera en que validan este caos existencial.

LJA: ¿De dónde nació la idea, qué te inspiró?

GG: Siempre quise escribir algo real, honesto. Mucho antes de la idea de la novela, la escritura siempre fue un receptáculo para plasmar extractos del presente que comparto.

En mis días de universitario observaba a los estudiantes y me gustaba desmenuzarlos, si el término cabe; luego pensaba que cada porción de existencia es fabulosa y de mera observación de conocidos y extraños y sus interacciones casuales con mi rango de visión, surgió la idea de la novela.

Quería que tuviera ese toque de lo ajeno, disfrazar de rutina los aspectos que verdaderamente importan de las personas y prescindir de crear faramallas en la trama o ensalzar a irreales protagonistas infaliblemente carismáticos. Quería retratar rostros que uno ve en la calle, plasmar en la historia un paisaje lóbrego o un místico claroscuro, como se quiera ver.

LJA: ¿En ella han influido tus vivencias fuera de tu país o alguna situación en específico en China?


GG: No es una novela biográfica, sino un compilado de “intrusividad” siguiendo las notas que el mismo entorno me iba marcando. Aún así, el entorno jugó un papel importante. Siento que fue una mezcla bien amalgamada.

La novela avanza en complejidad conforme los capítulos van avanzando y todo ello sucedió en el mismo calendario que me vio comenzar a escribirla en la rutina de mi país y luego en China, donde creo se logró verdaderamente explotar esa dualidad que estaba buscando entre lo pasajero y lo intrapersonal.

No está enmarcada en tiempo ni lugar determinado, no sentí que fuese relevante; es acerca de la vida y ésta fluye en cualquier tiempo y espacio.

LJA: ¿Tiene influencia o tradición de algún autor?

GG: No creo que tenga más influencia que de estos personajes urbanos. Ninguno existe en realidad, son un compilado de caras ajenas, de gestos espontáneos, de conversaciones en las que no estaba invitado y de escenas que no debía presenciar. Ese típico entorno que nos rodea y que a veces ignoramos por funcionalidad.

LJA: ¿Por qué el interés en la literatura, si tienes una especialidad en publicidad?

GG: Creo que todo va interconectado. ¿Quieres saber cómo es una población determinada en un espacio de tiempo determinado? Observa su publicidad.

La publicidad es maravillosa: te permite explorar al ser humano a través de códigos básicos de imagen; es reflejo de la sociedad, sus intereses, la configuración de su escala de valores. El público la comprende porque refleja su realidad, lo entiende a la perfección y por eso hay una respuesta en retribución.

Es ciertamente un estudio antropológico porque aunque su fin sean cuestiones financieras, sus recursos son expresiones culturales.

La literatura es más pasiva, contempla y genera, pero no pretende una interacción inmediata. Su lenguaje es persistente, no efímero. Y a través de recursos en común, utilizados con distintos fines, una y otra son el reflejo de la humanidad, baluartes de la antropología.

La literatura refleja realidades que pretenden ser utopías, la publicidad ofrece utopías que son factibles de volverse realidades. Nunca he sentido que una y otra sigan caminos contrapuestos, más bien a momentos se encuentran, pero nunca se mezclan.

LJA: Sobre China, ¿qué ha sido lo que  más y lo que menos te ha gustado de la cultura/educación/tren de vida?

GG: Lo que más me ha gustado es darme cuenta de las numerosas coincidencias que existen entre China y México.

A uno desde pequeño se le fomenta la idea de que China es el lugar más alejado, inhóspito e inaccesible, hasta que te das cuenta de lo contrario. Es sorprendente además, encontrarte fracciones de cultura milenaria a cada paso que das, toparte con reminiscencias del esplendor del pasado y sentirlo aún vivo en el folclore de la población. China es por donde quiera que se le vea un país inmensamente rico.

No creo que haya algún aspecto negativo; quizá lo más difícil -no intolerable- es caminar con bandera de extranjero. China guarda con recelo ese fervor nacionalista y el simple hecho de insertarte en su modus vivendi, es un persistente recordatorio de alienación. Es una muralla inquebrantable. Finalmente por mucho que hables chino y te comportes como tal, tu cara siempre delatará que no lo eres.

LJA: ¿Qué debe aprender México de allá?

GG: El sentido de responsabilidad, la solidaridad, el compromiso social, el patriotismo, son valores presentes en todos los chinos. Pero lo que más envidié es su eficiencia. No necesitan capataces, ni instructores detrás de ellos en el trabajo, no se excusan en sindicatos, huelgas y obscenas o protestas para perder el tiempo. No codician más que lo que merecen según su trabajo y son profesionales en todo momento al tiempo de realizar sus labores.

Si México tuviera un poco de la cultura laboral de China, desde los obreros, hasta los gobiernos, otra historia sería. Pero siendo realistas, el meollo del asunto es ése, que en México nadie queremos trabajar, todo lo queremos caído del cielo. Pero eso sí, para quejarnos estamos más que pintados.

LJA: ¿Qué debe aprender China de México?

GG: La libertad en su forma más pura, es satisfactorio poder tener voz y no tener que camuflajearte con la vox populi. Esa libertad que inclusive no se refleja en las expresiones de arte moderno en China, las cuales dejan mucho qué desear. Parece que estuvieran tan concentrados en exaltar el pasado que olvidan que el presente exige nuevos recursos estéticos. Todas y cada una de las artes se encuentran suspendidas en un tiempo y espacio que no corresponden al dramático cambio en la configuración de las ciudades.

Sin embargo es un proceso lento de adopción de una nueva identidad y valores nacionalistas que tardará tal vez medio siglo más en tomar forma.

México en ese sentido es magno, la producción de arte en todos los rubros es avasallante, la posibilidad de opinar es tal, que casi raya en el libertinaje irresponsable y las culturas urbanas, las minorías, la cultura alternativa citadina tiene verdadera validez en todos los espacios.


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