Los primeros indicios de un cambio en términos dramáticos son llamados presagios, irrupciones de una nueva configuración. En ciencia, antes de que se manifieste una transición de fase (como la del agua en su estado líquido al hielo), el nuevo orden que se va a establecer comienza a observarse en pequeños lugares del sistema. Con base en estas fluctuaciones los científicos pueden predecir el fenómeno del cambio aunque éste aún no sea aparente. Para un ojo bien calibrado las señales más sutiles no pasan desapercibidas.
Igual sucede en un drama: un cambio en el tono de voz de un personaje, un sueño, una fluctuación en el paisaje exterior, la ruptura de un espejo, la presencia de un pájaro, son indicaciones de que se desencadenará, irremediablemente, una secuencia de acción. En estas cadenas, la ciencia sabe leer relaciones obvias entre causa y efecto mediante la simple observación: el humo, presagio del fuego; la nube negra se correlaciona con una tormenta. Existen otros nexos que se revelan con un mayor estudio y registro sistemático de lo que miramos: los ojos se vinculan al hígado (ojos amarillentos y hepatitis); los griegos descubren que las estrellas son indicios de lo que acontece en el campo de labranza: cuando Las pléyades, las hijas de Atlas, se observan en lo alto del cielo oscuro se marca el tiempo de la cosecha; cuando están en la parte baja del cielo, es el tiempo de arar y sembrar.
Si es cierto lo planteado por Heráclito de Efeso, de que todo está comunicado con todo, la forma de una nube, el aullido de un perro, la irrupción de un escarabajo en una consulta del doctor Jung, pueden estar vinculados de maneras sorprendentes con otros hechos. El espíritu humano presto a encontrar sentido —en medio de tanta incertidumbre— busca indicios, gestos secretos de la naturaleza, noticias adelantadas de lo que está por acontecer. Ello puede conducir a supersticiones, mitos y leyendas, pero también a sincronicidades, a descripciones de enorme belleza en las que se entrevé la unidad de la vida (incluso en las correlaciones más absurdas).
Si le rascamos un ratito podríamos inventariar en nuestras tradiciones personales, familiares y colectivas cuáles son los presagios peculiares de muerte y de vida, de secuencias desastrosas y afortunadas. Nos sorprenderíamos.
Un ejercicio de esta naturaleza se encuentra en un libro escrito en sánscrito, de un astrónomo, poeta, arquitecto, matemático y músico llamado Varahamhira, cuya misma vida —como se puede apreciar— ya es una correlación de lo más disímbolo. Este sabio que vivió en la India en el siglo VI de nuestra era, integró conocimientos enciclopédicos y mapas de estudio de una diversidad asombrosa: desde geografía, meteorología, agricultura, zoología, flora y botánica hasta ciencia médica, gemología, escultura, iconografía, gramática, perfumes y erotismo. Varahamhira es autor de tratados sobre lo que quieren decir los distintos movimientos de pájaros y animales, los presagios del agua, los augurios climáticos. Se trata de una lectura fabulosa en el pleno sentido del término. Independientemente de que las correlaciones sean o no válidas, sorprende la capacidad de observación de los más ínfimos detalles. Veamos algunos ejemplos:
De lluvia:
—La lluvia inmediata se indica cuando los gatos rascan con vehemencia el suelo, se acumula la herrumbre en las vasijas de bronce —con olor de carne seca o pescado— y los niños construyen puentes en los senderos.
—Otras indicaciones de lluvia: las hormigas cambian sus huevos sin problema, las serpientes copulan, las víboras descienden de los árboles y las vacas saltan.
—Si los camaleones colocados en lo alto de los árboles fijan su mirada en el firmamento y las vacas o toros miran hacia el sol habrá una lluvia de gran duración.
—Si el sol resplandece con rayos quemantes en un cielo sin nubes y el cielo nocturno, con estrellas brillantes, se ve que florece como un lago salpicado con brotes de lilas, habrá lluvia abundante.
Desgracia:
—Se dice que un rey morirá cuando los puntos cardinales están cubiertos con polvo que semeja la masa de una oquedad oscura y hace que las montañas, ciudades y árboles sean indistinguibles.
—Si surge humo sin fuego y el polvo y la oscuridad se esparcen durante el día podría haber un peligro sin precedentes. De igual forma, la desaparición de las estrellas por la noche así como la imposibilidad de mirarlas durante el día, tiene un efecto muy dañino.
Abundancia:
El crecimiento abundante de flores y frutas en los árboles indica la excelencia de las cosechas. Se puede inferir la felicidad de la humanidad a través de los mangos.
Fortuna:
—Una tortuga que tiene el color del cristal o de la plata, marcada con líneas azules, con un cuerpo con la forma de una vasija hermosa o una tortuga con cuerpo rojo, adornada con manchas que parecen semillas de mostaza blancas, otorga a quien la tiene en casa el dominio sobre todos los monarcas.
En el texto se acota que la actual tradición de tener en casa pescaditos multicolores y tortugas en cajas de cristal —acuarios— es un vestigio de una antigua costumbre de los reyes. Lo que queda claro es que la aparición de la belleza y la imaginación en nuestro entorno es augurio de una vida digna. Esa es una de las tareas de los hacedores de suplementos culturales. ¡En buena hora!