Aprender a aprender (I) - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Esta concepción del aprendizaje, se ha implantado como un amuleto y tarabilla del soso lenguaraz coleccionador de palabras y de toda la tropa educativa e incluso del los agentes educativos serios.

Si preguntamos a un maestro ¿qué entiende por ‘aprender a aprender’? nos contestaría que hay que privilegiar en la enseñanza dos cosas: que los alumnos estimulen su inteligencia y que adquieran los métodos fundamentales para buscar información, asimilarla, procesarla, resolver problemas y enriquecer sus conocimientos con autonomía.

En este concepto de aprendizaje, aparece dos veces el verbo ‘aprender’ la primera se refiere al desarrollo de una capacidad, la segunda a su aplicación. Es la aplicación  -la consecuencia- el concepto que se tiene.

Aparece hace, aproximadamente 40 años con el cognocitivismo que enfatizaban la construcción del conocimiento y las estructuras, con los sistema abiertos,  la conciencia de los cambios tecnológicos y sociales que obligan a un aprendizaje permanente llevado a cabo con independencia por el educando…

La educación es efectiva en el efecto logrado, no en las palabras, por bellas que sean. Tampoco bastan las orientaciones legales, curriculares, no basta entender los procesos sicológicos que hay que propiciar en los alumnos, para que el primer “aprender” del enunciado cobre todo su sentido.

No basta el propósito general de estimular el desarrollo de la inteligencia de los estudiantes y de proporcionarles algunos métodos para que sigan aprendiendo por su cuenta. Esto último, es lo que pretende la multiforme y variopinta oferta de métodos, técnicas, recetas y recetitas de estudio. Que a menudo se basan más en la promoción de una actitud voluntariosa ‘echarle ganas’ asentada en un océano de ignorancia, añadido al océano de ignorancia y confusión, reinantes, hoy día, de hecho, incluso entre los conocedores, sobre que sea eso del aprendizaje: ‘misterio de los misterios’ educativos.

En resumen, una defensa de un confuso, profuso y difuso auto didactismo. Lo cual no está mal, pero es muy incompleto y francamente irrelevante.

Según un autor, para comprender qué es el aprendizaje en el sentido en que se utiliza el primer aprender en “aprender a aprender”, hace falta que los alumnos experimenten dos transformaciones profundas y absolutamente insustituibles: la apropiación de su conciencia racional y la familiaridad con las diversas operaciones de su inteligencia. “Todas las personas mínimamente educadas y habituadas a pensar en su vida cotidiana podrán recordar cuándo y cómo experimentaron lo primero: hubo un momento en su adolescencia en el que tomaron conciencia de que “conocían”, comprendieron lo que era la intelección como acto personal y empezaron la tarea de  “entender el entendimiento”.

Hecho lo anterior, empezaron a identificar  (y es el segundo proceso) las diversas operaciones de su inteligencia, a asombrarse de ellas y a familiarizarse con su funcionamiento; así empezaron a controlar conscientemente su vida intelectual y sus capacidades.


Estas dos experiencias dejan en todo hombre o mujer educados lo que podría llamarse un hábito heurístico al ejercitar su inteligencia: han descubierto que conocen, aprenden, relacionan, sistematizan, analizan, intuyen, verifican, contrastan, inducen y deducen, imaginan hipótesis, dialogan consigo mismo e integran gradualmente todo lo que van aprendiendo. Esto es lo que significa el primer “aprender” cuando se logra aprender a aprender; y este es el aprendizaje que requiere la sociedad del conocimiento a la que nos encaminamos. Los países que logren generalizar en su población esta manera de aprender sobrevivirán; los que no, no.”  (Latapí 2001: p. 156).

Esta formulación no me parece que se aplique a los mínimamente educados’, corresponde mas bien, a un comportamiento de elite, selecta, superdotada, con un elevado nivel de conciencia sicológica, casi, casi, genial.

Posiblemente sea el caso de los Einsteins, los Feynemanns,  o al menos el adolescente que retrata P. S Buck en “El silencio de un adolescente” o en el retrato de un Artista Adolescente de J. Joyce, que muy de vez en vez -2% de la población- anda en circulación en el primer mundo: nada queda para los ciudadanos del tercero, cuarto y quinto mundo.

Además, según el autor, la posibilidad se ubica al inicio de la adolescencia, por un acto poderoso de introspección; deja en la penumbra toda una docena de años de vida del individuo que tiene una relevancia estratégica indiscutible en el desarrollo de la inteligencia, en realidad la toma de conciencia es factible que se dé en la adolescencia; y esta es sólo un indicador de una actividad que viene desde mucho tiempo atrás. Así, la autonomía que propone es consecuencia de las condiciones de posibilidad de la primera etapa: la de  inteligencia práctica, misma que tiene precedencia genética sobre la inteligencia reflexiva de la que habla el autor. Luego da relevancia a una consecuencia y no a la causa de la inteligencia. También Juan Pueblo y la democracia merecen su oportunidad.

La inteligencia inicia, se nutre, se sostiene, por la actividad; con la precisión de una sola palabra: la inteligencia es actividad, se desarrolla por la acción. Mi acción, es el manantial de mi inteligencia, mediante la abstracción y generalización de la misma acción, siempre y cuando lo que hagamos tenga sentido y la hagamos con atención,  con el gusto de la acción bien hecha y terminada.

Y sostengamos simultáneamente una actividad de abstracción mediante la reflexión prospectiva y retrospectiva, de las acciones llevadas a cabo, reflexión que se convierte en filtro y crisol de la acción hecha con pericia. Los campeones mundiales de ajedrez han practicado estrategias –cadena de acciones con una finalidad- durante 32,000 horas. Los pianistas conquistan su estilo con varias horas de práctica diaria, durante años. El atleta olímpico M. Phelps que ganó 8 medallas en las últimas olimpiadas: entrenó durante ocho años 72 kilómetros diarios de nado en mar abierto, a excepción de ¡5 días!

Durante el proceso de repetición de la acción, ésta se refina hasta alcanzar las más altas cuotas de eficiencia: se elabora y la elaboración permite desplegar alternativas, de las que se seleccionan las más eficientes, durante el ejercicio se logra el automatismo y con logra la ejecución segura, luego viene la aplicación y se sistematiza coyunturalmente según la situación, el contexto, los objetivos, y los problemas, el sujeto despliega su acción y su dominio se expresa con estilo y versatilidad.

Es por ahí que se va desarrollando el control consciente de las distintas operaciones de una inteligencia que sabe ‘aprender a aprender’. Sin embargo, la inteligencia, no se agota en el control consciente, el cual puede tener auge en algunos adolescentes y adultos: no todos llegan a ser expertos. Como se acaba de mencionar, el control consciente de las operaciones intelectuales, incluye el automatismo, los hábitos, la costumbre, las rutinas porque son la infraestructura de las operaciones intelectuales superiores de los desempeños inteligentes sutiles y plenos del experto. Tal es la tesis central de la corriente sicológica conocida como cognoscitivismo genético, que estudia la autorregulación de la acción por el sujeto sicológico concreto, durante los últimos cincuenta años, con el nombre oficial de estudio de la creatividad.


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