Los actuales días son adversos para la razón en gran parte del quehacer político de nuestro estado. Después de que el pasado 5 de julio el Partido Acción Nacional obtuvo el triunfo en dos de los tres distritos electorales federales, la ola de ataques y descalificaciones entre los diversos grupos o fracciones del panismo local ha vuelto a ser noticia en los medios de información. Los personajes son heterogéneos y su peso político múltiple. Existen desde aquellos que aspiran una y otra vez a seguir ocupando cargos públicos de cualquier tipo y tamaño, acostumbrados como están a vivir del dinero público desde 1995 en que comenzaron a gobernar a una parte importante de Aguascalientes. Otros los hay quienes aspiran a consolidar dos elementos: la influencia en la toma de decisiones de todo tipo y sus grandes fortunas, oprobiosas para quienes no poseen empleo ni medios de subsistencia.
Es significativo que en días recientes el PAN sea la organización política que causa mayor significación en las páginas editoriales, en donde en general, quienes hacen pública su opinión acerca de los temas de cierta relevancia, consideren que algo grave está pasando al interior de dicho partido el cual, por lo menos formalmente, detenta el ejercicio del poder ejecutivo en nuestro país. En diarios nacionales se observa lo anterior; por ejemplo, el periódico Reforma del martes 28 de julio pasado dedicó sus principales espacios a presentar reflexiones acerca del tema, lo mismo que La Jornada en su edición nacional, El Universal, Milenio y varios otros en recientes fechas. Tal relevancia no tiene únicamente qué ver con la complicada sucesión en el Comité Ejecutivo Nacional ante la renuncia de Germán Martínez, quien se atribuyó (o decidieron atribuirle) a él solo la responsabilidad en la derrota que a nivel nacional significó para Felipe Calderón que el PRI volviera a colocarse como primera fuerza electoral en el Congreso de la Unión, y con ello se vea en la necesidad de negociar con dicha organización cualquier tema que por el legislativo transite.
En todo caso tendría que ver el interés despertado por otros aspectos que van más allá de la coyuntura: ya sea el difuso y en ocasiones inexistente contenido ideológico que el PAN presenta en los últimos años en que es gobierno, transitando del liberalismo germinal de algunos de sus dirigentes fundadores hacia la Democracia Cristiana en las últimas dos décadas del siglo XX; pasando por el catolicismo militante con el cual históricamente se le vincula, y llegando hasta nuestros días, en los cuales la adoración al poder y al dinero es lo que distingue a gran parte de sus figuras públicas. La dependencia entre la estructura organizacional y las estructuras estatales en todos los niveles es otro aspecto clave en la crisis partidista, sobreviviendo a procesos electorales y manteniendo posiciones sólo cuando la simbiosis partido – gobierno es perfecta. Procesos culturales y sicológicos aprehendidos por su militancia o la calidad de la gestión gubernamental podrían ser dos más de las variables que expliquen el fenómeno.
Sin embargo, es claro que la crisis existe y aún cuando Acción Nacional fuera capaz de recomponerse de la derrota experimentada, -rasgo que comparte con la contraparte que representa la izquierda mexicana, no así con su aliado común que significa el PRI- lejos están los días en que dicha organización estaba integrada por hombres y mujeres a los que se les consideraba simplemente “decentes”, quienes transitaban en el esfuerzo de una lucha política sin recibir en la mayoría de las ocasiones ninguna recompensa material. José García Muñoz, fallecido en 1997, fue uno de varios que incluso siendo en distintos momentos regidor, dirigente estatal y diputado local por Aguascalientes nunca vivió más que de forma digna y modesta, siendo ahora un nombre que seguramente poco o nada les dice a quienes gobiernan. Hombre íntegro e inteligente, poseía una nobleza que incluso no le permitió ver el germen del mal que se incubaba en personajillos como algún actual legislador local que en su momento fuera su suplente en el congreso, del cual no mencionaré su nombre, pero cuyos apellidos son Martínez González, un bufón que se pretende cortesano.
Lo de hoy es la acumulación a cualquier precio, no importando que la población viva en condiciones de marginación económica, social y cultural. Lo de hoy es formar parte de la feudalización de la política mexicana, en donde los gobernadores hacen negocios y retornan incluso de aparentes exilios. Valga recordar los meses pasados en que los rumores ubicaban al gobernador Reynoso con un pie fuera del estado, ya por la ingobernabilidad que se veía inminente o porque se le observaba como un pasivo, como un lastre para su partido en la arena electoral. Ello finalmente no sucedió, pero a diferencia de estos días en que dice que “él no deja nunca de gobernar”, en los meses anteriores las fotos de archivo ya causaban hasta ternura. Hoy también se da el lujo de ver la paja en el ojo ajeno sin observar la viga en el propio, al acusar la corrupción en forma de una supuesta doble nómina durante el gobierno de Felipe González; se dice transparente, honesto, con “capacidad para hacer grandes acciones, grandes obras”, como la colocación de tres fierros que supuestamente son el futuro Hospital Hidalgo, del cual “argumenta” le queda “la satisfacción hasta ahorita de haberlo iniciado, no contando con los recursos para concluirlo pero haciendo todo lo posible para un apoyo extraordinario, y que si no lo termina pues ya lo dejará encauzado”. (N. del autor: Esas obras sí se ven mi estimado gobernador, pero ¿qué tal si le quita unos costalitos de cemento a la Arena San Marcos, ese lindo regalito para TV Azteca?, le aseguro que lo “encauzaría” más aprisa).
Reynoso puede seguir festejándose a sí mismo ya que nadie más lo hace. Puede continuar creyendo que el 2009 borra la derrota de 2007. Puede echarse confeti solo y pensar que causa gracia. Pero debe recordar que está cerca el final de su “gobierno”, del infausto periodo en que aportó su parte para la actual crisis de su partido, periodo en que él volvió de la nada en estos últimos meses, periodo en que México y Aguascalientes regresan a ningún lugar.