En los próximos días, antes de que termine el mes de julio el congreso del estado deberá elegir a los nuevos integrantes del Consejo General del Instituto Estatal Electoral, el cual será el órgano de dirección de los dos próximos procesos electorales locales en Aguascalientes: la elección de 2010 –gobernador, diputados y ayuntamientos- y la siguiente de 2013 –otra vez diputados y ayuntamientos- para continuar así con la renovación periódica republicana de nuestras autoridades.
Con el fin de realizar dicha designación el poder legislativo expidió la convocatoria pública respectiva, la que fue atendida por más de cincuenta personas que inicialmente satisfacen los requisitos formales para el cargo de consejeros y que por ello fueron convocados al curso de inducción –veinte horas de clase- bajo el auspicio de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, el cual culminó el sábado pasado con un amplio examen de conocimientos a los participantes. A partir de dicho examen y posteriores entrevistas individuales, la Comisión de Asuntos Electorales someterá su dictamen al Pleno con su opinión sobre los candidatos registrados y aprobados en el examen, para que sea el congreso en pleno el que vote para la designación de los nuevos consejeros. Inclusive, hasta donde se tiene conocimiento público, los consejeros actualmente en ejercicio fueron considerados de oficio como aspirantes para participar en el proceso de selección; sólo dos de ellos participaron en el curso y examen, en tanto que los demás consideraron ser de sobrada experiencia y conocimientos en la materia y no asistieron, ante lo cual ignoro en este momento si el congreso les tendrá por cumplido formalmente el requisito de asistencia al curso y aprobación del examen, aunque en mi opinión jurídica la pública constancia de su actual desempeño basta para ser considerados en el dictamen final y ser votados en el Pleno.
Así las cosas, el congreso deberá resolver su decisión entre varias decenas de personas capacitadas, aunque a decir verdad también hay cuatro o cinco aspirantes que en verdad, no obstante satisfacer los requisitos formales y sus buenos deseos democráticos no tenían idea de lo que implica dicha consejería. En lo personal, me sentí honrado de poder compartir la experiencia de este curso con todos los asistentes; a algunos ya los conocía y a otros tuve la oportunidad de conocerlos. Me precio ahora de tener más amistades.
Bueno, entrando verdaderamente en la materia de las reflexiones sobre la labor del próximo Consejo General del IEE, podemos apuntar varios retos.
Ante todo, la promoción de la cultura democrática es un campo de amplitud aún inexplorada. Mejores gobiernos derivan sólo de mejor elección ciudadana y para ello siempre hemos insistido en la importancia de buenas propuestas como proyectos de gobierno, como vías de solución a las necesidades colectivas y, a partir de las buenas propuestas se requiere su difusión y debate para posibilitar la mejor decisión ciudadana.
Por lo anterior, es preciso que el Instituto Estatal Electoral sea un activo promotor de la cultura democrática que no empieza ni termina en el secreto de la mampara tras la que se vota, sino en el actuar de los partidos políticos; tampoco empieza en las campañas ni se agota en el conteo transparente de los votos. La democracia empieza en la conciencia misma de los partidos, los que deben convertirse en auténticos representantes de las ideologías e intereses políticos pero expresados en planes, propuestas y proyectos de solución precisos y estudiados, serios y meditados en relación a las necesidades públicas.
Para esto deberá valorarse más y mejor la canalización de recursos económicos, humanos y materiales hacia y en los partidos políticos, convirtiéndolos así en auténticos centros de estudio de la problemática pública, de las necesidades colectivas y en prestigiados centros de opinión y propuesta política. No se trata de crear sabios en los partidos; simplemente de forjar políticos y políticas serias.
Nuestro país va avanzando en su desarrollo cívico, democrático y gubernativo pero aún estamos lejos de alcanzar los niveles que merece este gran pueblo. Tenemos políticos de empuje, de visión; tenemos grandes estadistas y también pensadores políticos pero es necesario acrisolar, amalgamar las cualidades cívico-políticas de nuestro pueblo para poder transitar por mejores caminos democráticos y aspirar a tener mejores gobiernos.
México ha avanzado a sombrerazos por la evolución democrática; no lo podemos negar. Hemos aprendido a punta de malos gobiernos y malos gobernantes –de todos los colores- y también de los buenos, también de todos los colores, pero es necesario adentrarnos más en el civismo, en la conciencia cívica y en el respeto y consideración hacia lo público. Ya en la elección federal recién pasada votaron ciudadanos nacidos después de que hace veinte años ganó por primera vez una gubernatura un partido de oposición; para estos ciudadanos no existió en su vida el México de antes, el país del único partido que antes ganaba, pues ya nacieron en el México donde el voto se cuenta y cuenta. Ya tenían cuatro, cinco o seis años de edad cuando en Aguascalientes ganó por primera vez un partido distinto al que siempre ganaba. Ya son hijos de una época distinta pero todavía muy superable.
Ante estas consideraciones –y muchas más que pudieran hacerse- es innegable que el papel del próximo órgano directivo del Instituto Estatal Electoral tendrá mucho por abarcar. Hay que reforzar la cultura partidista como expresión de las corrientes políticas de la comunidad pero también hay que plantear más y mejores caminos para el ejercicio democrático. Antes que los gobiernos son los partidos registrados los que deben asumir su responsabilidad propositiva y con mucha seriedad para evitar una grave expresión ciudadana como lo fue en la pasada elección federal –aunque muchos lo nieguen y no lo quieran ver- la fuerte presencia del partido del ningún partido, la opción ciudadana de votar pero votar por ninguno.
Soy partidario de los partidos como expresiones políticas de la comunidad y soy partidario de los partidos como propuesta responsable de solución que sus miembros representan ante la comunidad en los procesos democráticos, pero tanto unos –los partidos- como la autoridad electoral –el Instituto y su Consejo General- deben coincidir sensiblemente en la apreciación de los reclamos sociales de más y mejor democracia. Son corresponsables.
Nos vemos la semana que entra si dios nos da vida y otros no nos la han quitado.