María siempre había sido una mujer fuerte, que no mostraba sus sentimientos, “nunca se le veía llorar o estar triste”, así la percibía su hermano antes del primer intento.
Ambos crecieron en un ambiente rural, en el seno de una familia numerosa y disfuncional, en la que se tenían que callar ciertas cosas. “Quizá por ir cargando esos sentimientos explotó y de repente un día la encuentro con una navaja y con los brazos sangrando”, recuerda Pablo.
Pablo decidió emigrar a la ciudad para continuar con sus estudios profesionales. En este proceso se le unió su hermana menor, María. Vivieron juntos durante cinco años, hasta que ella viajó a la ciudad de Zacatecas a estudiar canto en la universidad de ese estado. Sin embargo, sus estudios son interrumpidos por los problemas cardiacos que la aquejan, por lo que regresa a Aguascalientes a vivir con su hermano.
Él admite no haberse dado cuenta de que su hermana sufría una depresión grave, atribuía sus repentinos cambios de ánimo a cuestiones laborales, de amistades o la misma enfermedad del corazón, sin dimensionar que el problema era mucho más grave, “a veces me culpo por no haberme fijado en esos pequeños detalles”.
Una llamada de celular de María fue lo alertó a su hermano de que algo no estaba bien. Pablo estaba trabajando y al no poder trasladarse a su casa, envió a un amigo a verificar que pasaba. Este comprobó que María estaba en problemas, se había cortados las muñecas y se encontraba casi desmayada. Pablo corrió a casa y junto a su amigo la reanimaron y le colocaron un vendaje, no necesito ser hospitalizada.
La familia, al enterarse del suceso, acudió a visitarla; “yo pensé que venían a ayudar”, dice Pablo. Pero en lugar de eso, le recriminaron a María haberlo intentado: “¿no ves el daño que te haces?, cuando ella lo que necesitaba era apoyo”.
Pablo y María han tenido que romper la relación con sus padres y hermanos, “nada más venían a echarnos a mi hermana y a mí, o pedir favores”. Incluso dice que durante la terapia de grupo que propuso la especialista que atiende a su hermana, su madre no paró de hacer reclamos y la sesión terminó de manera negativa.
Los dos hermanos se las arreglan solos, “yo estoy al pendiente de ella, pero trato de no estar encima de ella. Trato de darle su espacio con ciertas medidas”. Reconoce que su vida en estos momentos gira en torno a ella, “es cansado, porque a veces no la entiendo, no entiendo como a veces se entristece hasta de estar feliz”.
María ha avanzado significativamente en sus terapias, ya ha retomado paulatinamente su trabajo y sus estudios.
“Antes no salía de su cuarto ni para saber si era de día o era noche”; a pesar de eso, Pablo reconoce que ha tenido recaídas, “es algo que está latente, es como ser alcohólico: en cualquier momento puede volver a caer”, pero él se asegura de estar a su lado y apoyarla para salir adelante y evitar la caída.