En el año 2000 se estrenó en México la película de María del Carmen Lara En el país de no pasa nada; comedia-sátira que retrataba a un país nada distinto al de ahora, nueve años después. En la cinta, actuada por Fernando Luján y Julieta Egurrola, se dibujaba a una nación en donde efectivamente no pasaba nada a pesar de la corrupción existente y el secuestro de un funcionario que a la vez vivía una doble vida.
Traigo a colación el largometraje porque sospecho que después del 5 de julio tampoco va a pasar nada; ni cambiará el comportamiento de nuestra clase política, ni se modificarán las conductas en las nuevas bancadas de la cámara de diputados que a partir de septiembre comenzarán a legislar en San Lázaro.
Tampoco cambiarán las disputas por el poder, tal vez se llegue a proponer la disminución de los 500 diputados federales a 400, posiblemente se llegue a discutir en comisiones la reducción también de senadores, pero en los temas importantes como la revocación de mandato, la reelección de legisladores o el establecimiento de plebiscito como otra manera de otorgar poder de decisión al pueblo, el avance podría ser nulo.
No creo que encontremos propuestas de los flamantes diputados sobre cómo enfrentar el grave problema del desempleo, sobre cómo resolver mediante una definitiva reforma fiscal la evasión de la economía informal, mucho menos veremos subir a tribuna a discutir una disminución en el subsidio a los partidos políticos, tampoco les veo muchas ganas de entrarle al debate de una reforma laboral que les alcance a quienes día a día pierden más derechos y adquieren más obligaciones; no, no me emociono, peco de conformista por lo que hasta ahora han mostrado los sonrientes suspirantes a llegar a la cámara baja, sigo conformista por el pobre nivel de las campañas, por la mínima experiencia previa de la mayoría de los candidatos, por la poca idea que tienen de representar en un congreso a sus electores con todo y sus comprometidas firmas, que en todo caso debían signar los partidos y no los candidatos, aunque para eso está su plataforma que sirve de muy poco a la hora de levantar la mano y aprobar las leyes.
Pareciera que necesitáramos otro sismo o una desgracia mayor para entender que poco a poco perdemos lo que nos queda de país.
En México los cambios profundos se han dado a partir de las tragedias, el país no fue el mismo después de los sismos de septiembre de 1985 en donde se empezó a conocer el poder de la “sociedad civil”; la república se transformó después del compulsivo 1994, con del levantamiento zapatista, los homicidios de Colosio y Ruiz Massieu, incluso después de la llegada de Fox a la presidencia hubo ciertas modificaciones en la vida nacional, pero sin cambios de fondo. Sin embargo esos cambios aún no nos alcanzan para progresar.
Por lo tanto, y a pesar de esos cambios sociales en nuestro México no pasará nada, seguiremos teniendo a nuestros gobernadores poblanos y oaxaqueños por encima de la ley y hasta el final de su mandato; mantendremos en el poder a otros como el de Sonora sin despeinarle un solo pelo con todo y la carga de 48 infantes sobre su conciencia; soportaremos a otros que mantienen vínculos con el crimen organizado a fin de que no les molesten en su ejercicio ejecutivo y mientras tanto que siga el país con ese rumbo que marcan los que nos gobiernan y que nos llevan al precipicio y a la incertidumbre, a esa misma que Vargas Llosa define como la margarita cuyos pétalos no se terminan jamás de deshojar.
Ni habrá vales para medicinas ni tampoco los pobres serán primero, la idea de computadoras e inglés en las escuelas (promesa del priista Labastida en el 2000) no pasará, menos habrá acciones responsables ni se eliminará el IETU o se salvará México, seguiremos igual o tantito peor.
Aún así iré a votar el domingo porque finalmente es lo único que legalmente nos queda; aunque después no pase nada.