En la familia de las papaveráceas hay varias especies a las que llamamos amapolas, que producen hermosas flores de vivos colores; entre ellas está la papaver somniferum -la famosa adormidera- que en Mayo da flores rosa pálido o blancas, con centro lila oscuro; de su fruto se extrae una goma lechosa con alto contenido de alcaloides “que al secarse se convierte en una resina pegajosa marrón” conocida como opio.
Lo mismo que con las demás plantas alcaloideas, los primeros usos que se le dieron desde hace más de cinco mil años fueron alimenticios (por sus negras semillas altamente nutritivas), medicinales y mágico-religiosos.
El opio no es asiático
Es creencia común que la amapola o adormidera es una planta de origen asiático, porque en muchas películas y reportajes se han repetido hasta el cansancio escenas en fumaderos de opio frecuentados por orientales. No es así.
La cuna de la adormidera es la cuenca del Mediterráneo; las constancias históricas más remotas de su uso se ubican en las antiguas culturas sumeria (Babilonia) y egipcia; su popularidad fue tanta que en Grecia, antes del siglo VII a.C., la ciudad de Sición se llamaba Mekono (adormidera) y tres siglos después Hipócrates -a quien se consideraba “el padre de la medicina”- le dio el nombre actual al opio: “opós mekonos” (“jugo de adormidera”, que posteriormente quedó sólo en ópion “jugo”) con el que trataba la histeria. Y hasta entonces no existe “una sola noticia de alguien envilecido por el uso del opio.”
Es probablemente en ese siglo (IV a.C.) cuando además del vino se utiliza opio por primera vez con fines militares en grandes campañas, pues la historia registra que fue el macedonio Alejandro Magno quien -a la par de sus increíbles conquistas- fue cultivando la adormidera hasta la India, seguramente para infundir ánimo a sus tropas.
Pero es en el imperio romano cuando el opio llega al pináculo de la fama, pues incluso se acuña una moneda con la planta de la amapola. Tal vez a ello contribuyó el hecho de que aparte de su uso médico como tranquilizante y analgésico, adquiere una gran importancia política al resurgir con frenético entusiasmo usos y fórmulas de culturas anteriores como los “antídotos para el envenenamiento” (las “triacas” griegas) utilizados por la nobleza; como “terapia agónica” para reducir el dolor de los moribundos, o como eutanásico para terminar con sus padecimientos; y en especial como instrumento de suicido por causas de salud, políticas o éticas, a tal grado que el gran naturalista latino Plinio el Viejo afirmaba que «de los bienes que la naturaleza concedió al hombre ninguno hay mejor que una muerte a tiempo, y lo óptimo es que cada cual pueda dársela a sí mismo». El método más agradable y sofisticado era, desde luego, por sobredosis de opio puro.
“En el año 312…” d.C. había en Roma “793 tiendas dedicadas a…” vender opio a precios controlados y accesibles, comercio que le da al imperio “…el 15% de toda la recaudación fiscal.
“Sin embargo, este formidable consumo no genera problemas de orden público o privado. Aunque se cuentan por millones, los usuarios regulares de opio no se consideran enfermos ni marginados sociales…. De ahí que no haya en latín una expresión equivalente a ‘opiómano’, si bien ya había al menos una docena de equivalentes a ‘dipsómano’ (alcohólico).” n
Aguascalientes, México, América Latina
* “Amapola” Canción compuesta por el español José María Lacalle durante la segunda guerra mundial.