Después de la jornada electoral llevada a cabo el 5 de julio, el escenario político nacional enfrenta cambios sustanciales fundamentalmente en la cámara de diputados, en donde el Partido Revolucionario Institucional se consolida como primera fuerza en el recinto de San Lázaro con un total de 237 legisladores, y haciendo uso de su alianza política con el Partido Verde alcanza la mayoría absoluta con un total de 259 diputados.
La nueva conformación de la cámara baja del congreso de la unión pondrá a prueba el nivel de interlocución y oficio político que tiene el gobierno federal, todo esto después de una estrategia electoral basada en minar las relaciones con la oposición. La administración del presidente Calderón tendrá que redoblar esfuerzos en subsanar el escenario de desencuentros creado desde la dirigencia de Acción Nacional y salir del atolladero en el que se encuentra.
En primer lugar debe entender que el principio constitucional de gobernar contempla la separación de poderes, permitiendo un ejercicio equilibrado y soberano; y en segundo lugar debe comprender que se ha dejando atrás el modelo presidencialista y que la responsabilidad de gobernar no es exclusiva del ejecutivo, que el poder legislativo no es un obstáculo el cual se debe sortear a toda costa, y en cambio se debe procurar apostar por el diálogo y el consenso, entendiendo que los diputados son la representación directa de la pluralidad democrática.
El Revolucionario Institucional hará valer su mayoría, pero lo hará con responsabilidad y compromiso, si bien es cierto que dictará la agenda nacional, buscará hacerlo en temas fundamentales como el empleo, la recuperación económica y la seguridad, permitiendo sentar las bases del crecimiento y brindando certidumbre en el escenario nacional, priorizando en las reformas de fondo que requiere el país y dignificando la confianza que la sociedad ha puesto en sus representantes.
El presidente Calderón deberá trabajar arduamente para buscar el apoyo de la oposición si desea sacar adelante las reformas fiscal y laboral que tanto se han demandado y que el PRI entiende como necesarias, trasladando ciertos costos políticos a la administración federal. Debe entender que el Revolucionario Institucional no es un enemigo a vencer sino una fuerza que representa la mayoría de los intereses de la población mexicana y que como tal defiende su ideología y principios.
El escenario se ofrece listo para realizar los cambios sustanciales que un México estancado necesita, tan sólo es cuestión de dejar atrás las pugnas estériles y enfatizar los trabajos en la búsqueda de consensos que mejoren las condiciones de vida que reclama la sociedad.
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