Leyendo de nuevo la historia de Alicia en el país de la maravillas, de pronto un párrafo me atrapó, ese que dice:- He visto a menudo un gato sin sonrisa —dijo Alicia—, pero no una sonrisa sin gato. ¡Es la cosa más curiosa que he visto en mi vida!”. Y así el gato de Chesire era, en ocasiones, efectivamente una sonrisa sin gato. Y de ahí la imaginación se me desató, lo pensé al revés y me puse a pensar que quizás en la tierra de Obama o de tantos otras laderas con “guías parecidos”, la sonrisa se le está apagando a muchos, y sin sonrisa ¿cómo alimentarnos el espíritu?, ¿qué comunicaremos a los otros?. Dice una costumbre china que hay que sonreír sin importar lo que pase en la vida; Chinos al fin, con una inmensa tradición y sabiduría por algo lo dirán pero, ¿en realidad se podrá?. Quizás si, quizás no. Hoy se dice lo mismo con otras palabras, que la felicidad es una cuestión de actitud pues esta no depende de factores externos.
Creo en definitiva que las causas de diversos tipos de infelicidad se encuentran en parte en el sistema social y en parte en la sicología individual (que, por supuesto, es en gran medida consecuencia del sistema social). En definitiva urge descubrir un sistema para evitar la guerra o cómo evitar la perpetuación de la pobreza pero ¿de qué serviría hacer rico a todo el mundo, si los ricos también son desgraciados?; ¿qué puede hacer un hombre o una mujer, aquí y ahora, en medio de nuestra nostálgica sociedad, para alcanzar la felicidad? Pues vamos dándole forma a algunas ideas.
Quizás la infelicidad se debe en gran medida a conceptos del mundo erróneos, a éticas erróneas, a hábitos de vida erróneos, que conducen a la destrucción del entusiasmo natural. Quizás sacar a la luz cuestiones que están dentro de las posibilidades del individuo le permitan alcanzar la felicidad. Por ejemplo, el que ha conseguido liberarse de la tiranía de las preocupaciones descubre que la vida es mucho más alegre que cuando estaba perpetuamente irritado. Da el mismo esfuerzo irritarse que evitarlo, si el tráfico me abruma y no me permite llegar a casa, puedo insultar a la calle, al vecino, al traunsente, al semáforo, al presidente, al sistema, o silbar una melodía que me alegre la vida, que de todas formas el tráfico no se irá y mi pasta estará fría cuando se desaloje la calle. En otras palabras es darle el peso adecuado a las cosas, ni agrandarlas ni minimizarlas, por ejemplo, si se le rompe el cordón del zapato justo cuando tiene una que correr para tomar el autobús de la mañana, habrá que pensar, después de soltar uno que otro improperio (no mucho para no desatar un ataque de ira innecesaria), que el incidente en cuestión no tiene demasiada importancia en la historia del cosmos. Y para esta actitud no hay límites a lo que se puede hacer para consolarse de los pequeños contratiempos cotidianos que van mermando las ganas de sonreír por hábito y vivir la vida feliz. Y al calce quisiera comentar que sonreír es un buen hábito y hay que propiciarlo hasta hacerlo propio y no está de más recordar que todas las sonrisas involucran músculos alrededor de la boca, pero sólo las reales (las que reflejan felicidad) involucran músculos alrededor de los ojos.
Y para seguir ilustrando cómo es que nos hacemos haraquiri solitos, auto boicot llamarían los sicólogos en esto de auto desgraciarnos la vida, comento el siguiente estudio que fue publicado el pasado octubre en la revista Psychological Science. Para el estudio, los médicos seleccionaron a 15 mujeres y 15 hombres, todos estudiantes de licenciatura. A algunos de los participantes se les pidió que recordaran un momento en que se habían sentido «rechazados o excluidos». A otros se les indicó que pensaran en un momento en que se habían sentido «aceptados o incluidos», o simplemente que recordaran lo que habían hecho esa mañana. Posterior a eso se les pidió que vieran un video de gente que sonreía. Cabe mencionar que algunas de las sonrisas eran falsas, es decir fingidas (sin relación a una emoción positiva). El estudio encontró que la gente que pensaba ser rechazada, reconocía el 80 por ciento de las sonrisas humanas falsas mostradas en el monitor de una computadora en comparación al grupo control que sólo pudo detectar las sonrisas poco sinceras alrededor de la mitad de las veces.
Y esto ¿cómo explicarlo?, los autores concluyeron que tal vez tenga algo que ver con una necesidad primitiva de encajar con los demás y detectar qué piensan en realidad o por que ser rechazado es una situación muy peligrosa da un alerta aun a nivel inconciente, pero lo que si quedó en claro es que los que pensaron sobre ser rechazados tenían más probabilidades de detectar las sonrisas falsas. Desde un punto de vista práctico, el estudio ayuda a comprender por un lado cómo un pensamiento puede aumentar la sensibilidad y por qué la gente es capaz de evitar a personas que pueden engañarlos.
Y de aquí brincamos ineludiblemente a la forma de comunicar o cambiando el término, de expresar. Expresamos emociones por que las sentimos, estas son de alegría, sorpresa, tristeza, miedo, ira y asco o desprecio. Las tres regiones faciales implicadas en la expresión son la frente/cejas, los ojos/párpados y la parte inferior de la cara, o sea la sonrisa, y de ella sabemos que se puede utilizar como arma defensiva, como gesto de pacificación, para transmitir el hecho de que a una persona le gusta otra; puede suavizar un rechazo, para comunicar una actitud amigable, puede ser falsa y detectable pero me gustaría destacar en especial que también es muy útil para animar a los demás a que le devuelvan a uno una sonrisa, haciendo de esto una especie de contagio que bien nos haría si se hiciera pandemia crónica.
Y así sonreír y reír lleva a la comunicación atractiva, a la unión con la otredad, además de muchas ventajas fisiológicas como la creación de endorfinas, que fortalecen la circulación, bajan el estrés y hasta rejuvenecen ya que estimula 400 músculos y favorece la oxigenización.
No en balde hay una opereta vienesa que ya cumplió más de un siglo llamada -El País de las Sonrisas-; es una de esas historias donde pese a todo, las cosas salen bien y todo el mundo es feliz; ¿será que los británicos se inspiraron en ella para crear el informe Happy Planet?, éste fue creado por The New Economics Foundation, donde cada dos años miden la felicidad de la gente en 143 países, es decir el 99% de la población mundial y dicho estudio colocó a Costa Rica como el país más feliz del mundo pues según el estudio el 85% de los ticos declararon ser “satisfactoriamente felices” aunque los indicadores tienen más que ver con calidad de vida, esperanza de vida y muchos otros indicadores más que intentan derrocar el mito de que no necesariamente el dinero y el confort brinda felicidad (¿contrapeso engañoso ante las cifras alarmantes de la pobreza?). Y añado que si este estudio y los seguidores de Patch Adams creen en el poder curativo y tonificante de sonreír y carcajearse, ¿porqué no incluirlo en nuestra lista de prioridades para hacernos y hacerle a los demás la vida más agradable?. Así que esta desbandada la dedico a todos aquellos que quieren y pueden seguir el ejemplo del gato risón que pudo cambiar el mundo de Alicia empezando por algo tan simple como sonreír.