No me refiero a la hermosa novela clásica pero sí a la escena que me sugiere el título de este libro. Me provoca imaginar el sentimiento que invade al que con esfuerzo llega a donde pocos, a la cima que por los nimbos quizás no deje ver hacia abajo, al terreno de los mortales, de la gente común que aún alienta los prejuicios victorianos, como en la época de la autora, Emily Brontë.
Aún no me repongo del impacto que me causó la partida de Michael Jackson. No porque fuera su fan, que sí; no por el frenesí de los buitres mediáticos, que sí; no por las extrañas circunstancias de su muerte, que sí. Más bien, porque este deceso me recuerda las condiciones de existencia de millones… No por el dinero, no. No por la fama, no. Por la soledad.
Desde hace tiempo pienso que la vida de Michael era triste. Si bien el siempre estuvo rodeado de gente, seguramente estaba más solo que nunca. Ser grande y único tiene un inconveniente, no hay similares a tu lado. Arriba no hay lugar para dos. En la punta de una montaña no hay nadie, salvo el propio espíritu. Tal vez por ello una de sus únicas amigas era la Taylor, entendedora de las pasiones en el estatus de diva.
Alguna vez, el ex integrante de The Jackson Five declaró que nunca supo lo que era una infancia “normal”; sin duda, su único refugio era la fantasía de la creación artística, con su penitencia implícita. En su momento, Oscar Wilde fue amado por su obra y repudiado por su forma “excéntrica” de ser, al grado se sufrir corporalmente por ello según las leyes entonces vigentes en Inglaterra, mismas que un siglo después permiten tener por pareja a un chico de 16 años. En México, donde se considera niño a todo menor de 18, puede ser tomado como pederasta.
Por cierto, ahora surge un biógrafo no autorizado –Ian Halperin- quien asegura haber entrevistado al ahora hombre que hace años acusó a Michael de abuso sexual. Supuestamente, Jordan Chandler afirma que lo hizo entonces para sacar a su familia de la pobreza… y así sucedió. ¿Por qué basta una acusación para destruir la reputación? Si uno analiza el “reportaje” que propició el segundo proceso penal en contra de Jackson, salta a la vista que “el periodista” indujo las respuestas para trastocar la imagen del “rey del pop”. Obviamente no puedo asegurar su inocencia, pero en la técnica reporteril el contexto es altamente susceptible de manipulación.
Sumemos otras revelaciones o trascendidos. Deepak Chopra, doctor y amigo del cantante, afirmó que el intérprete de Black or White tenía lupus, una enfermedad que vuelve las defensas orgánicas contra uno mismo y por supuesto altera la apariencia. No hay que descartarla como motivo de sus cirugías estéticas. Por cierto, tampoco nadie creyó que el ídolo tuviera una afección que le aclaró la piel, cuando no es descartable el vitiligo. ¿Por qué todos optaron por pensar que el moonwalker no era sino un Narciso moderno?
Por otro lado, no sé qué fulano declaró nuevamente lo que siempre fue puesto en discusión: su posible homosexualidad. ¿Por qué tanto morbo al respecto? ¿acaso no tenía el cantautor el derecho de disfrutar de su cuerpo como le viniera en gana? Ahora, si en efecto era gay, ¿por qué todavía hay gente que se remite automáticamente a la pedofilia? No señores, no son sinónimos ni una condición implica a la otra. Además, si hurgan en los archivos policiales, los delitos sexuales contra menores son principalmente a cargo de los padres o familiares heterosexuales.
Decía al inicio de estas líneas que millones padecen de aislamiento y vaya que es uno de los peores males para el “animal social” que es el hombre. Peor aún es la que yo denomino como “la soledad acompañada”. Si se me permite la definición, es el estado que aqueja a las personas que se sienten ajenas al mundo, incomprendidas o con el miedo de dar a conocer su modo de pensar o hacer. Podrán tener amigos, familiares y compañeros, pero cuando comparten una empatía plena, están solos, en un pico escarpado.
Nos sorprenderíamos al saber cuántos seres se inmolan para advertir sobre el sufrimiento de “ser diferentes”. Nos asustaría saber cuántos de los que terminan pendiendo de una cuerda recurren a este método por miedo, dolor, incomprensión o rechazo. No tenemos idea de cuántos muertos vivientes, al estilo Thriller, recorren nuestras calles tras consumir alcohol, drogas, tabaco o antidepresivos.
¿Cuándo aprenderemos a respetar la diversidad?, ¿cuándo entenderemos que estigmatizar y discriminar provoca dolor? Las calumnias y la difamación causan daño moral… la opinión pública puede destruir una vida.
Después de los funerales, su último espectáculo, Michael Jackson se reunirá con los grandes… ya no estará solo.
El rey ha muerto, ¡viva el rey!