l Papa Benedicto XVI ha publicado, en el quinto año de su Pontificado, su tercera encíclica que ha dejado la impresión de ser una guía para la política, un documento de análisis y reflexión del nuevo mundo y un manual para la economía, todo, para servir eficazmente al bien común.
Concluye el Papa que sin Dios el hombre no sabe dónde ir ni tampoco logra entender quién es. Ante el desasosiego y abatimiento que se vive, hay que recordar la palabra de Jesucristo quien afirmó, sin mí no podéis hacer nada, y, yo estaré con todos hasta el fin del mundo.
Y agrega que, en un mundo en progresiva globalización, la fuerza más poderosa al servicio del desarrollo es un humanismo cristiano, que vivifique la caridad y que se deje guiar por la verdad, acogiendo una y otra como un don permanente de Dios; la cerrazón ideológica a Dios y el indiferentismo ateo son uno de los mayores obstáculos para el desarrollo y el humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano. El amor lleno de verdad –veritas in caritate- produce un auténtico desarrollo, afirma el prelado, pero, según el apóstol Pablo “Que vuestra caridad no sea una farsa: aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos , sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo” (12,9-10).
En 79 apartados el Papa se refiere a la Populorum Progressio, encíclica de Pablo VI vigente todavía, al desarrollo humano en nuestro tiempo, a la fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil, al desarrollo de los pueblos, derechos y deberes y medio ambiente, a la colaboración de la familia humana y por ultimo, a el desarrollo de los pueblos y la técnica.
La caridad (via maestra de la doctrina social de la Iglesia) en la verdad (hoy con frecuencia relativizada o desentendida), insiste Benedicto XVI, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad, caridad, por cierto, que sufre de desviaciones y pérdida de su sentido actualmente. El amor, es una fuerza extraordinaria que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz. “Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Este es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad”, profundiza el Papa. Amar con caridad implica no sólo dar lo nuestro al otro, sino primero darle lo justo, lo que le corresponde.
Son palabras quizá algo difíciles de entender a la primera lectura, pero a poco que las reflexionemos, comprenderemos el sentido que les da el Papa. Pienso en un patrón que se desprende de parte de su patrimonio para pagar su salario a un empleado, pero si el estipendio no es justo, no se está amando con verdad, pienso.
Sobre el bien común, cuya consecución es responsabilidad de la comunidad política, el Papa subraya que hay que tenerlo en gran consideración, y lo define; “Junto al bien individual, hay un bien relacionado con el vivir social de las personas: el bien común”, “Trabajar por el bien común es cuidar las…instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social”, y reconoce que la Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer, ni pretende mezclar la política con el Estado, pero si tiene una misión que cumplir a favor de una sociedad a medida del hombre , de su dignidad y de su vocación.
Llama el Sumo Pontífice a lograr un desarrollo humano integral, para todos los hombres, para todo el hombre, y para alcanzarlo “faltan pensadores de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo, que permita al hombre moderno hallarse a sí mismo”, falta fraternidad; “La sociedad cada vez más globalizada nos hace mas cercanos, pero no más hermanos”. ¡Que gran verdad!. La globalización, sin la guía de la caridad puede producir daños hasta ahora desconocidos y nuevas divisiones en la familia humana.
Se preocupa el Papa por la situación económica y se lamenta que “hay corrupción e ilegalidad tanto en el comportamiento de sujetos económicos y políticos de los países ricos, nuevos y antiguos, como en los países pobres”, de que hay “un empleo demasiado rígido del derecho a la propiedad intelectual” y le recuerda a los gobernantes que “el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad”, y que “el hambre causa todavía muchas víctimas entre tantos Lázaros a los que no se les consiente sentarse a la mesa del rico epulón”. (epulón: adj. hombre que come y se regala mucho), y advierte que eliminar el hambre es imprescindible para salvaguardar la paz y estabilidad del planeta, y pone en peligro la democracia y desgasta el capital social.
Sigue pontificando el Papa por el respeto a la vida, por el respeto al derecho de libertad religiosa, se pronuncia contra el terrorismo fundamentalista, y del saber dice que este no es sólo obra de la inteligencia, hay que sazonarlo con la sal de la caridad.
Al hablar de economía (con ética), en la que converjan macro y micro proyectos, el Papa advierte que la exigencia de que no esté sujeta a “injerencias” de carácter moral, ha llevado al hombre a abusar de los instrumentos económicos incluso de manera destructiva. La pérdida de confianza recíproca y de solidaridad actual entre los agentes del mercado, es algo grave pues afecta la cohesión social.
La solidaridad “es en primer lugar que todos se sientan responsables de todos” y no se le puede dejar sólo en manos del Estado” debe haber una civilización de la economía que consiste en iniciativas económicas que, sin renunciar al beneficio, vayan más allá de la lógica del intercambio de cosas equivalentes y del lucro como fin en si mismo, El ser empresario, antes de tener un significado profesional, tiene un significado humano, define Benedicto XVI y adiciona “En la actualidad, muchos pretenden pensar que no deben nada a nadie, si no es a ellos mismos”, la exacerbación de los derechos conduce al olvido de los deberes, y por cuanto a la naturaleza, esta no es más importante que la persona humana.
Es la encíclica, un catecismo nuevo para aprender. n