A los hombres les duele ejercer la violencia porque también ellos se afectan, pero las familias y la sociedad no les han enseñado otra cosa que no sea ser machos, fuertes y a tener el control, cuando por alguna razón lo pierden consideran como solución ejercer la fuerza excesiva, ya sea física, psicológica o de cualquier tipo, lo cual tampoco los hace víctimas ni los disculpa, más bien los obliga a ser conscientes y responsables del mal que causan al violentar a una mujer.
César Zúñiga es miembro del Centro de Capacitación para el Desarrollo Comunitario (CECADEC) y en breve comenzará con un taller de cinco horas, de sensibilización, en Pabellón de Arteaga, con un grupo de hombres a la par de las mujeres con dos objetivos principales, detener el ejercicio de la violencia a través de un acto de reflexión y que ellos se hagan responsables de las consecuencias de sus acciones.
Los hombres no asisten por cuenta propia a los talleres porque otra de las características del machismo es que ellos no aceptan ser los responsables de la violencia y de las consecuencias que esto trae en sus parejas y en su vida, por lo tanto los mecanismos de convocatoria siempre tienen que ir “disfrazados” para atraerlos y una vez estando en el taller puedan recibir la sensibilización.
Durante los talleres se les dan herramientas primero para resignificar sus experiencias, tener otras alternativas para solucionar los problemas con su pareja, que no sea la violencia y en el caso de este taller en específico, la búsqueda es que los hombres les permitan a sus mujeres asistir a revisiones médicas continuas, principalmente para prevenir el cáncer.
La violencia como una forma de control y la represión de las emociones y los sentimientos son dos aspectos que los hombres aprenden desde pequeños en la dinámica de sus hogares y son patrones que desafortunadamente se vuelven una forma de relacionarse con el mundo, lo cual no significa que están enfermos.
Según Zúñiga hay mitos que las personas utilizan para justificar los casos de violencia, uno de ellos es atribuirla a una enfermedad mental, aunque el hombre sólo violente a su pareja o se le achaca a la ingesta de alcohol que tampoco es una razón válida, ni suficiente.
Acercarse a los hombres con estas temas no es sencillo, lleva tiempo, primeramente porque ellos no están acostumbrados a reconocer sus errores, ni a manifestar sus deseos o emociones; primero tienen que aprender a hacerlo sin por eso dejar de sentirse hombres. En la experiencia de César con otros grupos se ha dado cuenta de casos en los que ellos tienen sueños e ilusiones que nunca le han expresado a su pareja porque no saben cómo hacerlo y ni siquiera lo consideran necesario. Antes de ser hombres son seres humanos y como tales tienen aspiraciones, miedos, rencores, desconocen situaciones, están expuestos y nada de esto les quita su masculinidad.
Una de las razones por la que los hombres llegan a ejercer violencia contra sus parejas es la frustración de los sueños, que en primera instancia parece no ser importante pero con el paso de los días se va acumulando la inconformidad y puede ser la familia un medio de escape.
En cualquier taller de masculinidad, al menos en la experiencia de César Zúñiga, tiene que incluirse la posibilidad del beneficio para el hombre por el cambio de actitud, si no hay beneficio no hay cambio.
Lo que sí se le deja muy claro también a los hombres es que el taller no les soluciona la vida, les abre nuevas posibilidades de vivir sin violencia y en armonía con su pareja, pero el trabajo lo hacen ellos, ambos, pueden recibir asesoría o apoyo de un profesional, pero la intención y la voluntad la ponen los directamente involucrados. “Lo importante no es que no vuelvan a tener diferencias con su pareja, sino que si les vuelve a suceder tengan la opción de reflexionar antes de violentar”.
