Y la belleza ¿a quién le cuesta? (Parte I) - LJA Aguascalientes
16/11/2024

Versa una canción popular de un cantante medio torero, Bella, insoportablemente bella bella…y al cantar, el imaginario colectivo se hace presente ¿de dónde viene todo esto?, vámonos por partes, diría Jack el destripador, e iniciemos por el principio. Los mitos culturales dominantes nos aseguran que el culto a la belleza femenina es una constante histórica, que la belleza tiene una existencia universal y objetiva, que las mujeres siempre han anhelado encarnar ese ideal de belleza y los hombres siempre han anhelado poseer a las mujeres que personifican ese ideal. Pero la realidad, de más está decir, es que todo lo que se relaciona con la belleza es cambiante por lugares y épocas, y que la manera en que este –ideal- se define, está estrechamente vinculado al mandato genérico de los prototipos “femeninos” prevalecientes en lugares y épocas determinadas.

 Algunas estudiosas plantean que en las sociedades patriarcales, las mujeres siempre hemos sido objetificadas y, por tanto, valoradas en función de nuestra apariencia, tanto en lo que se refiere a criterios de belleza como de fecundidad potencial. Esto se da por que el cuerpo (que incluye la reproducción, la sexualidad, el placer) ha sido el eje central de la opresión de la mujer y es que al apropiarse la sociedad del mismo, se merma a las mujeres de poder y autonomía. Y aunque parezca absurdo, todavía hoy, se sigue construyendo socialmente la sexualidad y el erotismo, centrados en la objetificación del cuerpo de la mujer. Esta afirmación se basa en datos históricos de los cuales haré un breve repaso a fin de ejemplificar.

Iniciemos el viaje en la Edad de Piedra, ahí ya existía un canon de belleza sobre las mujeres, la hipótesis aceptada dice que en aquellos tiempos, lo más importante para las personas era la supervivencia y el crecimiento de los asentamientos nómadas. Esto se sabe gracias a los estudios y los descubrimientos arqueológicos de las diferentes esculturas denominadas Venus o diosas de la fertilidad femenina, que se han encontrado en numerosos descubrimientos arqueológicos, como la Venus de Willendorf .Gracias a estas esculturas se sabe que las mujeres poseían el monopolio de la reproducción.

La revolución neolítica, trajo consigo la agricultura, el sedentarismo y la posibilidad de aumentar la población. Se teoriza que fue en este momento cuando los varones tomaron conciencia de su papel en la reproducción, y por ende, se sublevaron contra el sistema matriarcal y le infligieron “la gran derrota histórica del sexo femenino”, misma que todavía sufre las consecuencias en el sistema llamado patriarcado.

Para ilustrar esto, citaré algunos ejemplos. Desde la antigüedad, a las mujeres chinas se les realizaban de forma tradicional, modificaciones corporales en los pies para impedir su crecimiento, esto se denomina lirios o pies vendados. Este acto se llevó a la práctica durante diez siglos aproximadamente, hasta que en 1911 se prohibiera definitivamente, ya que se calificó como una práctica machista altamente cruel y dolorosa, que puede conllevar graves peligros de salud.

El proceso para su realización empezaba cuando las niñas tenían entre 4 y 7 años. Se ponían los pies en remojo con una mezcla de hierbas y sangre animal para eliminar las posibles infecciones de la piel. Entonces su propia madre les rompía los 4 dedos más pequeños del pie y los aprisionaba contra el talón para luego vendarlos con seda o algodón. Este ritual se repetía cada dos días con vendas limpias durante diez años. Después de los dos primeros años, ambos pies medían aproximadamente 10 centímetros. El dolor no cesaba, debido a que cada vez, las vendas se ponían más apretadas, además de que era muy habitual que el proceso causara graves infecciones. El objetivo de este canon de belleza era impedir caminar a las mujeres, siendo un método de control machista para que sus esposas no pudieran salir de casa, ni mucho menos visitar al vecino. Es obvio que con este procedimiento, algunas mujeres nunca más podían caminar y entonces se arrastraban; las “bienaventuradas” caminaban con pasos pequeños y de forma peculiar, altamente cotizada por los cánones de belleza y de feminidad.

Por otro lado, una costumbre en África determina que, antes de la pubertad, las mujeres han de ser sometidas a lo que viene llamándose -circuncisión femenina-, pero que, en realidad resulta ser una atroz mutilación ritual del clítoris. Actualmente se supone que unos doscientos millones de mujeres de distintos países y culturas – africanas, amerindias y asiáticas- han sido sometidas a la clitoridectomía, acompañada muchas veces de la infibulación.

 La clitoridectomía consiste, sencillamente, en la extirpación cruenta del clítoris, operación que en la mayor parte de los casos es llevada a cabo con ayuda de instrumentos rudimentarios – un casco roto de botella, el borde afilado de una lata o una cuchilla- o por arrancamiento.

La infibulación, consiste en el cosido y cerramiento casi total, -salvo el mínimo indispensable para la evacuación de las necesidades fisiológicas- de los labios mayores y menores de la vulva con diversos materiales: fibras vegetales, alambre, hilo de pescar. Las consecuencias a corto plazo de tales manipulaciones son infecciones de todo tipo o hemorragias que, dada la intensa vascularización de la zona, terminan a veces con la muerte. Las consecuencias a largo plazo se derivan de la retracción defectuosa de la piel, que ocasiona una peculiar manera de andar -pasos cortos y rodillas próximas-, y sobre todo, la incapacidad física de experimentar las sensaciones placenteras que surgen del contacto sexual.


En los países islámicos se justifican los hechos aludiendo a la interpretación de algunos pasajes del Corán. En otras culturas se considera al clítoris como un resto indeseable de la personalidad masculina y son las propias mujeres las que se encargan de extirpar el “cuerpo extraño” en la niñas, coincidiendo “casualmente” con el momento de entrada de la pubertad.

En cuanto a los aspectos sociales, en las culturas africanas, se ha producido respecto a la clitoridectomía un curioso fenómeno social, parecido al que pudiera ocurrir en Occidente con el uso del tacón alto que, aún dañando tanto a la columna vertebral como a la estructura del pie, es aceptado y considerado como un factor estético deseable. El peculiar modo de caminar de una mujer infibulada llega a ser considerado como un elemento estético y es deliberadamente exagerado, como podría serlo el contoneo de caderas de una mujer occidental. Así, la mujer africana que no haya sufrido la mutilación, posee pocas posibilidades de casarse o, al menos de lograr una integración social completa.

Y aunque esta historia aun no acaba, espero que sirva esta desbandada para iniciar a preguntarse ¿a quién le cuesta la belleza?


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