En la campaña que lo llevó a ocupar la presidencia de la república, Vicente Fox convenció a muchos ciudadanos de que un cambio de rumbo en la vida del país debía comenzar, necesariamente, por sacar al PRI de Los Pinos. Con su cháchara populachera, su apariencia de ranchero echado pa’lante, su fama como empresario exitoso, logró no sólo convencer a los votantes, sino también a muchos intelectuales que, en ese tiempo, propagaron la idea del “voto útil”. No se trataba de estar necesariamente de acuerdo con Fox, ni con el partido que lo postulaba, sino que se convocaba a votar por el candidato no priista que, según las encuestas, tenía más probabilidad de derrotar en las urnas al candidato del PRI. Esta estrategia funcionó y, efectivamente, salió el PRI de Los Pinos y entró el PAN, pero sólo para que muy pronto esos muchos ciudadanos que aportaron su voto útil empezaran a preguntarse: ¿qué ganamos? ¿qué ganó el país?
Uso la expresión “muchos ciudadanos” para referirme no sólo a los intelectuales y a los analistas políticos que apostaron por el voto útil, sino al ciudadano común que también apostó por un cambio, lo esperó y también se decepcionó. Fue tal vez ese ciudadano común decepcionado el que casi sacó al PAN de Los Pinos para meter al PRD, y el que hoy se pregunta qué hacer con su voto en estas elecciones.
Sé que en estas elecciones no es Los Pinos sino San Lázaro lo que está en juego, y sé también que ni los analistas ni los ciudadanos le dan mucha importancia a estas elecciones, como en cambio sí se la dan los partidos políticos porque ven el éxito o fracaso en ellas como un anuncio de su éxito o fracaso en el 2012, cuando se compite por la presidencia de la república.
Creo, sin embargo, que los ciudadanos debemos pensar en las elecciones de ahora y del 2012, pero preocupados por otra cosa: el proyecto de nación, que en cambio es lo que parece que está ausente de las presentes campañas, en las que debería ser un ingrediente fundamental por el papel que el congreso puede jugar en su definición.
Pero como lo escribí antes, no se aprecia que circulen ideas en las campañas sino sólo ocurrencias o promesas de respuesta a las demandas o de solución a los problemas de los mexicanos. Se piensa sólo en lo inmediato y en ocupar los espacios de poder que concede el ser diputado y sus canonjías, por lo que no se tiene empacho en prometer, ni en firmar lo que sea, con tal de conseguir el voto ciudadano. Desde luego que no dudo de que haya candidatos de buena fe, pero también sin un proyecto de nación. Concuerdo con Lorenzo Meyer cuando escribe en Reporte Ciudadano: El proyecto nacional, es decir el conjunto de grandes ideas motrices que le den sentido histórico a la comunidad nacional, a la acción cotidiana de ciudadanos, líderes e instituciones, simplemente no existe.
¿Qué hacer entonces?, ¿votar o no votar?, ¿anular el voto?. Mucho se ha dicho y escrito al respecto y uno puede estar de acuerdo con una o con otra postura. Pero lo que preocupa es la respuesta del pueblo. No hace mucho se leía en una barda de Guadalajara con referencia al PAN y al PRI, respectivamente: ¡Que se vayan los ineptos y regresen los corruptos! ¿sacar al PAN para volver a meter al PRI? Es lo que se conoce como “alternativa del diablo”. Que ni siquiera es cierta, porque ni los del PAN han resultado ser tan honestos, ni los del PRI fueron tan eficaces, ¿por qué si no tantas décadas perdidas? ¿No nos acordamos que ni las crisis económicas, ni la inseguridad, ni los bajos niveles educativos, ni la desigualdad social empezaron en el 2000?
¿Y si la alternativa del diablo no es tal? Porque hay otras opciones, otros partidos como el PRD, o el Verde, o el PSD, etcétera. Voy a referir a este respecto la experiencia de los indígenas de la Meseta Purépecha que habitan en las comunidades aledañas a Paracho. Desde hace años, antes del 2000, fueron la reserva de votos duros para que el PRD ganara una y otra vez las votaciones por la presidencia municipal de Paracho. Hasta que en las últimas elecciones su experiencia los llevó a sacar una conclusión: “todos son iguales, solamente miran por sus intereses y no les preocupan las comunidades”. Efectivamente, no era que simplemente se parecieran los políticos del PRI y los del PRD, sino que eran los mismos, porque muchos priistas se volvieron perredistas cuando empezó a ser el partido ganador. Por lo visto al emigrar de partido se llevaron las mañas consigo. En consecuencia, los indígenas decidieron anular su voto. Primero decidieron que en sus comunidades no se llevarían a cabo elecciones, pero cuando se les amenazó con mandar al ejército para abrir las casillas, decidieron simplemente no votar. Y regresó el PRI al palacio municipal.
Hoy se dice que anular el voto es favorecer al PAN y al PRI, pero es posible que al pueblo le dé lo mismo: todos son iguales. ¿Qué hacen más de quinientos diputados que únicamente pelean entre ellos y sólo se ponen de acuerdo cuando se trata de subirse la “dieta”, los gastos de representación o los bonos?, ¿en qué se gastan nuestro dinero los partidos políticos?
Nuevamente cito a Lorenzo Meyer cuando dice que hacen falta filosofías de la historia bien fundamentadas que se confronten, se argumenten y se discutan entre los políticos y entre los ciudadanos. Tarea que no es sólo de los partidos políticos, sino también de los ciudadanos.