ontinuando con las ideas de Hans Kung, profundiza en las recomendaciones que ofrece a los que se consideran políticos de verdad, y establece que la primera virtud diplomática es el amor a la verdad, según dice el diplomático británico sir Harold Nicolson, en su clásica obra de 1939, Diplomacy.
Pero verdad sustentada en la realidad palpable que legitima y sustenta a la persona que se dedica a la política como forma de vida, y que hace todo para transformar la vida de los demás, con pleno apego a los principios ético-morales; en este sentido, tenía razón Thomas Jefferson, otro estadista educado y formado en la cultura de la verdad: no existe más que una sola ética sin divisiones, porque ni siquiera los políticos y hombres de Estado tienen derecho a una moral especial. Los estados deben regirse por los mismos criterios éticos que los individuos. Los fines políticos no justifican medios inmorales.
Creo que los políticos deben entender que lo único especial que tienen, es el tipo de obligación y la gran responsabilidad de cumplir con lo que prometieron, y con las metas fijadas en sus planes de gobierno para beneficiar a la ciudadanía, no a ellos mismos o, a su grupo de poder o interés.
Estoy casi seguro que quienes hayan estudiado en escuelas prestigiadas como Harvard, Cambridge, Oxford, etc, debieron haber pasado por estas lecciones, pero sobre todo, comprender que las mismas, no valen nada si no las aplicas cuando tienes la oportunidad de gobernar a tu pueblo; por ello, considero que es política y moralmente justo exigirle a Felipe Calderón que actué a la altura de la educación que recibió en Harvard, ya que por ejemplo, las medidas de gobierno tomadas en materia de seguridad pública, economía y desarrollo social, por mencionar algunas, deben tomarse, respetando más que una sola ética sin divisiones…y con los mismos criterios éticos que los individuos, es decir, que aplique con el mismo rigor la ley y se trate por igual a narcotraficantes y a funcionarios públicos coludidos con ellos, en todo el País, sin excepción de filiación partidista o de privilegios políticos de amiguismo o compadrazgo, que al ciudadano común y corriente que comete actos delictivos, que se le detiene y no tiene posibilidad de defenderse.
La aspiración de todo ciudadano es que nuestros gobernantes tengan la madurez y la capacidad emocional de gobernar para todos con la verdad por delante en forma cotidiana, y no solamente para quienes votaron por ellos, porque los políticos tienen una responsabilidad especial respecto al bien común (y a la justicia social) y además disfrutan de una serie de privilegios considerables. Es comprensible que, si mienten en público y faltan a su palabra (sobre todo, después de unas elecciones), luego se les eche en cara y, en las democracias, tengan que pagar el precio, en pérdida de confianza, pérdida de votos en las elecciones e incluso pérdida de su cargo.
Aunque no tenemos en México y en Aguascalientes la revocación del mandato para que un funcionario público pierda su cargo por mentiroso, como lo sugiere Kung, considero que la cultura de la mentira debe ser valorada y sancionada por la ciudadanía, para ello tenemos que insistir en el tema que hemos venido desarrollando en nuestras colaboraciones, el fortalecimiento de una ciudadanía activa, participativa y consciente de su protagonismo social y político, fundado en su poder ciudadano de sentirse libre e igual para manifestarse por medio del voto.
Si no vamos a votar, seremos cómplices de las mentiras públicas y tarde que temprano, nos deslegitimamos para exigirle a la autoridad que cumpla y que rinda cuentas a la ciudadanía.
Según Martín Lutero, una mentira necesita otras siete para poder parecerse a la verdad o tener aspecto de verdad, sinceramente, no se si se requieran siete mentiras más o cien repeticiones de la misma para convertir un hecho en verdad, lo cierto es que últimamente escuchamos y vemos varias situaciones, actos y hechos que por más que las repitan, no creemos que sean verdad, esa es la triste realidad de nuestro País, somos un País de mentiras, como dice Sara Sefchovich, ya que cada vez más, estamos consolidando una forma de vida cotidiana con base en ellas, tema con el que cerraré esta trilogía de reflexiones.
Por último, Hans Kung como buen académico, no hace nada más una crítica incisiva, sino también reconoce que no todos los políticos son mentirosos, también existen políticos y estadistas honrados Además de la virtud de la sinceridad, tienen que practicar la sagacidad. Sobre todo, deben ser perspicaces, inteligentes y perceptivos, estrategas hábiles e ingeniosos y, si es necesario, astutos y ladinos, pero no maliciosos, intrigantes ni canallas .y en todo caso, puede haber conflictos de responsabilidades en los que los políticos deben decidir de acuerdo con su propia conciencia.
La pregunta es ¿Cuántos de nuestros políticos y gobernantes tienen conciencia propia de lo que deben hacer y de lo que están haciendo? n