A mi padre
abía que cada gota que parecía hacer un surco en mi piel no iba a regresar por los mismos ductos por donde llegó. Siempre me pareció que el agua no caiga de la regadera hacia mi cuerpo, sino que era mi cuerpo que se deshidrataba continuamente e iba perdiendo su natural humedad que regresaba al río a través de los hoyos de la regadera. Desde entonces creí que lo que envejecía era toda la naturaleza en su conjunto y que lo que nosotros hacíamos sólo era una forma de morir.
Brincaban las gotas de la regadera como diminutos vidrios que laceraban poco a poco el cuero y la carne hasta ir dejando al hueso y una pequeña película de piel translúcida. ¿Dónde ha quedado la carne de más de 13% personas mayores de 60 años? Seguramente se han ido en trozos con los vidrios que cortan la carne cuando nos bañamos, no me interesan las explicaciones biofísicas o biológicas, el hecho es que hay tantas personas que le han robado su carne y sus fuerzas que quisiera pensar que otros muchos están pensando en cómo atender a los viejos.
Hoy me bañé y recorrí un chamorro que había dejado de serlo, porque los chamorros tienen una forma alargada y son chipotones, como si tuvieran mollejas adentro o al menos un cuarto de pechuga de pollo. Entonces necesitaré que los edificios sean pensados para que uno pueda subir o subir poco –más si con la nueva ley de ISSSTE tengo que trabajar 34 años más-, que los cines tengan acceso y barandales, que los puentes tengan rampas y que las vialidades no se diseñen sólo para los autos, los dueños del mundo. Mi artritis no me permitirá correr en cualquiera de los cruceros de los anillos periféricos y traileros de Aguascalientes, así que tendré que conformarme en vivir de un solo lado de la ciudad.
Tallé mis ojos, más que para lavarlos, para sentirlos. Creo que es un instinto que nos quedó cuando los hombres nos frotábamos la cara para ubicar nuestra cara y saber que sí teníamos algo encima de los hombros. En pocos años habremos muchos que veremos los semáforos como manchas de agua verdosa , amarillenta o rojiza, nebulosa como la que sale de la regadera y cae en nuestros ojos. Los semáforos tendrán que ser audibles desde cien metros antes: “Verde, verde, verde,… amarillo, amarillo,… rojo, rojo, ROJO, ¡ROJOOO!” ¿Será que harán los libros o los empaques de los alimentos con letras más grandes para no confundir una caja de ratón con una caja de crotón?
Extendí mis manos para alcanzar mi espalda con el jabón y noté que mis dedos de una y otra mano no se alcanzaban a tocar, ya no tenía la flexibilidad que cuando canasteaba en los juegos de basquetbol. Seguramente el gobierno y los mercaderes de los deportes estarán pensando en nuevas rutinas y aparatos para los viejos que incluyan algo así como ejercicios de rehabilitación para después de la guerra, más que seremos la nueva mayoría electoral.
Hoy me bañé y sentí cómo mi cuerpo era cada vez más afín al piso que lo reclama. La gravedad hace lo suyo y pide cuerpos para devorar, partes para chupar, órganos para jalar hacia el piso. Percibí cómo lo que se va por la coladera no sólo es el agua, la mugre y el jabón, sino la vida misma que se rencuentra con las profundidades de la Tierra. Si para los próximos años seremos muchos viejos y viejas en Aguascalientes; el comercio, los autos, las revistas, el cine, la literatura, la publicidad, las escuelas y todo tendrá que migrar a nuevas formas para lograrnos accesibilidad y comodidad, además de mostrarse viejamente atractivos. Los comerciales de los autos dejarán la arrolladora estupidez de anunciarse como los más potentes y veloces para guiñarnos con la implementación de sensores de banquetas, ciclistas y vehículos adelante y atrás. En la pornografía habrán de incluir otras modalidades menos frenéticas, posturas que cuiden al corazón, así como el sexo únicamente con los ojos.
Al momento de rasurarme me alegró que las hormonas en menguante no dejarán una barba y bigotes abundantes, que mi vello facial estaba delgado y más ralo, por lo que la rasurada era más cómoda y breve. Tal vez una de las ventajas de envejecer será el librarse de dos tiranos: la rasurada cotidiana y el ogro sexual, dos amos que dominan y dirigen nuestro comportamiento cotidiano. Pero mi vista y mi tacto no serán precisos para realizar con buen tino las tareas de afeite en la cara, por lo que los espejos deberán ser de aumento, igual que mi gafas bifocales que me permitirán leer en La Jornada que de 1995 al 2005 pasamos de 5.8 al 6.8 por ciento y la cifra irá creciendo muy, muy pero muy rápido, que los viejos seguiremos creciendo en cantidad hasta ser mayoría en el estado y en todo el país, que cada vez moriremos más de viejos y menos de pendejos.
Por un momento creí imaginar que los seguros médicos iban a cambiar para permitir entre su clausulado a las situaciones seniles, tanto aquellas que son propias del desgaste de nuestro metabolismo como las derivadas de las enfermedades crónico degenerativas y que, tal vez, para beneficio propio de las compañías, iban a iniciar campañas de salud preventiva y con eso ahorrarse unos pesos. Pero claro, siendo la atención a las enfermedades de los viejos más costosa y prolongada, después de lo cual uno termina inextricablemente en la muerte de cualquier forma, las empresas de seguros pues seguramente ya habrán iniciado sus cálculos de costos para efecto de no perder ni un céntimo en los años por venir. Entonces tampoco el Estado que se retrae de sus obligaciones para unos pellejos que no le dejan mucho de impuestos y que cada vez considera que eso de la salud ya no es competencia gubernamental, sino más bien responsabilidad individual. Pero lo bueno es que sólo creí imaginarlo, qué miedo me daría que alguien ya lo hubiera calculado.
Me miré el trasero para calcular cuánta masa muscular iría perdiendo y cómo las empresas funerarias y las dedicadas a los ancianos irían creciendo. Para no perder espacio, las industrias comerciales y de servicios abonarán a una nueva y falsa moralidad que fortalezca la visión de que los ancianos son el futuro que nos alcanzó, encontrarán para los viejos virtudes hoy desconocidas, que procederemos a ser consumidores respetables en la medida en que garanticemos una buena ganancia. El Palacio de Hierro se anunciará con una lacónica belleza de una mujer entrada en años, Nestlé desarrollará su línea de lácteos 60+ y los políticos abundarán sobre los derechos de los ancianos para encontrar vigencia en su discurso. Como los años hacen a uno más escéptico, testarudo y sabiondo, creo que tendrán que pensar en otra forma de convencernos más allá de las campañas mediáticas y las promesas chillonas.
Hoy me bañé y creo que algunas partes de mi cuerpo ya no las sentí. Tampoco siento que la sociedad sienta su cuerpo que va cambiando como nosotros. ¿Mañana nos venderán pintura para las uñas de las vacas o podremos disfrutar de la lectura de un buen periódico y un café sin que nadie nos trate de contar las arrugas?