Por un lado el vacío, ya sea en espacios cerrados o abiertos, se brinda al humano como una posibilidad creativa para irrumpirlo, habitarlo, apropiárselo; por el otro lado, el humano que se vuelve objeto, muebles que parecen inertes, tapices que se comen de a poco la figura de las personas. Ambas ideas están expuestas a través de la obra de Dulce María Rivas y Angélica Sánchez, ganadoras del tercer bienal Enrique Guzmán.
“Hábitat: insinuaciones de la realidad” y “Tapicería: camuflaje”, son los nombres de ambas exposiciones que te sumergen en mundos alternos al que transitas cuando entras al recinto del museo.
En la planta baja está la obra de Dulce, que “habitó” un par de casas abandonadas y una playa solitaria. En esa experiencia, se dio cuenta qué tan diversa es la forma de mirar el mundo donde todos viven, pero se relacionan de manera muy distinta con él.
“Parto de ideas del espacio en general como el mundo que habitamos, el espacio vacío conformado a veces por paredes desnudas, que es donde nosotros podemos ir configurando nuestro propio hábitat, nuestro refugio, nuestra casa o espacios internos, espirituales o de experiencia”.
Para completar su instalación, ella hizo uso de objetos sencillos: imágenes tomadas en esos espacios vacíos, paredes infinitas que dan un sinfín de posibilidades para crear. Hay tres temas que rondan esta exposición: los espacios vacíos, la realidad y el hábitat. La complejidad de su montaje radica en la red discursiva de argumentos que se van tejiendo en cada una de las piezas.
Por su parte, Angélica hizo uso de la tapicería y los objetos para criticar y reflexionar de qué manera los humanos pierden esencia y de pronto se vuelven seres inertes, determinados a cumplir con ciertas funciones específicas.
“Es como cuando las personas se visten para estar ad hoc en ciertas situaciones”, dice.
Un traje sastre, una fiesta de noche, el nuevo club de amigos o la simple necesidad de reconocimiento, hace que las personas se salgan de sí para volverse objetos; según Angélica, ése es un proceso inevitable que todas las personas, en determinado momento de su vida, conocen.
Aunque dijo que sí concebía el proceso a la inversa, es decir, los objetos que toman vida, en realidad el discurso central de su obra vuelve a la inercia y a la capacidad del humano para “objetizarse”, y no tanto la del objeto para volverse humano.
Esta exposición será inaugurada hoy, a las ocho y media de la noche, en el museo de arte contemporáneo, donde permanecerá hasta el 26 de julio.