l pasado jueves, sin que estuviera muy claro que el evento estuvo apegado a la legalidad electoral, Televisa transmitió un debate entre los presidentes de los 3 principales partidos políticos en México; la única oportunidad para confrontar ideas que pudo ser ampliamente divulgada en toda la campaña, gracias a la mediocridad con la que operan las autoridades electorales.
El formato fue ágil, y la conducción de Joaquín López Dóriga permitió continuidad y que hubiera oportunidad para replicar con dinamismo. Sin embargo, el ejercicio no ofreció nada extraordinario; de manera fundamental, porque lo que se vio fue un ejercicio perfectamente compatible con la estrategia que cada dirigencia de partido ha desplegado a lo largo de los últimos meses.
Germán Martínez fue, quizás, el más fluido y consistente en su argumentación. La línea argumentativa del dirigente panista no se movió de la defensa a ultranza de Felipe Calderón y de la reivindicación constante de la valentía que tiene “la guerra contra el narco” que libra el gobierno federal.
Beatriz Paredes tuvo altibajos. Es evidente que el PRI no ha podido capitalizar el tema económico, en buena medida, porque sus cuadros dirigentes no saben de economía. Pese a ser el tema que ella escogió, Paredes erró, una y otra vez, cuando quiso explicar asuntos como el desempleo y el crecimiento económico. Incluso, dejó que Martínez Cázares falseara los datos, como en el caso de la Tasa de desocupación, que el panista comparó (sin que sean parámetros comparables) con tasas, de otro tipo y de otras metodologías, de países europeos.
Jesús Ortega confirmó que la izquierda mexicana no es capaz de ver más allá de su ombligo. Si la campaña del PRD no fue más allá de presentar, con la ayuda de “Marianita”, que también hay buenos modales en la izquierda, durante el debate fue evidente que Ortega sigue instalado en la campaña interna, y que está más interesado por diferenciarse de López Obrador que del PRI y el PAN, con frases como: “yo no creo que haya que mandar al diablo a las instituciones”.
Hubo varios momentos que destacar del debate: la acusación directa de Germán Martínez a Beatriz Paredes de tener vínculos con el narcotráfico, a través de una foto en la que comparte un presidium con el ex gobernador de Quintana Roo, Mario Villanueva, y la insinuación, también por parte del panista, de que Beatriz es “colaboracionista”, pero que en su partido “no la dejan”. Un golpe, que a lo interno tendrá costos para Paredes Rangel.
Sin embargo, no todo ha sido miel sobre hojuelas para Acción Nacional. A la luz de los resultados, la estrategia de campaña de Beatriz Paredes presenta más saldos positivos que negativos. El PRI va muy adelante en la disputa por las gubernaturas de Colima y Sonora; y es favorito para ganar en Nuevo León y San Luis Potosí (hoy en manos del PAN). También está en plena competencia en Campeche, y aunque es casi seguro que pierda los comicios en Querétaro, las gubernaturas seguirán siendo su principal atributo en la búsqueda de la presidencia de la República.
El gran perdedor del proceso electoral es el espectro político de izquierda. Ello, pese a que los grupos que encabezan Alejandro Encinas y Marcelo Ebrard han hecho todo por ganar, por primera vez en la historia, las 16 delegaciones del DF, con extraordinarios candidatos en la zona panista de Benito Juárez y Miguel Hidalgo (que ya amenazaba con golpear a Coyoacán y Álvaro Obregón).
Pero la ambición desmedida de Nueva Izquierda, que contrario a su discurso no reconoció el triunfo de Clara Brugada sobre Silvia Oliva (hermana del ex delegado René Arce, y cuñada del ex delegado Víctor Hugo Círigo), propiciando una serie de decisiones desafortunadas que, si bien no ponen en riesgo el triunfo inmediato de la izquierda en la delegación, sí exacerban un conflicto en una fuerza política de por sí disminuida en su zona de mayor influencia (el corredor Iztapalapa-Neza-Ecatepec) que sí se reflejará en dejar de ser gobierno en éste ultimo municipio, que cuenta con aproximadamente 3 veces la población de Aguascalientes.
En cuanto al resto de los partidos, el PT y el PVEM tienen asegurado su registro. Ambos tendrán una votación que les permitirá, muy probablemente, tener una bancada de alrededor de 10 diputados federales. Convergencia, y en mayor medida Nueva Alianza, también debieran conservar su representación en San Lázaro.
Pero lo más interesante, se verá a partir de septiembre, en donde observemos a Beatriz Paredes dirigiendo a un grupo parlamentario abiertamente diferenciado del que encabeza Manlio Fabio Beltrones en el senado; y a un frente parlamentario progresista, encabezado por Alejandro Encinas, Alejandro Gertz, Jaime Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, que dará dolores de cabeza a los caudillos de la izquierda y al gobierno federal, a la hora de debatir.
Del PAN no hay que esperar nada distinto a lo que han sido estos 3 años; Felipe Calderón tiene el control absoluto de sus bancadas parlamentarias y seguramente seguirá teniéndolo. Habrá que estar atentos a las alianzas que se habrán de concretar con Nueva Izquierda, Beltrones y Peña Nieto para gobernar el fin de un sexenio que se avizora complejo, pues la recuperación económica será la más lenta de las últimas crisis, al tiempo que el desgaste por el tema inseguridad crecerá, mientras las adicciones sigan disparándose como hasta ahora.