El escritor francés Antonin Artaud dijo en vida que el teatro es una peste y para que los actores de ahora sigan siendo sus propagadores necesitan hacer un trabajo de calidad, conectado con las demás personas, que remueva las oxidaciones de la sociedad y provoque, argumentó el actor y director de teatro, Alcibíades Saldívar.
Los cuestionamientos que se hace el teatro inician desde el actor mismo; este proceso es necesario para provocar en las creaciones escénicas una contaminación de las cosas que le duelen y aquejan al ser humano, más que a la persona de manera individual. De ahí salen las propuestas contestatarias con la realidad, que irrumpen, turban los estancamientos y provocan una renovación; sin embargo, este ejercicio en ocasiones es sólo un ideal porque todos están bajo la idea de proteger “los cuatro pesos” que traen en sus bolsas.
Por otra parte, cuando el espectador ve un trabajo mal hecho o que no le dice nada, difícilmente se enganchará del teatro, va a preferir los medios audiovisuales que les ofrecen novedades a cada momento.
Como parte de una charla que el director dio en el marco del congreso Nextia 2009, de la universidad La Concordia, recordó sus inicios hace más de 20 años, cuando era un joven ignorante e inconsciente pero con toda la curiosidad y el interés por aprender. Se dedicó a aprender de los libros, de sus maestros y de las experiencias con los compañeros.
Prepararse o aprender no es una cosa que se adquiere de un día para otro, se requieren años de experiencia y tiempo para dedicarle al estudio. Quienes están interesados en el teatro debieran ser personas curiosas, inquietas y que traigan dentro de su genética ese afán por hacer de la escena un espacio para la reflexión.
Recordó también un concepto que vale la pena retomar y es “vivir artísticamente”. Al preguntarle el sentido de esta expresión, Alcibíades regresó de nuevo al pasado para comentar que fue con una maestra que conoció lo que eso significaba: tener una relación consciente entre el cuerpo, la mente y las emociones, estar alerta y ser generoso. Estas capacidades no son propias del actor, sino del ser humano y esa es la base, “no se trata de hacer como que hacemos, sino de desempeñar la actividad que a cada quien le toca bien”.
Algunas de las encomiendas del teatro, aunque sería limitado querer encasillarlo en unas cuantas ideas, es divertir, hace pensar, sentir, mover en el espectador cosas que no veía claras, ahí es donde los estudiosos reformadores del teatro veían la riqueza para remover el estatismo que los poderes establecen y quisieran fuera inamovible.
A toda costa y en muchos casos, los gobiernos han buscado la forma de aniquilar la rebeldía a través de la subvención -“si te doy no puedes decir nada de mi”- en ese mismo sentido Alcibíades aclaró que ser un artista comprometido con su pueblo no significa que deba pelearse con el gobierno, sino más bien hacerlo un aliado.
“Hay que hacerles entender que estamos por lo mismo, que es mejorar el país, pero como los individuos están sujetos a miedos por no tener dinero y porque no alcanza, entonces la peste del teatro desaparece y sólo quedan unos catarritos”.
El teatro es una herramienta viable para mejorar la calidad de vida que actualmente no está explotado como debiera por considerarlo un elemento aislado, “no soy optimista y me parece que al paso que vamos es cada vez peor lo que se necesita y lo único que puede rescatarla es un movimiento meramente social, no partidista ni plagado de otros intereses, sino sólo revivir al sujeto social que necesita que sus artistas le brinden mejor arte”.
Dijo claramente que el artista no tiene derecho a pedir dinero o que lo subvencionen si lo que hace es una basura. Las nuevas generaciones de creadores escénicos está obligada a prepararse, estudiar, hacer trabajo y después buscar apoyo.
Ya en términos de venta de su trabajo, eso le brinda al actor la posibilidad de que si mejora sus capacidades a cada paso la gente va a reconocerlo y entonces estarán dispuestos a pagar por alguna presentación de un grupo o un actor específico.