En cierto momento afirmé que a la OSA, en la medida de que pudiera adecuadamente depurar su repertorio, los resultados serían más que satisfactorios, porque sus integrantes “sólo” están capacitados para el desarrollo de cierta clase de obras. Y lo presentado en el Tercer Concierto de la Temporada Primavera, fue una muestra de lo acertado del programa. Y si a lo anterior le añadimos el dato de que el Director Invitado (Emmanuel Siffert) resultó ser de una calidad muy por encima de lo convencional, entonces imposible no haber disfrutado plenamente con lo interpretado el viernes 5 de Junio.
Muy al margen de lo que se afirma respecto de las obras de Franz Joseph Haydn, sobre todo en lo relativo al uso de los “calificativos” que se asignaron a varias de sus obras sinfónicas, de la “Sinfonía No. 83 en Sol Menor, La Gallina”, (primera obra que se abordó en el concierto que se comenta), puedo asegurarles que los dos primeros movimientos que la conforman (Allegro Spiritoso y Andante), han sido, no sólo los más bellos que haya compuesto Haydn, sino que además fueron interpretados con una envidiable “exquisitez” por los integrantes de la OSA, siendo lamentable el que no se haya podido alcanzar una total plenitud en su manejo (una especie de “coitos interruptus”), porque los restantes dos movimientos (Allegretto y Finale-Vivace) no están a la altura de lo mostrado inicialmente, culpa evidente del autor y no de los atrilistas. Como sea, un momento memorable en la historia de la OSA, y ojalá que alguno de los equipos de producción y grabación que se ubican en la sala de conciertos cada fin de semana, haya podido “capturar” a plenitud tal momento, para su adecuada distribución pública, sea en disco compacto, o por la red.
Después de tan sorprendente inicio, se presenta Gianfranco Bartolatto, para llevar a cabo la interpretación del “Concierto para Oboe y Orquesta”, pero surge pronto el desencanto, porque no se trató del originalmente programado, el compuesto por Benedetto Marcelo, sino el que supuestamente elaboró Franz Joseph Haydn, y digo supuestamente, porque la mayor parte de los críticos y/o historiadores, están ciertos de que tal concierto jamás lo compuso Haydn. Y si bien podemos afirmar que lo que escuchamos resultó adecuadamente presentado, al no tener en su contenido el “encanto” del humor haydniano, pues es claro que no alcanzó a emocionar, por lo menos a mí, aunque a la mayor parte del público asistente le resultó cómodo aplaudir, quizá por el efecto lo grado por la OSA, con los sonidos que generó en la primera obra que se presentó. La calidad del solista no se cuestiona, pero la obra seleccionada en último momento, no siento que haya podido servir para medir los plenos alcances técnicos del oboísta, a pesar de los esfuerzos mostrados en la cadenza del primer movimiento (otro Allegro Spiritoso). Y teniendo la oportunidad de “emocionar” al público con el ya casi imprescindible “encore”, se desperdició tal momento con un “algo” sin sentido. Y me pregunto: ¿por qué no ser más audaces y abordar, en tales casos, alguna de las composiciones que a tal instrumento ha realizado recientemente Paul McCandless? Sí: el saxofonista/flautista/oboísta del ya legendario grupo Oregon. Es una propuesta, que conste.
Y para la parte final, otra composición “ad-hoc” para la OSA: la “Sinfonía No. 9 en mi menor, Desde el Nuevo Mundo”, de Antonin Dvorak. Y, ¿cómo valorar la versión que se nos ofreció en tal oportunidad? Bueno: hay cierta clase de composiciones que, siendo valiosas “per se”, se “superan” por la forma en que el grupo y director las muestran; no es lo mismo escuchar la, por ejemplo, Tercera Sinfonía (Heroica) de L. V. Beethoven en versión de Erich Kleiber con la Sinfónica de Viena, que la propuesta por Herbert Von Karajan con la Filarmónica de Berlín: la diferencia es abismal y prefiero la primera. Así entonces, me atrevo a afirmar que tuvimos por ahora, la “versión” de la “Sinfonía No. 9 en mi menor, Desde el Nuevo Mundo” de Dvorak, a cargo de la OSA, y que supera con mucho, las diversas realizadas por un número extenso de orquestas, ya que tal obra es de las más socorridas o imprescindibles en cualquier repertorio sinfónico. Entiendo que al respecto tuvo mucho que ver “la mano” de Emmanuel Siffert.
Resulta entonces, de nueva cuenta, cuestionable la irregularidad en la que se involucra la OSA (o de quienes conforman su Temporada), ya que lo ofrecido el pasado viernes 12 de Junio, fue tan elemental, que deviene en retroceso, después de haber alcanzado niveles de interpretación realmente plausibles. Entiendo que mostrar los “logros” de la Escuela de Danza del ICA, sea una prioridad de tal dependencia; pero no por ello, debes “arrastrar” a un grupo de músicos profesionales, a servir de comparsa de “muchachitas” o “jóvenes de tendencias delicadas”, para que brinquen sin sentido por el escenario del Teatro Aguascalientes, sólo para solaz de sus familiares y amigos, que entiendo acuden una vez al año a tales lugares, sólo para presenciar el correspondiente “festival de fin de curso”. Decir que la música para “Don Quijote” es de Ludwig Minkus, y que el montaje y adaptación corrió a cargo de Ryskul Musabaeva y Fabiola Marlene Reyna Robles, es un cumplido de un caballero, puesto que ni compositor ni adaptadoras tienen la mínima idea de lo que es la obra de Miguel de Cervantes Saavedra. Y si el “Baile de Graduados” de Johannes Strauss II puede resultar una obra aceptable e incluso disfrutable (sobre todo por las “polkas” que se incluyen), en el caso, perdió sentido la composición al ver lo que se presentaba en el escenario: un espectáculo más que deplorable, a pesar de los esfuerzos que hacia Magaly Larios García por agradar, ya que son evidentes las deficiencias técnicas mostradas por solistas y cuerpo de baile. Y por último: siento que “corre” mejor el sonido generado por la orquesta, ahora ubicada en el “foso”, que cuando se encuentra en el escenario y su “cacareada” concha acústica.