1. Confesión de parte. Yo, ciudadano nacionalizado hidrocálido por aflicción, confieso que he pensando, con palabras, dichos y colores, imágenes e intuiciones, y he visto nacer el poder de la nada, de la clientela y de la familia. Conozco la fe y la fuerza del dinero, asumo que soy pobre en el querer y chiquito en el votar, mi virginidad a ningún partido la he de entregar.
2. Confusión de parte. Reconozco que clarito no distingo el rojo del verde, el azul del pinto, que me confundo cuando piden dinero del rico para pedir el voto del pobre y apoyar a los ricos. Mis sentidos se nublan y mi entendimiento se ofusca; mi hambre no se sacia con un pan que no se come, con una revolución que no concluye, con una oligarquía que no se gasta
3. Banderita de mil colores. Conocí el viento salpicado de mil colores que acaricia mi retina, colores y banderas, logos y brazos de papel haciendo un arcoíris de promesas. Mi corazón es llamado por el movimiento brujo de banderas que enamoran mientras espero el verde del semáforo. El mundo será verde, será azul, será amarillo, será magenta, pero siempre será tan transparente para que mis ojos vean a Cantinflas y a Rico McPato en esas caritas felices y pedinches que me venden.
4. Prueba de fe. Cada momento de la vida mi corazón es un diapasón que vibra al compás de las canciones que anuncian hermosos candidatos, pero un ángel exterminador me ordena que consiga los programas de los partidos y sopla un murmullo a mi oído que me llama al lado de las tinieblas de la razón.
5. Voto blanco para los gusanos. Mi voto será un papalote que se llevará el viento de la desesperanza, será un papelito que llorará con los costos de la campaña, que alimentará a los gusanos que se comen el presupuesto y la democracia de papel. Los votos perdidos no tendrán ni cielo ni purgatorio, mi voto será antidemocrático y reforzará a los partidos obesos y vagará en la pena de no encontrar descanso en la granja de la fe electoral.
6. Cuídame mamá. Vengan a mí íncubos y súcubos, líbrame mamá de malos pensamientos y peores acciones, mándame regalos y canciones que arrullen mi sueños y espanten los lemas de campaña, hazme dormir en tu regazo y cuéntame el cuento del general beneplácito cuando era candidato a hacer dinero. Dime mamá si se valía robarse las propuestas de campaña, si los candidatos visitaban los mercados, si se contaban chistes a sí mismos para sonreír al caminar.
7. Corona de sangre. Sé que las ánimas partidarias se apiadarán de mí y besarán mi frente, perdonarán mis pecados y sacudirán amorosamente mi testa, pero me dicen que el voto blanco es malo y que tendré que llevar una corona de sangre. Seré perdonado al final de los votos, el recuento pagará los daños y los pecados de los remisos y tristes, opinadores y leguleyos. La nada será consumida por la nada. El adviento de los tiempos será la nada, por siempre y para nada, como las elecciones.
8. El voto de Onán. La simiente de mi voto caerá en la urna estéril sin fecundar a ningún partido. Se perderá mi voto en el desierto de los discursos, en la tierra erosionada por las palabras, en la desesperanza generada por los ávidos de perpetuar los partidos como caballos de Troya para asaltar los recursos, abortar las gestiones para buscar la siguiente curul, irradiar puestos entre sus socios partidarios y hacer un incesto entre su partido y el dinero.
9. Aquí me bajo. Llorará mi risa. Si los candidatos pueden sonreír no sé por qué, yo puedo llorar la elección. El trámite más inútil para llevar a un representante de sí mismo a representarse a sí mismo.
10. Expulsión del paraíso y expiación. Sé que un voto perdido alimentará la indecencia de los partidos y de las elecciones y su reino tendrá fin. Primero viviré fuera del paraíso del presupuesto y del amor del IFE purificado y remendado por la legalidad escolástica. Un nuevo partido vendrá y nos salvará de los demás partidos. Al final de los tiempos habrá un solo partido y el voto será automático y con cargo a la tarjeta de crédito. Así sea.