guascalientes solía ser una ciudad tranquila. Hace 5 años, uno salía a la calle sin temor a secuestros, ni a ser testigo de una balacera. Ahora, el peligro está ahí”. ¿Quién tiene la culpa? El gobernador, el PAN, el PRI, el alcalde, alguien, en pocas palabras.
Ese es el punto de partida con el que una buena cantidad de intelectuales y líderes de opinión pretenden analizar la realidad del estado y la de otros. En Zacatecas, los culpables son Amalia y el PRD; el alcalde de la capital y el PAN. ¿En Nuevo León?, Natividad González Parás y el PRI; Adalberto Madero, alcalde de Monterrey, y el PAN.
La crisis en la que nos hemos metido nos pide encontrar culpables. No pueden ser nuestros padres, que no pagaron sus impuestos correctamente para financiar al Estado. Tampoco pueden ser nuestros abuelos, que no crearon un entramado empresarial lo suficientemente productivo en México. Mucho menos podemos ser nosotros, que somos una generación tan adicta a los narcóticos que logramos que el país pasara de ser vía de tránsito de los narcotraficantes sudamericanos a Estados Unidos, a ser productor y consumidor.
Por ejemplo: nunca en su historia el gobierno de México ha recaudado más del 20% del Producto Interno Bruto en impuestos. No hay ningún país del mundo que haya logrado desarrollo con una recaudación menor a los 30 puntos del PIB. ¿Y en la crisis, que proponen los líderes empresariales y algunos dirigentes políticos? Menos impuestos, más gasto público. ¿De dónde? ¿Quién paga? ¿Otra vez a la deuda? ¿Que paguen los que vienen?
Otro tema: el tema de la seguridad. Imagínese usted como custodio de un Centro de Readaptación Social, en Cieneguillas, Zacatecas. Un día normal de trabajo, en donde “normal” significa recibir humillaciones diarias de los delincuentes presos, le notifican que en unas cuantas horas, un comando armado llegará al Penal para liberar a 53 de los reos más peligrosos que ahí se albergan. Usted, ¿Qué haría?
Es una verdadera pena escuchar la alarma que produce la inseguridad sin un análisis de la estructura social que la ha incentivado. Los dos últimos “conocidos” a quienes me enteré que habían levantado, tenían un bar que operaba de 2 a 8 de la mañana, y en el cual la droga corría al por mayor. ¿Queremos jugar con fuego y no quemarnos?
Sigamos con los escenarios: es usted trabajador de alguna dependencia pública. Su jefe inmediato le exige cooperar para la campaña política del partido oficial (sea del PRI, PAN o PRD). ¿Qué va a hacer? ¿Una denuncia pública a riesgo de perder el empleo? ¿Cuántos casos de estas prácticas conocemos en todo el país, y cuántos recursos se han presentado por parte de burócratas ante la Fiscalía Especializada para Delitos Electorales?
Usted es estudiante de la Universidad Autónoma. Y uno de sus amigos de la secundaria, es ahora un distribuidor menor de drogas. ¿Lo denuncia ante las autoridades correspondientes?
Esa es nuestra realidad. Somos un país que no estima con suficiencia el trabajo o la legalidad, en donde 1 de cada 4 mujeres recibe maltratos y violencia en su hogar.
“Los políticos no han servido”, es nuestro refugio. ¿Y los académicos?¿Los investigadores?¿Los empresarios?
Y tampoco se trata de un descargo de culpas. No se trata de que decir que “los responsables somos todos”, para que al final no lo sea nadie. Se trata de dimensionarnos como agentes de una comunidad de ideas, la mexicana en este caso, que se forma a partir de nuestras acciones.
Kant descubrió el grado en el que las formas de comportamiento de los humanos eran incentivos morales para los demás. Y a partir de ello, imaginó una forma ideal de la democracia.
Si queremos debatir los problemas de Aguascalientes, de México y el mundo, hagámoslo sobre bases concretas.
Reynoso Femat, como se presume entre la rumorología popular, no le hizo llegar una invitación a Joaquín Guzmán Loera para operar impunemente en Aguascalientes. Ni lo hicieron los gobernadores de hoy. La fuerza del crimen organizado ha rebasado el poder que tienen los gobiernos estatales para enfrentarlos. El estado no es una isla, ajena a la realidad nacional y mundial, aunque a muchos así le convenga que se piense entre las mayorías.
¿Está mal la educación en Aguascalientes? ¿Bajo qué indicadores? ¿En qué situación estaban antes? ¿O llegaron los actuales directivos y deliberadamente desatendieron escuelas que antes eran las mejores del país? ¿Será que hoy medimos, comparamos y analizamos? ¿O será que hace 30 años éramos líderes mundiales en investigación?
Los intelectuales, editorialistas y críticos tienen una responsabilidad con la ciudadanía. Sus opiniones son incentivos. Leo las opiniones de los distintos diarios, y me consumen los lugares comunes, las acusaciones veladas y simplificadas. Que si el diputado “X” es de lo peor, o el gobernador “Y”. ¿Quién es el legislador local que más iniciativas ha presentado? ¿Quién presentó las mejores? ¿Quién ha sido el más exitoso a la hora del cabildeo?
No podemos llenarnos la boca de calificativos sin acreditar autoridad moral. ¿Profesores que no han consolidado un solo proyecto de investigación en años son los encargados de enjuiciar a las autoridades. Mientras no nos demos cuenta que la estructura lógica con la que alguien que viola la ley para consumir drogas es prácticamente igual a la de quien viola la ley para distribuirlas (“no le hago daño a nadie, el daño verdadero lo hacen otros”) y de que los humanos conformamos comunidades, no iremos muy lejos.
De ahí, la importancia de la deliberación pública. La simplificación del debate es causa inequívoca de la inutilidad de las soluciones a la problemática colectiva. Si llegamos al día de hoy, es porque hemos fracasado, no porque una “pandilla” nos dirija (y quizás, el comportamiento de las élites sí sea en muchas ocasiones el de una pandilla). Ocupemos el espacio público y hagámoslo evaluando nuestras acciones en su potencial universalidad.