En el transcurso de la actual campaña electoral para la elección de los diputados federales a la LXI Legislatura del Congreso de la Unión, hemos escuchado frecuentemente el promocional de Andrés Manuel López Obrador que tiene como tema contextual “Tenemos que salvar a México”; el tema va acompañado de un subtema también frecuente en los promocionales del Frente Amplio Progresista: “Estaríamos mejor con López Obrador”.
Es importante que el espacio de la opinión pública esté abierto a todas las expresiones políticas ciudadanas y partidistas del país, lo que significa que cualquiera que deseé expresar una opinión, cuestionamiento, reclamo, reconocimiento, propuesta, etc., a la vida política de la nación y sus actores, lo pueda hacer sin ninguna traba.
Tales opiniones, por más incómodas o molestas que puedan ser para alguien o para alguna institución política de la sociedad, deben ser registradas y analizadas, así sea sólo para verificar determinadas hipótesis de trabajo; por lo general opiniones o apreciaciones con las que no coincidimos, tienen elementos de verdad y de realidad que no deben ser pasadas por alto, y que contribuyen a mejorar el conocimiento y las actividades que cotidianamente realizamos en cualquier campo, siendo contrapesos útiles.
No obstante, también es parte de ese ejercicio de expresión, el poder estudiar las opiniones y hacer su correspondiente análisis, mostrando acuerdos o desacuerdos, coincidencias o disidencias (como sucede también con cualquier opinador, ya que nadie nos escapamos de que nos califiquen o nos descalifiquen, siendo ésta otra realidad cotidiana que es bienvenida y merece respeto).
El fundamentalismo que hoy más conocemos es el religioso, tanto en el Islam como en el Catolicismo, el cual debe ser distinguido de la religión como tal; la religión y la política en sí y por sí mismas no son fundamentalistas, por lo que es importante conocer algunas características propias del fundamentalismo, que las vemos “operadas” en diversos campos, no sólo de la religión –que pareciera ser el campo más común- sino también, por ejemplo, en la política.
La fuente del fundamentalismo es la dogmatización de determinados valores y principios sociales, que son llevados al extremo del no razonamiento y de la obediencia obligada; la medida de los valores, su aplicación y su reglamentación son establecidas por un líder, que es el que “intermedia” entre el valor social mismo y los seguidores de ese valor.
El líder intermediario es el que “interpreta” el valor social estableciendo el “contenido” que debe ser acatado por los seguidores, dicta las normas y las decisiones de acción que se deben seguir, y todos deben obedecer; lo que el líder dice, piensa y hace es lo correcto, mientras que lo que dice y hace el adversario está equivocado.
El cuestionamiento y la disidencia no son aceptados, ya que la obediencia se vuelve ciega e impide hacer razonamientos propios, y, por lo tanto, tomar las propias decisiones; quien cuestiona el contenido “interpretado y establecido” por el líder, quien llama a caminar por otro sendero, es calificado como “traidor” al valor social enarbolado.
El autoritarismo y la imposición se vuelven necesarias para conducir el movimiento fundamentalista, ya que es difícil –según el fundamentalismo- que la gente común pueda tener la capacidad y la iluminación que el delicado momento histórico que se vive requiere para tomar acertadas decisiones; es por eso que el fundamentalista “ayuda” a la gente diciéndole por dónde es necesario caminar.
También es imperioso cerrar la puerta a todo elemento ajeno o extraño que pueda alterar el control del movimiento, razón por la que el fundamentalismo se vuelve reaccionario y conservador; para ello es obligado evitar cualquier cambio que se quiera hacer al entorno que se vive, siempre y cuando el cambio no sea propuesto por el líder; para este efecto es necesario utilizar la cláusula de exclusión para todos los que no coinciden o aceptan el liderazgo.
El fin que persigue el fundamentalismo es la realización de todas las aspiraciones de los seguidores, que están siendo impedidas por “los otros”, contra los que se debe luchar; este fin justifica todos los medios que sean precisos utilizar.
El discurso y las acciones de López Obrador pueden ser analizados con estas herramientas, y nos pueden dar un resultado interesante; la mira está puesta en el año 2012, circunstancia que está abierta a todos los que aspiran a la candidatura presidencial, con las solas condiciones establecidas por cada partido político, lo que no nos impide conocerlos bien.
El objetivo de sus promocionales, es decirnos que su movimiento está vivo gracias a muchas personas que lo acompañan y que le permiten que esté presente en el ánimo de la política nacional.
Lo consecuente, por lo tanto, es tenerlo presente como un político que está trabajando por su candidatura para 2012, y que es importante conocerlo como persona y como corriente de pensamiento político.
Ya el que coincidamos o no con su movimiento y propuestas es otra cosa; peligro para México es no avanzar en nuestro desarrollo político y en la participación ciudadana, para que cada vez tengamos mejores gobiernos, como ahora estamos en un proceso electoral para renovar parte del gobierno federal en su poder legislativo.