Por allá del mes de octubre del año 2008, mes en que se desploma el sector inmobiliario y el de los seguros en los Estados Unidos, desquiciamiento largamente anunciado, nuestro secretario de hacienda insistió una y otra vez que la economía mexicana se encontraba blindada y repetía sin cesar que si a los vecinos del norte les daba una pulmonía, a nosotros nos daría un simple catarro.
Dependiente en extremo nuestra economía de la de Estados Unidos, pronto comenzamos a ver y sentir sus efectos en nuestro país. Desplome en exportaciones de productos manufacturados, particularmente del ramo automotriz, una sensible baja en las remesas de los migrantes hacia México, turismo a la baja por el asunto de la inseguridad, desempleo a la alza, ingresos petroleros declinando y en lo interno, signos de ingobernabilidad.
Con este escenario, el oficialismo se encargó de rubricar sus discursos con la consabida frase “crisis que no se originó en México” y así eludían sus responsabilidades. Se desplegó una campaña mediática para hacernos creer que el origen de nuestros males, particularmente económicos, se ubicaba en cualquier lugar del mundo menos en nuestro país. Diputados y senadores se placearon y convocaron a conferencias de prensa en las que repetían como loros que la recuperación se daría antes que en Europa y Norteamérica. México no entrará en recesión vomitó el corpulento secretario de hacienda y en cascada, la declaracionitis de funcionarios federales y estatales.
El uso de los medios, con gastos enormes e incuantificables, resultó fallido. Declaraciones con un optimismo irresponsable, festinaron la creación de cuatro mil empleos, tratando de ocultar la pérdida de más de quinientos mil en sólo seis meses. Anuncios de que se visualizaba una recuperación sólo en su pobre imaginación, evocando casi aquella desafortunada frase en la que teníamos que acostumbrarnos a administrar la opulencia.
Dejando de alimentar optimismos, no ha quedado más que reconocer que México ha entrado en plena recesión, según ha declarado a los corresponsales extranjeros el dr. Carstens. Que tendremos un “crecimiento” negativo (¿Por qué no llamarlo crudamente decrecimiento?) de 4.1 por ciento en el PIB, cuando sus pronósticos lo ubicaban en el 1.8 por ciento (éste sí, crecimiento)
Las declaraciones anteriores las recetó en el marco de una contingencia epidemiológica, probablemente pensando que estaríamos más ocupados tratando de obtener cubre bocas y gel antibacteriano. La reacción de algunos miembros de la sociedad ya lo califican como inepto y cínico; su patrón no escapa a los calificativos. La mentira y el ocultamiento se han convertido en la divisa que los identifica.
Esa misma adjetivación se está aplicando con la aparición del virus de la influenza. Lejos de sentirnos los salvadores del mundo, como lo declaró, desde su pequeñez, el señor de los pinos, nos ha convertido en una especie de peste para el mundo. Tengo mis dudas acerca del conocimiento que tenga de Mary Shelley, pero la similitud en sus creaciones es asombrosa. Ahora no sabe cómo lidiar con ella.
Es claro que después de quince días de reclusión de la población, el imaginario colectivo comienza a otorgar mayor credibilidad a la información que no provenga del sector oficial.
Se ha destapado una cloaca de la que emanan mentiras, ocultamientos, invenciones, intentos de autoritarismo, ineptitudes, corrupciones, manipulaciones, engaños. El escrutinio de la sociedad es implacable: se ha intentado aprovechar un mal como la influenza, cuya realidad nadie pone en duda, para capitalizar efectos políticos en vista de las elecciones de julio próximo. Han aflorado deficiencias en los campos científico, educativo y de salud. Protagónicamente aparece nuevamente, y como si no tuviéramos suficiente, la maestra Gordillo, fijando posturas ante la contingencia decretada e instruyendo al bisoño secretario de educación.
A medida que avanza el tiempo, se fortalece la idea del engaño y la utilización de la voluntad de la población que con docilidad acata las disposiciones de prevención, por miedo. Se hace famosa la Canadiense anti neoliberal Naomi Klein por su ya popular “doctrina del shock”. El intento de conmocionar para dominar la voluntad está latente. La sociedad se resiste. Buena oportunidad para disminuir la masa acrítica que la compone.
En estos ambientes, arrancan anodinamente las campañas de los candidatos a diputados federales, ellos sí, conmocionados. Haciendo gala de escasa imaginación, no atinaron más que a salir a la calle a regalar “kits” para prevenir la influenza, o sea que, en ese sentido, todos los partidos resultaron iguales.
Por último, valdrá la pena informarse sobre las actividades que desempeñaron los diputados y senadores en materia legislativa bajo el manto informativo de la sobredimensionada epidemia. Ojala no nos encontremos con leyes hechas al vapor y que sean más letales que el más mortífero virus. Ya daremos cuenta de ello. n
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