A unos días de haber iniciado las campañas electorales para definir la composición de la Cámara de Diputados, el verdadero reto al que se enfrenta la sociedad mexicana es vencer al abstencionismo, que en nada ayuda a la vida democrática del país, sino todo lo contrario, ya que permite que la voluntad de la minoría decida el rumbo que debe tomar la nación, trayendo consigo grandes carencias y penurias en los diferentes ámbitos de gobierno.
Un estudio recientemente publicado por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública del Poder Legislativo federal, referente a las elecciones federales del próximo 5 de julio, nos muestra cifras alarmantes. El reporte menciona que: “se espera que los índices de abstención fluctúen entre los 65 y los 69 puntos porcentuales”, además indica que “el 62 por ciento de las personas en edad de votar juzga como poco o nada confiables las elecciones, y que 58 por ciento de la ciudadanía considera posible que en el proceso electoral en curso haya conflictos postelectorales”.
Ésta es la realidad en la que nos encontramos sumergidos; una realidad que se ha ido construyendo en los últimos años con una mala administración pública, con gobiernos federales ineficientes, sin visión de Estado y faltos de compromiso social y sensibilidad política.
El mismo reporte nos muestra el cómo ha ido en aumento el abstencionismo hasta tocar niveles preocupantes. El nivel de participación ciudadana para las elecciones federales intermedias en el año 1991 fue de 65.97 por ciento, mientras que en el año de 2003 el nivel de participación cayó al 41.68 por ciento; por su parte, en las elecciones federales presidenciales del año 1991 el nivel de abstención fue 22.84 por ciento y en las elecciones de 2006 aumentó al 41.45 por ciento.
Esta caída de más de 20 puntos porcentuales en la participación ciudadana obedece fundamentalmente a una repulsión al sistema político actual, a la falta de confianza en las instituciones y en los partidos políticos, además de la ineficacia del gobierno.
El desencanto en el electorado es una constante en nuestro sistema político y que en las próximas elecciones se incrementará ante la decadente situación que hemos venido sufriendo en los últimos años, en donde nuestros niveles de bienestar social han sido sustituidos por un incremento inusual de la violencia, un desempleo que no ha tocado fondo, una crisis económica sin precedentes y una contingencia sanitaria provocada por la influenza que ha puesto en evidencia nuestro precario sistema de salud nacional y estatal.
En una encuesta publicada el pasado lunes por Consulta Mitofsky, el 45 por ciento de los entrevistados consideran que se está ocultando información respecto a la alarma sanitaria que estamos enfrentando, situación que refleja la falta de confianza que tiene la población en las instituciones de gobierno.
Ante este panorama que se describe, y que sufre la población, se hace necesario que los actores políticos que hoy son candidatos eleven el nivel del debate, pero sobretodo puedan transmitir propuestas realistas para dar respuesta a estos cuatro grandes problemas que hoy enfrenta el país; lo peor sería que, ante una ineficacia política de los partidos y una ausencia de creatividad política de los candidatos, se permita que la pandemia del abstencionismo triunfe en la próxima contienda electoral, con el consecuente resultado de que los verdaderos problemas del país no puedan resolverse, ante una crisis de falta de credibilidad y de ausencia de un verdadero proyecto político que responda con eficacia a la problemática actual; de no ser así, seguiremos viendo por parte del gobierno la instrumentación de programas que aumenten el uso de los tapabocas convertidos en “tapavistas” de los verdaderos problemas de hoy enfrenta la nación.