El más reciente reporte del Foro Económico Mundial sitúa a México en el lugar 60 (de un total de 134 países) en el índice de competitividad global 2008-2009, por debajo de países como Chile, España, Tailandia, Panamá o Costa Rica, poniendo en evidencia el enorme rezago existente en áreas fundamentales para el crecimiento y desarrollo de nuestro país. En palabras simples, dicho índice mide la productividad del país en cuanto a sus recursos, políticas públicas, factores económicos, clima de negocios y prosperidad para la población.
La realidad del México del cambio es abrumadora, ocupando los últimos lugares en temas como: crimen organizado (127), los costos de hacer negocios por el crimen y la violencia (125), transparencia de las políticas públicas (94), protección de la propiedad intelectual (82), calidad de la educación primaria (116), participación de la mujer en la fuerza laboral (115), disponibilidad de las últimas tecnologías (92), entre muchas otras.
La administración federal debe comprender y entender más rápidamente que la competitividad no es producto de la casualidad, no se puede construir de la noche a la mañana, mucho menos con políticas improvisadas. La competitividad se logra con un cúmulo de estrategias y lineamientos públicos acertados y responsables, con visión a largo plazo, en un proceso de aprendizaje lento pero constante.
El año 2000 no sólo trajo el cambio político a nuestro país, también experimentamos el cambio en las políticas de Estado, las cuales no han dado los resultados que los mexicanos merecemos. En este lapso de tiempo, el Estado mexicano ha retrocedido veintiocho lugares en cuanto a competitividad global se refiere, pasando del lugar 32 al 60 en tan sólo ¡ocho años!; este es el resultado de gobiernos panistas ineficientes e improvisados.
La apuesta de las políticas públicas debe ir enfocada a invertir en la educación, crear los mecanismos financieros que fomenten la investigación, la creación de nuevas tecnologías y un esquema de enseñanza que esté acorde a las cambiantes necesidades del mundo actual. Mientras el destino de los recursos esté enfocado en áreas poco productivas, el estancamiento del país se verá reflejado en el constante decremento del PIB per cápita de los mexicanos.
Desafortunadamente el escenario en nuestro estado no es más alentador, en una reciente entrevista concedida a La Jornada Aguascalientes, el licenciado Otto Granados Roldán mencionó que, según datos del Departamento de Estudios Económicos de Banamex, se estima que el crecimiento real de la economía del estado durante 2008 fue de apenas 0.1 por ciento del producto interno bruto (PIB), lo que, comparado con el crecimiento de la economía nacional para el mismo período, que fue de 1.6 por ciento, indica que Aguascalientes creció 15 veces menos que el promedio nacional.
Esta realidad nos confronta de manera cruda con la situación en la que se encuentra nuestro estado, en donde Aguascalientes está por debajo del promedio nacional de crecimiento, en un país en donde la competitividad está estancada en la mediocridad. Estados como San Luis Potosí, Chihuahua, Colima o Querétaro son más competitivos que nosotros, con crecimiento sostenido y mayores fuentes de empleo; nos estamos quedando atrás, y no sólo en el fútbol, que hasta en eso nos ganan.
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