La impunidad y la corrupción han caracterizado los cuatro costados del Sistema Político Mexicano. La inmensa mayoría del pueblo mexicano no ha podido experimentar en carne propia la diferencia de ser súbditos o ciudadanos. Callar y obedecer ha sido para los más pobres un requisito inviolable en su condición de gobernados, mientras que mandar obedeciendo es la eterna promesa incumplida de los gobernantes. La división de poderes preconizada por Montesquieu en el siglo XVIII no ha encontrado en México el lugar que en otras partes del mundo la democracia le ha reservado. El poder ejecutivo federal, desde la perspectiva política y jurídica, sigue determinando el andar histórico de la república más allá de las voces que sostienen que la división de poderes en el país ha ido evolucionando y que sus órganos constitucionales autónomos han permitido el surgimiento de poderes informales en el marco de un nuevo federalismo. Lo cierto es que nuestra democracia ha dejado intacto el presidencialismo mexicano a pesar de los tintes reformistas que no han tocado sus canas. Sin una nueva Constitución no habrá una nueva constitucionalidad Cuando Vicente Fox asumió la presidencia, su sexenio se significó por ser un régimen presidencial sin Presidente. El ascenso del PAN al poder no logró cambiar las viejos moldes institucionales del régimen priísta, en los que ahora el gobierno usurpador ha encontrado el mejor lugar para esconder su escandalosa ineptitud. Los acuerdos entre una parte del PRI, el PAN y el gobierno para someterse a los dictados del consenso de Washington han resultado contrarios al interés nacional y los dimes y diretes de los expresidentes de la república sólo confirman que la impunidad es consustancial al régimen político imperante. La proclamación paradigmática del estado de excepción que el gobierno calderonista decretó el pasado 24 de abril, por instrucciones del Capitolio representó la punta de lanza de la estrategia sanitaria globalizada que los Estados Unidos diseñaron para prevenir y combatir la difusión de todo “contagio” real o simbólico, verdadero o metafórico, por cualquier medio en razón de la lucha que el gobierno norteamericano le declaró al “terrorismo” con la instauración del estado de excepción global que George W. Bush puso en marcha en su gobierno y que Barack Obama instaló en territorio mexicano después de su visita; “acción responsable” que el gobierno usurpador operó a ciegas bajo el temor de una PANDEMIA que justificara la instauración del Estado de Excepción y diera legitimidad, con el uso del miedo, a las medidas sanitarias iniciadas en México y secundadas por el resto del Mundo. De esta manera “la suspensión legal de la ley” en los países afectados y la no aplicación de tratados internacionales ha marcado la nueva política exterior de los Estados Unidos con las naciones “infectadas con el virus de la influenza “.
*Diputada del Partido de la Revolución Democrática