Yo Leo - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Escribo novelas y me dicen que es autobiografía. Escribo autobiografía y me dicen que es novela. Ya que yo soy tan tonto y ellos tan inteligentes, que sean ellos los que decidan qué es y qué no”. 

(Philip Roth)   

“El 25 de junio de 1950, unos dos meses y medio después de que las bien adiestradas divisiones de Corea del Norte, armadas por los soviéticos y los chinos comunistas, penetraran en Corea del Sur cruzando el paralelo 38 y se iniciaran los sufrimientos de la guerra de Corea, ingresé en Robert Treat, una pequeña universidad en el centro de Newark bautizada en honor al fundador de la ciudad en el siglo XVII”, es la primera frase de Indignación, una novela de Philip Roth que, como casi todas las suyas, comienza realmente en la segunda: “Era el primer miembro de nuestra familia que trataba de tener una educación superior”, con ese genial “trataba” a mitad. 

Philip Roth, al que este año tampoco le darán el premio Nobel, logra, de nuevo, en esta novela, dar un giro temático, que no semántico, a su última producción. Después de la espeluznante meditación sobre la vejez que supone Sale el espectro, regresa con una novela en que lo histórico (entroncado con la frase de un personaje suyo dirigida a su hijo: “Mira por la ventana. Lo que estás viendo es la historia”) y lo personal (el judío ateo), lo cívico y lo más fisiológico, los grandes traumas sociales y las vicisitudes cotidianas vuelven a darse la mano. 

Indignación, cuyo título está sacado del himno que cantan los patriotas chinos al lanzarse al enemigo durante la guerra de Corea (“La indignación llena el corazón de nuestros compatriotas”), es la historia de Marcus Messner, hijo único de un carnicero kosher en Newark (¿dónde si no siendo Roth?) en los años cincuenta que intenta anticiparse y mejorar su posible futuro. Su deseo de romper con todo, incluida la figura paterna, hace que se traslade a una universidad luterana a Ohio, lo más radicalmente opuesto que puede encontrar y que además sirve para que el autor homenajee a otro de los grandes la literatura usamericanas, Sherwood Anderson. 

Al huir, sin embargo, es cuando Marcus debe encontrase a sí mismo en la confrontación: con el teísmo radical que se expone a su ateísmo que culmina con una discusión con el decano a la que el vómito de Marcus pone fin con la represión sexual que resulta una barrera infranqueable para el deseo compulsivo del protagonista que culmina con una de las explícitas escenas rothianas; en este caso, sexo oral, y, al fin, con la guerra de Corea que culmina con la muerte del protagonista que nos hace descubrir, ya pasada la mitad de la novela, es Marcus ya muerto, o quizá en el limbo de la morfina y agonizante, quien nos ha estado contando su historia. Un narrador muerto para uno de los autores más vivos de la literatura usamericana. 

Indignación, como la mayoría de las novelas de Roth, trata de  lo que el escritor definió en otra de de ellas, Decepción, como la “terrible ambigüedad del yo”, refiriéndose no al de sus personajes sino al propio. Quizá nadie exprese mejor ese modo de escritura, quizá un elogio, quizá una denigración, pero sin lugar a dudas una verdad, que Martin Amis, cuando afirma que Roth “es de alguna manera excesivamente único. Es él, él, él”.  

Roth el (sabio) realista amargado 

–¿Qué tiene de malo ser un ser humano? 


–Todo –respondió Flusser con una sonrisa.

No se ponen de acuerdo 

En El País, José María Guelbenzu: “En suma: ciento setenta y tantas páginas le bastan a este sabio y consumado escritor para expresar el sentido de su cívica indignación moral dentro de una historia que concluye dramáticamente con un muchacho que ha luchado por su libertad personal y moral para acabar acribillado a bayonetazos en una trinchera en Corea y fundirse en la nada. La obra narrativa que viene escribiendo Roth desde El teatro de Sabbath en 1995 es, con alguna excepción menor, uno de los monumentos literarios más grandes que se han levantado en los Estados Unidos desde la segunda mitad del siglo XX”. 

En ABC, Juan Manuel de Prada: “Como ocurre en entregas anteriores del autor, se supone que la novela ha sido escrita para que comulguemos con las tribulaciones de sus personajes, presentados como paladines de una lucha contra lo opresivo. Pero las premisas y objetivos de esa lucha nunca los acabamos de vislumbrar; o, si los vislumbramos, es para concluir que son los propios de un ególatra desapasionado y necio, con esa necedad supina de quienes se creen muy inteligentes. Que Roth otorgue una trascendencia misteriosa a premisas y objetivos tan triviales es lo que torna tan irritantes (y anacrónicas) sus novelas”.  

Banda sonora 

¿Qué va a pasar si me entrego y no funciona? / ¿Qué va a pasar si me tiro al barro ahora y sale mal? // ¿Qué va a pasar si no puedo soportarlo? / ¿Qué va a pasar si decido dar el paso y sale mal? (“Montañas de basura”, Los Planetas


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