No es un libro, pero como se parece… Llegaron así nomás al escenario y dijeron que venían de paquetería ‘Grupo 55’; eran dos, una chica y un joven de uniforme color naranja y tenían el cometido de entregar un paquete en el Teatro Morelos, sin duda alguna estaban en el lugar correcto, aunque ellos dudaban que ése fuera el espacio.
Y sin duda la confusión era válida, pues todos los papás pagaron en taquilla un boleto para entrar a ver la obra Un lugar entre las nubes, del grupo de teatro ‘Grupo 55’, de la ciudad de México, en coproducción con la compañía inglesa ‘Quicksilver’, una más de las actividades infantiles incluidas en el programa cultural de la Feria Nacional de San Marcos, y esos repartidores poco parecían saber de teatro.
Todo hubiera sido tan sencillo si sólo fuera dejar el paquete, pero en el oficio de entrega les pedían a ambos que hicieran algo que no habían hecho nunca, eso los puso algo nerviosos, tenían que contar una historia y sacar de la caja todo lo que había dentro de ella para utilizarlo como mejor les pareciera.
En la caja había telas, broches para sostener la ropa, tubos de cartón, cajas más pequeñas, algodón.
Desde que llegaron se notaba entre ellos un atisbo de competencia; los dos querían tener la razón, ser el primero en hablar, contar la mejor historia. Ambos se dieron cuenta que así no iba a funcionar y que hasta en los cuentos se puede estar acompañado, entonces el escenario cambió.
Las primeras historias que intentaron contar fueron un desorden, todas las cosas de la caja estaban regadas sin alguna intención concreta; pero, de pronto, apareció un castillo con unas enormes escaleras y una ventana en lo alto, un rey, su nieta y un cielo lleno de estrellas.
Nadie cerró los ojos, no se abrocharon el cinturón de seguridad y tampoco había alguien al volante como para creer que aquello era un viaje, pero todo indicaba que hace tiempo los niños, papás y adultos habían abandonado el teatro sin darse cuenta.
Hubo momentos en que los trabajadores de la paquetería requirieron apoyo para nombrar algunos de los objetos que salieron de la caja como los vasos, y el color de las telas, el público sin dudarlo los ayudó.
Esto quizá fue lo que incitó a que cada niño se imaginara lo que quisiera de lo que veía en el escenario, lo que para la historia eran unas montañas, para uno de los pequeños era un pastel enorme que tenía miel encima y alguno más dijo: qué lindo se ve, cuando las nubes hicieron su aparición en la escena.
En el lugar de las butacas comunes, esas acojinadas, de tapiz color tinto, había nubes blancas, inmensas, suaves, junto con el rey y su nieta recorrieron el camino de las estrellas en el firmamento; se sintió entre los pies la presencia de un gato blanco como el algodón y suave que dio un par de ronroneos.
Hubo un momento de tristeza: el rey había muerto y su nieta, aunque no lloró, lamentó el hecho; a quién iba a visitar ahora, cómo le contaría a su abuelo las hazañas del día, lo iba a extrañar. Finalmente tuvo que despedirse y saber que hablando con las estrellas era como si lo hiciera con él.
El viaje terminó, las butacas aparecieron y de nuevo en el escenario estaban los dos trabajadores de paquetería ‘Grupo 55’, quienes tuvieron que retirarse porque tenían un paquete más que entregar y sólo dieron las gracias a los presentes en el teatro, pues era la primera vez que ellos contaban un cuento.