¿Cuál es el conocimiento que perdemos con la información, cuál es la sapiencia que perdemos con el conocimiento? Eliot.
Imaginemos por un momento que los que se dicen maestros no tienen pretensiones muy elevadas, sino más bien modestas. Con un realismo notable se olvidan de ser ‘maestros’ y sólo pretenden ser enseñantes. Sólo didáctas y no ‘formadores’.
Consideremos solamente la acción de enseñar en relación con la psicología educativa necesaria para que nuestros alumnos, individual y en grupo, entiendan un contenido. Nuestro propósito central va a consistir en enseñar bien el contenido de una materia a nuestros alumnos.
Objetivos de la formación psicológica. Para ser un simple didacta necesitamos la psicología, suponiendo, -sin conceder- muy ingenuamente que ya conocemos bien la materia a enseñar, asegurado tal dominio, aspecto epistemológico, que huy, huy, huy –que barbaridad- no hay dos como nosotros en la república mexicana y en la republica de las letras, en el conocimiento de la misma.
Nuestro trabajo de didáctas serios nos exigiría tener un conocimiento del nivel de desarrollo biopsicosocial del alumno. Y capacidad –sensibilidad para determinar dicho nivel. Y tenerlo en cuenta durante todo el tiempo que pretendamos andar de enseñadores. Esta sería la expresión y una concreción del más elemental respeto de cualquier didacta, ni que decir de los humanísimos universitarios. Me aguanto la vergüenza de hablar de cosas tan pedestres, ante los profesionales de la comunicación didáctica.
Si no pretendemos conocer el desarrollo de Juanito, para caer en éxtasis contemplativo y decirle que está bien bonito, y que como él no hay dos. Si entendemos que nuestro papel no consiste en ser fan de Juanito. Tenemos la pretensión de que con el conocimiento de la disciplina que enseñamos podemos apoyar el desarrollo de juanito, si logramos coordinar metódicamente la materia, con el nivel de desarrollo biopsicosocial de Juanito.
Queremos proceder didácticamente con juanito. Le pregunto a nuestro pretendido didacta ¿cómo hacerle? La tormenta arrojó a Juanito en el caimán de la universidad. La carrera que escogió se le ocurrió por un comentario de un tío, un conocido en la fila de inscripción. Esa es toda su experiencia de orientación vocacional y escolar. Por lo tanto, Juanito, no trae ninguna regla, no sabe hablar, no sabe qué es la universidad, qué es eso que se llama maestro, qué es eso que se nombra con la palabra ‘alumno’. Tiene una experiencia llanera de todas esas palabras. Su interés está en punto muerto. Más aún, está en guerra, contra el estudio y el aprendizaje, para el son una pesadilla. Una guerra sin cuarten y sin sentido y sin resultados. El invento del peor genio maligno. Él está aquí, por que lo obligan, por que aquí cayó, y no se va por que no lo echan. 15 años en que los ‘profes’ fueron geniales para que aprendiera la pasividad, palabra gris que oculta el aprendizaje de aprender a no aprender y sobre todo a no hacer nada. Por eso, cuantas veces puede, no viene, por eso estudia hasta que no hay escapatoria, y la mayoría ni eso, por eso no toma ninguna nota. Por eso es maestro de la copia: aprendió a no hacer nada. Suele venir despeinado, con zapatos o huaraches sin calcetines, lo envían en ayunas, y se dedica a comer comida chatarra, a media mañana o tarde, con un refresco. No conoce ninguna norma de trabajo, salvo, y es lo único que le interesa- conseguir una calificación. Está embebido en las 3 pantallas: computadora, celular, televisión. Ha sido modelado por los medios de información; medios que por naturaleza, ofrecen un conocimiento de carácter –opinable- por su naturaleza amarillista y circense presentan informaciones desordenadas y sobretodo -contradictorias-. Resultado: un sujeto, completamente desorientado. Un parapléjico, con espina bífida, es más preciso en sus palabras, en sus preguntas y en sus percepciones. Está vacunado contra y realmente padece una parálisis en escritura y lectura. Realmente, los alumnos son inteligentes, no tienen un pelo de tontos. Su inteligencia está intacta: precisamente esa es su desgracia. No es ninguna suposición que Juanito se fue en automático durante sus 15 años de vida escolar. Los ‘profes’ preciosos, se encargan de que Juanito ¡no haga nada importante durante 15 años! ‘Nos envician muy gacho’ me dicen varios alumnos. Algunos tienen una inteligencia excepcional, un 2 por ciento de ellos. Es la tragedia de un abandono permanente de los padres y de la escuela. Y está demostrado que son las alumnas con su dedicación las que van logrando dominar el campo de estudio de la carrera elegida. Sin los maestros, a pesar de los maestros y contra los maestros. Me decía un colega, que ellos siempre habían obtenido magnífica respuesta de las alumnas como auxiliares -¡de investigación!, alumnos, alumnos, nunca, ninguno ha respondido. Por otra parte las que captan la situación, una mayoría solo se entretienen ‘mientras’ llega el enviado del señor. Otras aprenden a ser cínicas en una forma que nadie les iguala; y esto, precisamente, por la mayor madurez que demuestran. Una instantánea de cómo se las gastan los muchachitos, en cuestión de seriedad y responsabilidad. Una alumna me decía que la mayoría de los alumnos son doble cara: en su casa dicen que vienen a estudiar, utilizado como pantalla, para cubrir su carácter mediterráneo y jolgorioso. Se la pasan buscando divertirse.