uis Echeverría Álvarez (LEA) es un hombre importante para la vida de Aguascalientes, comenzada la segunda mitad del siglo veinte.
A él se debe el impulso de la carrera política del maestro Enrique Olivares Santana para llegar a ser Gobernador del Estado y desde ahí seguir éste un rumbo ascendente hasta la antesala de la Presidencia de la República, desde el cargo de secretario de gobernación.
Echeverría fue oficial mayor de la SEP y ahí conoció al profesor Olivares, dirigente magisterial entonces. Más tarde, LEA fue subsecretario de gobernación bajo la presidencia de Adolfo López Mateos, de 1958 a 1964 e influyó decididamente a favor de la candidatura de Olivares Santana en 1962, quien inició toda una época política en la entidad, conocida como el olivarismo, que, en sus aspectos positivos, representó el comienzo de la modernidad y apoyos extraordinarios al estado por parte de la Federación, logrados por Olivares Santana desde cada cargo ocupado, tanto como gobernador como en los demás que ejerció, que los ocupó todos. Quizá uno de los aspectos negativos de su luenga carrera, fue que no permitió que su hijo, Héctor Hugo Olivares Ventura, llegara a la gubernatura en el tiempo ideal, pues era mal visto que padre e hijo ocuparan simultáneamente posiciones relevantes en el aparato político-burocrático.
LEA es quizás el presidente de México que mas traté, empezando con su destape como candidato presidencial. Era un tarde de octubre, me parece, de 1969, porque el día de mi cumpleaños, 8 de noviembre, fue la fecha de su designación como candidato oficial del PRI a la Presidencia, si bien los últimos destapes priístas han sido alrededor del 22 de septiembre. El día 18 de este mes de ese año, había yo llegado a vivir a México para cursar mi carrera.
Al segundo día del destape de LEA nos acarreó, digo, invitó, a saludarlo, nuestro amigo Benito Palomino, ex gobernador interino de Aguascalientes y a la sazón director de asuntos jurídicos y revalidación de estudios de la SEP. Del grupo que fuimos me acuerdo del José Luis Ávila Pardo, Alfonso de Lara, Jorge Infante, Cristóbal Chávez, Benjamín Durón, Eusebio Rosales y Manuel Moreno.
Lo hicimos con gusto porque militábamos en el PRI y era un privilegio estar en el despacho del secretario de gobernación, al tiempo, seguro Presidente de la República. En un rincón, impecablemente vestido con chamarra de piel y botines de ante, nos observaba el paisano Pedro Arellano (RIP), colaborador de LEA en la Compañía Operadora de Teatros, y después aquí secretario de desarrollo económico en el régimen barberenista, antiguo amigo mío a cuyo matrimonio civil fui el único aguascalentense que asistió, acompañándome una ex novia que mucho más tarde se casó con un señor muy mamón que trabaja en un banco y cuyo nombre no recuerdo.
LEA había llegado a la candidatura después de toda una vida de preparación en silencio, con disciplina, dormía de tres a cuatro horas diarias, se casó con una hija del muy influyente don Guadalupe Zuno, leal a toda prueba ante los ojos de su jefe, el presidente Díaz Ordaz, y bueno, también servil, según dice la tigresa Irma Serrano, quien vio lustrarle lo zapatos a don Gustavo, pero eso sí, obtenida la candidatura presidencial, se transformó por arte de culminación de una estrategia, en el hombre hiperactivo, grandilocuente, locuaz, que todos vimos. En ese encuentro en gobernación nos dijo que “con ustedes, los jóvenes, haré una campaña arriba y adelante”.
Y digo que quizás es el presidente que más traté porque en 1970, con permiso del Congreso de la Unión por ser yo mexicano, fui nombrado vicecónsul de Costa Rica en el Distrito Federal y con tal condición tuve oportunidad de departir con LEA en varias ocasiones, llegándole incluso a proponer algunos proyectos, como crear una zona administrativa y residencial de legaciones diplomáticas en el D.F. para una mayor seguridad pública de dichas representaciones. Él sabía oír, pero luego se vengaba, y también sabía hablar sin límite.
Me motivó este artículo, el carpetazo que se le dio el mes pasado al litigio más grave que debió enfrentar LEA en su vida, por el delito de genocidio, todos sabemos, proveniente de la masacre del 68 en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, el 2 de octubre. Su propio abogado defensor, alegre, ha declarado que no volverá a tener entre sus manos asunto más importante que ése.
Ángel Mattar, magistrado del Segundo Tribunal Unitario de la Ciudad de México, dio curso el 30 de junio de 2006, a la orden de aprehensión dictada contra Echeverría, al negarle los recursos que contra ella interpuso, y decretó el arraigo domiciliario que hizo que el ex presidente tuviese que pasar todo este tiempo en su casa de la calle Magnolias en San Jerónimo Lídice, del D.F.
Previamente, LEA había librado ya una acusación similar de la Procuraduría General de la República, aduciendo que el delito estaba prescrito. Sin embargo, el quinto tribunal colegiado en materia penal del primer circuito, exoneró definitivamente de genocidio a LEA, lo que ha motivado inconformidades en amplios sectores sociales, y familiares de los ofendidos, cuyas heridas no han cerrado.
El carpetazo estuvo basado en que no existía prueba alguna, ni siquiera indiciaria, que demostrara que Echeverría preparó, concibió o ejecutó la matanza estudiantil del 2 de octubre de 1968.
Tan sencillo, amables lectores, como que el secretario particular del Presidente, el secretario de la defensa nacional, o el secretario de gobernación, hubieran confesado que sí recibieron la orden de abrir fuego contra los manifestantes, por parte del Presidente. ¡Si como no!
CAJA REGISTRADORA.
Ha dejado las páginas de este diario, el compañero Matías Lozano. Ni el director ni sus amigos pudimos impedir que Matías se vaya a la Unión Americana, donde reside su hijo Matías Enrique, a la realización de un proyecto de vida. Dejó los mullidos sillones de la burocracia de prensa para venir aquí y su estancia en La Jornada Aguascalientes, desde su fundación, nos pareció corta, pero muy fructífera. A muchos les dará gusto su salida, pero a muchos más nos da tristeza. A unos y otros, porque Matías es un profesional del periodismo, un hombre incorruptible que no dejó pasar nada, que investigaba, confirmaba, confidente leal, que dejó las puertas abiertas y sí, mordaz y duro de matar. Los que tomen sus bártulos seguirán haciendo un periodismo comprometido, porque este diario, señores lectores, no se hace al contentillo de los políticos. n