Desde los “war rooms” (si así se les puede llamar) de la maquinaria político-electoral hidrocálida, surge una preocupación que afecta igual a panistas, priístas, perredistas y convergentes: ¿Cómo va a afectar la influenza al proceso electoral del presente año?
Con la información que tienen en sus respectivos cuarteles de guerra, los dirigentes políticos trabajan a marchas forzadas en nuevas estrategias que les permitan capitalizar la actual contingencia nacional; lo hacen, en medio de la incertidumbre; especialmente, las dudas que tienen que ver con el plazo que habrá de durar el actual estado de emergencia que reina en el país.
El conflicto fundamental radica en la imposibilidad aparente de capitalizar el problema de manera burda; si se hace evidente que un partido intenta aprovecharse de la situación, entonces tendrán que esperar el voto de castigo (incluyendo a los aficionados a las teorías de la paranoia y el complot, que circulan a una velocidad mayor que el propio virus en la red).
En resumidas cuentas, y tras recabar la opinión de los analistas locales, las conclusiones a las que han llegado son las siguientes:
El golpe más duro lo sufriría el PRI, que apostó por candidatos con un escaso reconocimiento de nombre. Con las de por sí cortas campañas , mandatadas por el IFE, y la restricción para convocar a eventos masivos, se reducen las posibilidades de ganar para David Hernández Vallín en el distrito electoral número 2, por ejemplo.
Vallín (como se le conoce, pese a sus kilométricas calcomanías promocionales) enfrenta a un candidato muy popular (para bien y para mal): Alfredo El Mosco Reyes, y sin posibilidad de comprar tiempo libre en radio y televisión, ni de convocar a mítines, le será difícil penetrar en el ánimo de los electores, pese a que el segundo distrito aparece en las encuestas como el más priísta de todos.
Pero el mismo escenario aplicaría para el resto de los distritos. Para Paty Muñoz, que ha ido ganando adeptos desde la elección interna del PRI, también se antoja difícil penetrar, en las actuales condiciones, en un terreno árido, como lo es el tercer distrito electoral federal.
Y es que, es muy probable que la histeria colectiva no haya terminado de pasar para el 5 de julio, y que el abstencionismo sea aún más alto de lo que se preveía, derivando en una elección de estructuras; o como se dice en términos llanos: “a navaja limpia”. En ese orden, las redes que han creado los panistas en el estado, encabezados por el hoy operador de confianza del palacio mayor, Fernando Herrera Ávila, y por José Luis de Lira, podrían imponerse con facilidad.
La paradoja de la historia es que las reglas del juego, construidas en su momento por el PRI-gobierno, son ahora su mayor obstáculo para volver al poder. Aunque como se estableció, la incertidumbre es lo que priva respecto de la influenza, y lo que ahora se presume como un efecto favorable para Acción Nacional, podría invertirse de la noche a la mañana.