La cuaresma me trae muchos recuerdos ligados a la culpa. La culpa por comer carne y la culpa por abusar de la carne. No es por la fiesta previa llamada carnaval, sino porque el receso laboral decretado por los cánones judeocristianos te lleva a una pausa que de reflexión puede pasar al desenfreno –hasta me sentí como catequista-. No en vano es la época en que Jesucristo fue tentado por el demonio, sólo que el común de los mortales no tenemos tanta fuerza de voluntad como el esposo de María de Magdala –según los apócrifos-.
Cuando era un adolescente, los días previos a la pascua eran de gran conflicto existencial, pues la cuarentena sólo empeoraba el deseo onanista que concluía en una explosión de calentura en viernes santo, acompañada de la necesidad de redimirse con una sesión de flagelación. ¡Maldito puerco hereje! me recriminaba por mis instintos.
Llegó el tiempo de la universidad y debo confesar que a partir del miércoles de ceniza de 1994 descubrí el amor prohibido que se me oponía a mi pasado nerd y me di cuenta de que la vida era mucho más que los libros y los dieces en las boletas. Fue en un viernes santo cuando besé por primera vez a otra persona de mi género, pero fue ese el último acto homosexual para ese chavo que cambió la comunicación por la religión. Su partida al seminario Marista fue uno de los dolores más grandes de mi vida.
Años después, ya con una pareja mayor que yo –nomás 16 años-, salimos de viaje a Guadalajara. Allá, en la capital tapatía, los baños de vapor dieron pie a mi primera experiencia de ménage a trois –sexo en trío para los no francófonos-. Era sábado de gloria y ya no era presa de las culpas.
Estos días santos, salí con mi marido –sin reconocimiento legal-, mi ex novio y su actual pareja, pues nos invitaron a una comida de siete platillos exentos de pecado, excepto el de gula. En ruta a la comilona, en el auto escuchamos fragmentos de diversos musicales, hasta que sonó I Will Survive, de Gloria Gaynor, himno gay de la reina del disco.
“Sobreviviré” enuncia la letra de la intérprete que luego se convirtió al cristianismo. Es un tema que captura el sentimiento de muchos de los que al salir del clóset, nos encontramos con un mundo represor hacia la diversidad sexual. Posee una melodía que invita a bailar desenfrenadamente, cual cliché cinematográfico marica con todo y luces de colores en el piso.
Debo recordar también que en un par de campañas políticas, precisamente en época cuaresmeña y al término de las jornadas de ajetreo informativo, mi staff se sumaba a un ritual de liberación de estrés: agitar el cuerpo al ritmo en mención, incluyendo la nada mala versión de Celia Cruz… ¡pinches comunicólogos locos!
Cambiando ligeramente de tema, esta semana que concluye se cumplió un aniversario más de la muerte de María Félix, prototipo de la mujer ruda a la que bien podríamos encasillar según el psicoanálisis freudiano como la catalizadora de la homosexualidad de su hijo Enrique –madre dominante, padre ausente, bla, bla-, que dicho sea de paso, no murió precisamente de un ataque al corazón, como se dijo en su momento, sino de las enfermedades oportunistas secundarias a la infección por VIH.
Dicha versión puede ser cotejada con uno de los amigos de Álvarez Félix, quien disfruta de su retiro en Aguascalientes con un chavo como treinta años menor que él, con quien abrió un bar dedicado a La Doña –“El Caporal”-, desafortunadamente cerrado por escándalos con trabajadoras sexuales trans, mejor conocidas como “vestidas”.
Pero también viene a mi mente la que se dice tuvo escarceos sexuales con Frida Kahlo, por una película que viene bastante al caso: “Miércoles de Ceniza” de Roberto Gavaldón, donde se narra como Victoria es violada por un cura, lo que le provoca un odio reiterado hacia el clero además de ser partícipe de una trama emplazada durante la Guerra Cristera. Una cinta muy polémica en 1958, por involucrar prostitutas, sacerdotes y militares.
No obstante, no es mi deseo convertirme en un francotirador de tipos de la calaña de Marcial Maciel, aunque no puedo negar anécdotas como la de una reciente ordenación sacerdotal, donde cierto amigo –se dice el pecado, no el pecador- se asombró al reconocer en la misa concelebrada al menos a ocho ministros de culto que literalmente “habían pasado por sus armas”, luego del ligue en el Centro Deportivo Ejidal “Ojocaliente”.
Por cierto, para los que van a su baño turco anual en dicho balneario (famoso internacionalmente por el letrero ya borrado de “No se permiten perros ni homosexuales”) no se asusten si otro fulano los mira libidinosamente, pues es un muy recurrido punto de encuentro HSH (hombres que tienen sexo con otros hombres, según la Secretaría de Salud), conste que les avisé.
En fin, este sábath –verdadero y original día de descanso según los judíos- lo iniciaré con la voz sonora de Gaynor. Sólo lamento no haber acudido el año pasado al concierto que la afroamericana dio gratuitamente en Zacatecas. ¡Sobreviviré!