En un libro realmente hermoso llamado El quehacer ético. Guía para la educación moral, la doctora Adela Cortina nos dice que en la actualidad, las personas vivimos la ética como una moda, hablamos de ella e incluso la exigimos de los demás, pero en esencia lo que vemos y entendemos como moral, es una simple “moralina”.
Claramente nos dice “en realidad ‘moralina’, si miramos el diccionario, viene de moral, con la terminación ‘ina’ de ‘nicotina’, ‘morfina’ o ‘cocaína’, y significa ‘moralidad inoportuna, superficial o falsa’. A la gente le suena en realidad a prédica empalagosa y ñoña, con la que se pretende perfumar una realidad bastante maloliente por putrefacta, a sermón cursi con el que se maquilla una situación impresentable. Y es verdad que la moral se puede instrumentalizar, convirtiéndola en ‘moralina’, pero también es verdad que es posible instrumentalizar la política, convirtiéndola en ‘politiquina’, la ciencia en ‘cientificina’, el derecho en ‘juridicina’, la economía en ‘economicina’ y, sin embargo, no se han creado esos vocablos”.
Es verdad que no se han creado esos vocablos, pero en México los vivimos porque poco a poco se ha tergiversado la esencia de las cosas, de las personas, de las ideas y las instituciones; cada día vemos más predicadores empalagosos que atentan contra la inteligencia de los ciudadanos tratando de perfumar una realidad maloliente y putrefacta.
El ciudadano común y corriente observa los primeros resultados de la democracia con una moral baja, por no decir, desmoralizado, ya que en los últimos 18 años las expectativas de desarrollo y crecimiento que les ofrecieron “las administraciones del cambio” “quienes sacaron al PRI de los Pinos”, se han convertido en un sermón más con el que se ha maquillado una situación impresentable al ciudadano, como dice Adela Cortina.
A nadie le conviene que a México y a sus gobernantes les vaya mal, estamos ciertos que nos iría mal a todos, pero la buena fe del mexicano se está acabando porque no entiende cómo, en esos últimos 18 años, el PIB apenas alcanzó 2.3 por ciento anual, lo que significó que el ciudadano trajera menos dinero en su bolsa con el gobierno de Fox, el hombre del cambio democrático, que con el gobierno de Zedillo, que logró un 3.5 por ciento a pesar de la crisis, al menos, en este último período, el ciudadano contó con algo más de dinero.
La cuestión es cómo hacer entender a los millones de mexicanos que no tienen empleo que el presidente Calderón no ha podido cumplir con su promesa de ser el presidente del empleo. Al ciudadano de a pie le interesa muy poco si México pasó del lugar 42 al 64 en materia de competitividad en el mundo, si no tiene con que sostener una vida digna para su familia, y tantas otras realidades malolientes y putrefactas que están saliendo a la luz pública y que de seguro seguirán resultando con motivo de la revisión de las cuentas públicas de Fox.
Lo cierto y delicado es que poco a poco el pueblo se está dando cuenta quiénes son los expertos en instrumentalizar la moral, ya que hacen de su gobierno la más acabada y perfecta expresión de una “moralina” al servicio del poder por el poder mismo. n