En estas últimas semanas y con el inicio de las precampañas, los mexicanos hemos visto a un Presidente más activo: ha dedicado buena parte de su agenda a ejercer un activismo a favor del Partido Acción Nacional. Ha cambiado su formato en las giras de trabajo, permitiéndole reunirse en privado con líderes sociales, empresarios, alcaldes, pero sobretodo con medios de comunicación locales, en donde ofrece entrevistas enfocadas a tres temas fundamentales: inseguridad, la crisis económica y el desempleo, sin dejar de lado los asuntos concernientes a la entidad que visita. Esta estrategia puede entenderse como una manera de sustituir la prohibición de que haya spots gubernamentales durante el proceso electoral.
Este cambio de formato en sus giras de trabajo le ha llevado a pernoctar en algunos estados, involucrando el mayor tiempo posible en un activismo político a favor de los candidatos del PAN. Podría decirse que es el ritmo natural del Presidente, el ritmo de su gobierno, pero debemos ser claros, ha centrado sus giras por las entidades donde habrá elecciones concurrentes.
Baja California, Jalisco, Colima, Coahuila, San Luís Potosí y, hace unos días, Aguascalientes, son algunos de los estados en donde el presidente Felipe Calderón ha dejado ver el andamiaje político de su administración, ocupado más en revertir la tendencia electoral que da ventaja al PRI en las próximas elecciones federales, que en desarrollar un plan estratégico de gobierno que permita mejorar las condiciones de vida de la población.
Es evidente que desde Los Pinos se trabaja en un franco activismo político, apoyando en todos los rincones del país al Partido Acción Nacional, poniendo a todo el aparato gubernamental a trabajar sobre un mismo fin: obtener un buen resultado electoral.
El presidente Felipe Calderón sabe de la importancia de contar con un Congreso que lo apoye y que sea fiel a su visión de Estado, desafortunadamente las estrategias empleadas por la administración federal y Acción Nacional distan mucho de lo que hoy la democracia exige.
México sufre de muchas carencias que deben ser atendidas con prontitud y eficacia, por un gobierno responsable, que mantenga sus estrategias enfocadas en un plan de desarrollo nacional, con directrices sólidas y programas eficientes. El país no necesita una administración a la que solamente le interesen los resultados en las urnas y que se pone a trabajar los días previos a una jornada electoral.
El debate deber ser maduro y propositivo, las estrategias deben ir enfocadas en ganar adeptos en el plano de las ideas y los proyectos, se debe dejar de lado la compra de lealtades y candidatos.
Seguir bajo la misma línea de acción y permitir la utilización de recursos públicos para hacer un proselitismo a favor del partido en el poder, pone en riesgo la transparencia y legalidad del proceso electoral entrante.
