Con un ojo al gato y otro al garabato, Felipe Calderón aprovechó la toma de posesión del nuevo Consejo Directivo de México Unido contra la Delincuencia para realizar un “muy respetuoso llamado a las señoras y a los señores legisladores de todos los partidos para que, en el marco de sus atribuciones, discutan, enriquezcan y aprueben finalmente las iniciativas que el Ejecutivo ha enviado al Congreso”, eso bastó para darle un giro al tema de todos los días, se dejó a un lado la estéril maulladera porque la revista Forbes incluyó a Joaquín “El Chapo” Guzmán en la lista de multimillonarios, para dirigir los reflectores hacia las Cámaras de Diputados y Senadores; quizá el titular del Ejecutivo pensó que el empujoncito que le faltaba a los legisladores era ese llamado enfático, como el amor de los gatos: a voces y por los tejados.
Olvidó el titular del Ejecutivo que 100 ratones a un gato, le dan un mal rato, pues todavía no finalizaba la ceremonia donde hizo el llamado cuando ya estaban declarando como gatos panza arriba los legisladores de oposición, que ni el Senado ni la Cámara de Diputados cederían a las presiones de nadie, ojo, de nadie (el énfasis es indispensable, de otra manera el rugido queda en maullido lastimero), así que el Ejecutivo se puede ir con sus presiones electoreras a otro lado, porque los legisladores actuarán con responsabilidad.
Por el PRI rugió Manlio Fabio Beltrones: aprobar las iniciativas no es como quitarle pelo al gato, resulta indispensable peinar los acuerdos y se votarán una vez que se hayan eliminados todos los rasgos autoritarios, no vaya a ser la de malas; mientras que por el PRD soltó el zarpazo Carlos Navarrete, para subrayar que el problema no es el Congreso sino que hay diferencias irreconciliables que deben admitir los panistas; tendidos al sol, los del PAN decidieron caer parados por la vía de la conciliación, mejor no caldear los ánimos, para eso tienen a su dirigente, el Tigre Toño del You Tube, Germán Martínez, que ya encontrará la forma de generar a través de sus declaraciones escandalitos para sumar notas en los medios de comunicación.
Fue apenas en diciembre del año pasado cuando María Elena Morera, anterior presidenta de México Unido contra la Delincuencia, exigió que no se politizara el tema de la inseguridad, incluso se animó a proponer un pacto político para no convertir el tema en bandera de campaña, pero ese tiempo parece ya muy lejano y ante la cercanía de las elecciones nadie va a desaprovechar la oportunidad de ponerle el cascabel de la culpa al otro partido.
Tampoco ha pasado tanto tiempo de la firma de los compromisos del Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad, pero a nadie conviene recordar el establecimiento de esas obligaciones, ahí sí, entre perros y gatos lamen todos los platos del no hagan olas. De hecho, el intercambio de declaraciones no se trata de la iniciativa, es una demostración de poder, quien se esponja más, gana.
Algo extraño sucede en las Cámaras de Diputados y Senadores, alguna especie de virus que transforma a los legisladores en mutantes del mírame y no me toques, una vez que ocupan su curul les entra un orgullo felino que les eriza el lomo de la dignidad parlamentaria al menor comentario. Un orgullo que sirve para distraer la atención de lo verdaderamente importante, a cambio de llevar la mirada de la opinión pública al río de las elecciones.
También en Aguascalientes se hacen cuerdas con tripas de ese gato, apenas hace unos días, previo a la clausura del periodo ordinario de sesiones (nota de José Antonio Zapata en La Jornada Aguascalientes, marzo 16) Juan Antonio Martín del Campo, titular de la Permanente del Congreso estatal, desmintió que de noche todos los gatos son pardos, pues incluso entre los felinos hay razas, por eso los legisladores “no tenemos que estar viendo algunas cosas con funcionarios de segundo o tercer nivel, sino tratando los temas directamente con el gobernador”, ¿cómo tomar esta declaración cuando Luis Armando Reynoso envía a un representante? Uno recuerda que ellos son nuestra voz en el Congreso, que en el afán de encontrar soluciones, proponer o impulsar iniciativas están obligados a escuchar todas las voces, tratar por todos los medios de hallar la forma del acuerdo mejor, aunque eso implique sentarse a la mesa con un funcionario de otro nivel, uno lo haría, ¿por qué ellos no?
Olvidan los ariscogatos el riesgo que corre quien reparte dignidades y selecciona a sus interlocutores con base en un criterio deformado por la soberbia: al final se queda hablando con su cola.
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