Dicen que lo que parece, es. Pero en cuestión de información oficial, si así conviene, la magia de la comunicación social y la estadística transforma lo que parece ser, en algo distinto. Sucede a menudo que en la información económica oficial existen al menos tres distintas formas de manejar la realidad. Lo curioso es que éstas no representan incumplimiento a la transparencia y rendición de cuentas conforme a los marcos legales vigentes. En una primera modalidad, es la metodología utilizada la que conlleva una conveniente distorsión de la realidad. Una segunda forma es la que, siguiendo procedimientos comúnmente aceptados por la estadística, se manejan los datos de tal manera que pueden ajustarse a la medida de lo que se quiere decir u ocultar. Por último, existe una modalidad en donde la manera en que se expresan los eventos, no ofrecen margen para el cuestionamiento.
Para la primera modalidad, el caso del índice inflacionario constituye el ejemplo más claro. Los índices de precios subestiman el efecto de la inflación en el poder adquisitivo, pero la gran mayoría de la gente no lo sabe. Ejemplo: supongamos que el gasto de consumo promedio utilizado como referencia dice que el 60 por ciento del gasto se destina a productos de primera necesidad (p.ej., canasta básica) y el 40 a productos no indispensables. Ilustraremos lo dicho: si en dos años consecutivos los precios de la canasta básica registran un 20 por ciento de aumento cada año, mientras los no indispensables no sufren inflación, el índice de precios mostrará que en ese período la inflación oficial, que es un promedio, fue de 12 por ciento en ambos años, calculado así:
La autoridad dirá que un aumento justo al salario para recuperar lo perdido en ambos períodos será de poco más de 25 por ciento (dos veces 12 por ciento compuesto). Pero en realidad lo que sucedió fue distinto. La gente vio que la canasta básica, lo que más duele, aumentó 44 por ciento (dos veces 20 por ciento). Además, en el año 3 se requerirán 12,640 pesos para comprar lo mismo; o sea, se requiere realmente un aumento del 26.4 por ciento para recuperar el poder adquisitivo. Al cabo de varios años de este sesgo estadístico, la distorsión que percibe la gente respecto a la inflación se agranda. La cifra oficial deja de transparentar lo que para la mayoría es evidente.
La segunda modalidad de confusión, generada por la estadística, consiste en el uso de índices en vez de personas, pesos y cantidad de productos en una serie de datos; esto representa para muchos, ya de por sí cierta opacidad en la rendición de cuentas. Sucede, por ejemplo, que el INEGI publica las series de datos en forma de índices del personal ocupado en la industria manufacturera con base en el año 1993. Pero los índices de producción de esa industria que tenían la misma base, ahora se calculan con base 2003. O sea, las cosas se ven aproximadamente así:
El hecho de calcular otra vez con base 100 como comparativo en el año 2003*, aunque esto sea válido, genera una opacidad de lo que realmente sucede. Deja de ser fácil para el observador común comparar la tendencia del valor de las remuneraciones con respecto a su productividad en la industria manufacturera. Si se hubiera continuado utilizando la base del año 1993, en vez de tener un índice de producción de 117 en 2008, el número que debería estar en la celda marcada con **, sería 163. Esa cifra, dividida entre el personal ocupado del año 2008, arrojaría un índice de productividad de 194 y no 139 como aparece; esto significa que los salarios por productividad deberían ser de 194 y no de 139. Evidencia además que los sueldos pagados ahora, 94, son de apenas la mitad de lo debería pagarse si se hubiese respetado el pago por productividad.
La tercera modalidad de incumplimiento tácito en la rendición de cuentas está en la selectividad de la información proporcionada, la estrategia en la combinación de eventos que se difunden simultáneamente (las llamadas “cortinas de humo”) y el manejo de lenguaje común y los términos técnicos. Dos son los casos recientes que caben en esta categoría. .
Valiéndose de eufemismos tales como propiedad de una corporación financiera, que en realidad es propiedad de un gobierno extranjero, en el primer caso y la cooperación militar y acciones mancomunadas de las fuerzas armadas de ambos países contra los cárteles de la droga, en el segundo, el intervencionismo es validado por nuestro gobierno.
Menuda tarea les aguarda a los que ahora buscan votos para llegar a la cámara baja. Existe desde la Quincuagésima séptima Legislatura una propuesta para regular y modificar los indicadores de la actividad económica y normar la rendición de cuentas del Ejecutivo. Habrá que recordársela en sus campañas a quienes vayan a buscar nuestro voto
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