El próximo lunes 23 de marzo se cumplen quince años del cobarde asesinato de Luis Donaldo Colosio. El hecho nos dolió por la forma, por quien era y por quien iba a ser.
Un hombre que creyó intensamente en la política, que nació para enaltecer la política como un ejercicio responsable para sumar voluntades en torno a un propósito. La política como el arte de la coincidencia, el espacio civilizado para convivir y servir a su pueblo lleno de pobreza e injusticia, hambre y deseo de ser alguien.
Un hombre que supo desentrañar el espíritu y la fuerza que se obtiene de una escuela como el Tec de Monterrey, donde se forja el carácter de los líderes y emprendedores como él, quien a pesar de tener una posición media, hizo de “la cultura del esfuerzo”, el motor y la base de su gran trayectoria política y humanista.
“Soberanía y nacionalismo son las piezas claves para fortalecer la tarea diaria y el amor por México”, decía. La huella de Colosio tocó los corazones de los mexicanos por la forma diferente de ver y resolver los problemas de la ciudadanía. Él tenía muy firmes sus valores y principios; siempre partía de la idea de que trataba con personas, que valen por el simple hecho de serlo. La sencillez era su fortaleza, la calidez y la amabilidad su candidez y magnetismo.
“Veo un México de comunidades indígenas que no pueden esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso; de comunidades indígenas que tienen la gran fortaleza de su cohesión, de su cultura y que están dispuestos a creer, a participar, a construir nuevos horizontes.
Veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”; así se expresó Colosio el 6 de marzo de 1994, en su ya famoso discurso de “rompimiento y libertad” para con el poder, que no le dejó cumplir con esos anhelos de justicia, ya que el simple hecho de expresarlos, le costó la vida.
La actualidad de los hechos, a 15 años de distancia, es contundente, porque parece que los mexicanos estamos condenados a vivir sin verdades que nos liberen de la arrogancia, de la corrupción, del cinismo y la desfachatez de muchos servidores públicos que, en vez de servir al pueblo, se sirven de él.
Más que llorarle por un año más de su muerte, estamos obligados a cambiar esta realidad, al menos con la valentía como lo quiso hacer él, porque la libertad se conquista día a día, sin reparo ni descanso, con fuerza, honor y verdad, como en su momento lo hizo Luis Donaldo Colosio.