La decisión de publicar los jueves no fue producto del azar. Yo pedí a La Jornada aparecer este día porque es mi favorito. Las razones son variadas. Me gusta el jueves porque tiene relación directa con la idea de la fuerza, no en balde los romanos dedicaron este día al planeta Júpiter, soberano de todos los dioses y del cielo. Este día para los nórdicos tiene relación con Thor, Dios nórdico del trueno, y de Jord, la diosa de la tierra. Como sea, el jueves es siempre estimulante sin importar el idioma del que proviene. Me gusta la musicalidad del francés jeudi y el también suavísimo italiano geovedí, sin dejar atrás, claro está, el Thursday inglés, el danés y sueco Torsdag y el alemán Donnerstag. Los matices siempre serán bienvenidos y nos recordarán la sentencia de Unamuno cuando decía que lo mismo no es lo mismo.
El jueves me gusta por la historia religiosa que contiene. Es el quinto día de la semana litúrgica católica. El Jueves Santo es previo al Domingo de Pascua y se refiere nada menos que al día en que se conmemora la Última Cena de Cristo, cuando habló a sus discípulos de la inminente traición y muerte como sacrificio por los pecados de la humanidad. Ese día jueves, durante la cena, bendijo el pan y el vino, llamó al pan su cuerpo y al vino sangre para hablar de la redención. Al final invitó a sus acompañantes a repartir el pan entre todos. Toda esta simbología siempre me ha sorprendido por simple y por los múltiples mensajes que la distinguen. Todo esto se convirtió en la Eucaristía, es decir en el ritual cristiano que siempre me ha parecido el más conmovedor de todos.
El jueves también ha sido importante en otras culturas. En Alemania, en el jueves de cuaresma existe la tradición de entregar una rama verde a los que terminan su penitencia; en Argentina las madres de la Plaza de mayo marchan cada jueves a las tres y media de la tarde con su pañuelo blanco en la cabeza. En los Estados Unidos celebran en jueves el Día de Acción de Gracias como fiesta familiar y civil. Entre los Drusos la influencia musulmana los invita a celebrar los jueves con el fin de proteger la religión y mantener ocultas sus enseñanzas.
En el jueves hay una vena literaria y festiva. Un ejemplo es la novela del inglés Gilbert Keith Chesterton El hombre que fue jueves, una obra en la que se observa el uso didáctico de la fantasía y se pone al servicio de la ética cristiana y la alegoría. Rumer Godden, otra novelista británica, poeta y autora de libros infantiles, publicó en 1984 Hijos de Jueves, con el fin de apreciar el aprendizaje del baile. Finalmente debe tomarse en cuenta que el antiguo carnaval de Venecia se celebra en jueves desde el siglo diecisiete con cazas de toros y osos, fuegos artificiales, juegos y diversos espectáculos para recordar la victoria del duque de Venecia. Se trata de la festividad en la que la aristocracia se cubría el rostro detrás de la tradicional máscara y un momento en el que las corporaciones y barrios aprovechaban la ocasión para afirmar su identidad.
El jueves me gusta por todo lo que he dicho. Pero muy en especial me seduce porque tiene una periodicidad que se renueva constantemente cada ocho días. Ocurre a la mitad de la semana con una centralidad temporal que prefigura el relajamiento y la fiesta y lo hace de una manera en la que se disfruta tanto el deseo como la llegada plena del descanso y la inquietante posibilidad de la alegoría. Los jueves ayuda a pensar y a estimular el deseo. Calcula la posibilidad de ver un amigo, tomar una copa solo o acompañado, ver una película, bailar o asistir a una obra de de teatro. Los jueves sintetizan la alquimia de los gustos paganos con los fervores religiosos y los festivos, y de este modo nos otorgan un colchón maravilloso para que el buen humor se sienta como en casa.