El gran desconocido, el México real - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Corren los días ya de clima primaveral, de temperatura templada a calurosa, a todo lo largo y ancho del país y hacia nuestras hermosas playas empiezan las “descolgadas” de los gringos “spring-brakers” que en plan del más auténtico “reventón” vienen a pasar unos días tropicales, pero muchos de ellos sin saber en lo absoluto dónde está México y de qué está hecho nuestro país. Ayer en la mañana veía un comentario de uno de estos tipos que hacen gala de una ignorancia extrema, a quien le preguntaba algún reportero –por cierto, malinchista- sobre la información y advertencias que daba el gobierno estadounidense a sus nacionales, sobre el riesgo de viajar a nuestro país, a lo que el bañista contestó sin enfado alguno: “¡En México no pasa nada, aquí en el hotel estamos muy a gusto!”. Todo México, para ese gringo, era el hotel de playa.

La opinión de ese estadounidense –a pesar de ser una referencia totalmente ignorante de nuestras circunstancias presentes- es sobre todo reveladora de la ignorancia que sobre México se tiene en el extranjero, fundamentalmente en los países que no son hispanos o latinoamericanos.

No me interesa por ahora abordar el tema de la inseguridad y si dicho problema es conocido o desconocido en su real dimensión a nivel internacional, sino hablar del gran desconocido que es en el ámbito internacional nuestro México real, es decir nuestra geografía, nuestra cultura, nuestra música, nuestras costumbres, nuestra comida, nuestro modo de vivir –en todos los estratos socioeconómicos- y sobre todo nuestras potencialidades.

Sin ningún temor a equivocarnos, podemos sostener que México es un gran desconocido para miles de millones de personas en el mundo y de manera destacada, quiero enfatizar, además de la ignorancia que por su natural desinterés cultural tienen los gringos, el desconocimiento se tiene de nosotros en el viejo continente, en la culta Europa.

Créame el lector, que en términos generalizados, la impresión que se tiene de México y de los mexicanos entre los europeos –franceses, ingleses, alemanes y nórdicos, entre otros- es un país lleno de chozas o tiendas de nómadas y de indios danzantes con emplumados penachos; a lo mucho, ya con una visión más desarrollada, se nos imagina arriba de un burro o junto a un cactus, cubiertos con el clásico sarape. A esto, agréguele la información que se difunde sobre la actual crisis de inseguridad: se nos presenta como un país sumido total y absolutamente en una guerra civil entre los criminales y lo demás de la sociedad.

Para los europeos somos un territorio de ruinas arqueológicas, fundamentalmente de Yucatán, pues ni siquiera saben de Teotihuacan y de otros grandes vestigios del legado de nuestros antepasados. Literalmente somos “un país pequeño abajo de USA”. Se sabe en Europa muchísimo más sobre Cuba que sobre México. Nada o muy poco se sabe sobre la realidad mexicana. Inclusive el tequila es visto como una bebida espirituosa proveniente “de algún país tropical”.

Me decía alguien de Alemania: “México no se presenta al mundo”. Esto es cierto. Y esa misma persona decía: “jamás un alemán pensaría que los cactus se comen” (o sea, los nopales) y externaba una opinión adicional: “es una lástima que las delicias de comida mexicana no sean llevadas al extranjero” y que no sean presentadas al mundo en su exacta dimensión, más allá que como un puño de chiles picantes. “México es Cancún y algunas ruinas mayas”: esta es la impresión y opinión de los europeos.

Sin embargo, quienes del viejo mundo se han adentrado en nuestra cultura y en nuestra sociedad, me han comentado, en tono lastimoso, que es una pena México no se promueva en los países desarrollados de la poderosa Europa y que con ello se pierdan grandes oportunidades de relaciones culturales, comerciales, turísticas y muchos tipos.

He escuchado a algunos de los europeos que se han adentrado en nuestro medio, hablar maravillas de nuestro país. El primer comentario es que al ver nuestro real México –no únicamente un territorio con las playas y pirámides- tuvieron una visión de un país muy diferente a la que imaginaban, visión desde luego favorablemente mejor que la que tenían. Inclusive he recibido halagadores comentarios europeos sobre nuestro Aguascalientes: sobre nuestras construcciones antiguas, sobre las iglesias viejas y aún sobre nuestros cerros y sierras; es más, la vista del interior del Mercado Terán les resulta cautivadora por su colorido.


La cultura mexicana es desconocida para los europeos. Nuestras costumbres igual lo son. Ha habido quien me ha dicho que jamás hubiera imaginado que el grado de civilización de nuestra sociedad tiene muchos puntos de coincidencia con la vida europea, sino hasta que los vio. De manera especial podemos comentar –sobre nuestras diferencias- que la comida mexicana es altamente apreciada por quien la prueba: los he visto chuparse los dedos con nuestras quesadillas, los tamales, atole, los elotes de carrito, las tunas de los puestos, los dulces, los cereales –entre ellos el amaranto- y tanta otra cosa que nosotros ya pasamos desapercibida y desde luego, hidrocálidamente hablando, con nuestras guayabas de Calvillo, fruta tan rica en vitamina C, es una gran desconocida en los mercados europeos, pues no saben en lo absoluto de su existencia; lo mismo pasa con la jícama. Las frutas y las verduras mexicanas tienen un sabor incomparablemente más rico que el de las que se venden en el viejo mundo; el jitomate, el aguacate, el mango y no se diga el limón. No podríamos abordar aquí ni hacer larga la lista de temas y aspectos de nuestro México real que son desconocidos para los europeos, pero sí quiero insistir en que, en general, sobre nuestro país, nuestra cultura y nuestra vida se tiene una imagen, una impresión totalmente irreal y desfavorable.

Sería pertinente que el Gobierno Federal, por conducto de las dependencias de la materia –de los temas de relaciones exteriores, cultura, economía, educación- llevara a cabo una acción permanente de difusión del México real, con el fin de acercarnos al viejo mundo. No se trata de campañas de posters de playas o de anuncios en revistas. Se trataría de una penetración de la imagen real en el sentir europeo a través de los propios instrumentos de la cultura europea: artículos en periódicos, conferencias en las universidades, promoción directa a través de pláticas en organizaciones e instituciones sociales de los diversos países del viejo continente. Es necesario difundir nuestro México en toda su dimensión: su cultura, su arte, su geografía vasta y diversa, su música más allá del mariachi, nuestra vida real. Ignoro si el Gobierno Federal tenga un programa así, pero si lo tuviera y fuera efectivo, sería un gran instrumento de acercamiento de nuestro México real hacia la Europa milenaria, con todo lo que ello conlleva en oportunidades de crecimiento y desarrollo.

 

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